Los bosques templados ocupan la mayor cobertura forestal
de México, con alrededor de 32 millones de hectáreas,
que equivalen a casi el 18 por ciento del territorio nacional, además,
son ecosistemas muy diversos, con 46 especies de pinos y 161 de
encinos.
Sin embargo, cada año el país pierde, en
promedio, 40 mil hectáreas de ellos debido a la deforestación
intensiva, al cambio del uso de suelo por ganadería y agricultura,
así como por el manejo forestal no sustentable, afirmó
Leopoldo Galicia Sarmiento, investigador del Instituto de Geografía
(IGg) de la UNAM.
Variedad de especies
La superficie forestal de los bosques templados duplica
lo que queda de los tropicales lluviosos y secos en nuestro territorio.
Aunque es menos diverso que las selvas, es el centro de diversificación
de los pinos y encinos.
“En el mundo hay 111 especies de pinos, de ellas,
México tiene 46 (24 endémicas). En tanto, de las 450
especies de encinos que existen en el planeta, nuestra nación
cuenta con 161 (109 endémicas)”, refirió el
especialista del Departamento de Geografía Física
del IGg.
Pese a lo importante de conservar esa riqueza, del 100
por ciento de la madera que se produce en el país, 90 por
ciento proviene de estos ecosistemas (78 por ciento de pinos y 12
de encinos), mientras el resto se obtiene en bosques tropicales.
“Muchas economías comunitarias dependen del manejo
forestal, fuente de ingresos en varias zonas rurales”, destacó.
Galicia Sarmiento afirmó que mientras la mayoría
de los estudios ecológicos se centran en selvas y desiertos,
existe escasa investigación científica de los bosques
templados y la generalidad está dominada por un enfoque forestal,
en donde sólo importa el volumen de madera.
“Es poco esfuerzo por entender otros procesos ecológicos
–como las redes tróficas, cómo se regula la
fertilización del suelo o cuál es la captura de agua
de estas áreas– y a otros grupos de organismos que
ahí cohabitan”.
Causas de la deforestación
Para trazar una estrategia que detenga el deterioro de
esos ecosistemas, primero se deben entender las causas de la deforestación,
planteó Galicia Sarmiento.
Los inventarios realizados en México en 1990 y 2000
estimaron que hubo pérdidas de entre 36 mil y 45 mil hectáreas
anuales, debido a la deforestación, con cifras variables
según la zona del país.
“Las principales causas de esta pérdida es
la tala ilegal, que provoca deforestación y degradación,
pues se realiza sin estrategia de manejo”, subrayó.
También, por su transformación en zonas para
agricultura, debido a que tienen un clima benigno y húmedo,
que genera suelos de buena calidad. Más recientemente, añadió,
se ha sumado también la introducción de la ganadería.
El avance de infraestructura para instalar torres de luz
y carreteras; los incendios, algunos provocados y otros naturales,
así como el desarrollo urbano inmobiliario, que aumenta de
manera expansiva hacia zonas boscosas, representan otra fuente de
merma.
El problema se acentúa porque las tasas de recuperación
son reducidas y a largo plazo. “Deben pasar al menos 30 años
para que tenga una cobertura arbórea incipiente, pero para
restablecer sus funciones ecológicas y diversidad, con todos
sus organismos, trascurre hasta una siglo”. La proporción
entre lo que se pierde y lo que se regenera en los bosques templados
es de 15 a uno, estimó el investigador.
Proteger y aprovechar otros recursos
Existen varias estrategias para detener la destrucción
de los bosques, entre ellas, la creación de Áreas
Nacionales Protegidas y Parques Nacionales, que resguardan apenas
al uno por ciento de esos ecosistemas en el país. “Hay
que ampliar la red de protección y hacerlo de manera más
coordinada, con grandes corredores protegidos”, sugirió.
Galicia Sarmiento consideró inevitable que la gente
viva en esos entornos y los transforme, como ocurre con el 80 por
ciento de la cobertura forestal del país, que está
bajo propiedad comunitaria, sin embargo, sólo el 12 por ciento
implementa planes de manejo para conservarlos.
“Necesitamos mejores estrategias, una planificación
uniforme del manejo forestal y una diversificación de los
productos que se obtienen, pues hoy sólo se centran en cortar
árboles para obtener madera”, apuntó.
Asimismo, recomendó crear viveros, hacer bancos
de germoplasma y transformar la madera en bienes con valor agregado
–papel, muebles u objetos de diseño— para generar
más recursos económicos a quienes viven en esas áreas
y que tengan la posibilidad de reinvertir en planes de preservación.
También, propuso impulsar la innovación tecnológica
en el sector ecológico para producir bioenergía, capturar
agua, obtener productos químicos naturales y explotar otros
recursos no maderables, como hongos silvestres, a fin de darles
valor agregado. “Con ello se puede cuidar el bosque y explotar
sólo una parte”, reiteró.
Respecto a la explotación de madera, sugirió
hacer plantaciones forestales mixtas con especies endémicas,
en áreas pequeñas pero intensificadas con fertilización
y cuidados, como si se tratara de un cultivo.
Algunos estudios muestran que esas plantaciones, con cuatro
o cinco especies de pinos y encinos, son más productivas,
ayudan a mantener el suelo en buenas condiciones y capturan más
agua, concluyó.
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