Boletín UNAM-DGCS-713
Ciudad Universitaria
14:20 hrs. 29 de noviembre de 2013.

Yolanda Trápaga Delfín

SOBÍCHINA REPRODUCE EL CAPITALISMO: YOLANDA TRÁPAGA

• El crecimiento de su economía implica altos costos sociales y ambientales, señaló la investigadora de la División de Estudios de Posgrado de la FE de la UNAM

La economía de China está inserta en una dinámica de acumulación de capital que rompe el paradigma ortodoxo de la propiedad privada, pues diversas formas han resultado útiles para el despliegue exitoso del recurso financiero.

El sector agrícola, en especial, retoma lecciones de la crisis de 1929 en Estados Unidos, que han garantizado el éxito en esa esfera en todos los países que adoptan el modelo, tras procesos de reconstrucción con el Plan Marshall —en Europa Occidental— y el MacArthur —en Japón—, así como la reconstrucción de posguerra en Corea del Sur, expuso Yolanda Trápaga Delfín, al impartir la conferencia magistral China en la actual coyuntura económica mundial, al comienzo del VII Seminario sobre Economía Mundial en el IIEc de la UNAM.

“Para salir del subdesarrollo, diversos teóricos recomiendan analizar lo que hace el gigante asiático”, planteó la coordinadora del Centro de Estudios China-México de la Facultad de Economía (FE).

“Lo primero es desmontar el caso para ver realmente qué significa esa nación, cuyo modelo de acumulación se basa en la reproducción de la relación capital-fuerza de trabajo”, advirtió.

Tras indicar que los recursos agrícolas del país más poblado del planeta son reducidos en relación al tamaño e ingresos de la población, a lo que se une la acelerada adopción del patrón de consumo alimentario occidental basado en proteínas de origen animal, Trápaga hizo un análisis con perspectiva histórica.

La economista consideró que las reformas estructurales son el arranque de ese modelo de desarrollo, para lo que las autoridades chinas suprimieron la colectivización y ponderaron el modelo de la agricultura familiar (cuya característica es soportar lo que ningún otro agente económico resiste en términos de siniestrabilidad y bajos ingresos) y un reparto agrario fundado en la propiedad social de la tierra.

Así, los campesinos chinos poseen en promedio 0.65 hectáreas, “poco más de media hectárea, después de haber pasado por un proceso de concentración del suelo”.

Además, deben obedecer el cumplimiento de las cuotas de producción establecidas por el gobierno en tres granos: arroz, trigo y maíz. Este sistema de registro en el lugar de nacimiento —hukou, en mandarín— tiene la función de impedir la libre movilidad de la población, aclaró la investigadora de la División de Estudios de Posgrado de la FE.

Sobre el costo ambiental, señaló que la naturaleza pone cada vez más obstáculos al despliegue de ese modelo. Hay factores como la desertificación, la actividad humana que ha erosionado los suelos (“en China ya no hay de calidad A”), sequías, inundaciones y contaminación de superficies y acuíferos. Al mismo tiempo, la urbanización y la construcción de infraestructura reclaman tierra agrícola de manera permanente.

Para la académica, “no se puede avanzar en términos de crecimiento económico si se deteriora el piso que sirve de base a la producción y se alientan las malas prácticas agrícolas”.

Para finalizar, indicó que la agricultura china es interesante porque sigue el modelo industrializado que ha tenido éxito en términos de productividad, “pero pasa por encima de productores, consumidores y la naturaleza misma; eso también se replica en el resto de las actividades”.

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Fotos

Yolanda Trápaga Delfín, coordinadora del Centro de Estudios China-México de la Facultad de Economía.