La economía de China está inserta en una
dinámica de acumulación de capital que rompe el paradigma
ortodoxo de la propiedad privada, pues diversas formas han resultado
útiles para el despliegue exitoso del recurso financiero.
El sector agrícola, en especial, retoma lecciones
de la crisis de 1929 en Estados Unidos, que han garantizado el éxito
en esa esfera en todos los países que adoptan el modelo,
tras procesos de reconstrucción con el Plan Marshall
—en Europa Occidental— y el MacArthur —en
Japón—, así como la reconstrucción de
posguerra en Corea del Sur, expuso Yolanda Trápaga Delfín,
al impartir la conferencia magistral China en la actual coyuntura
económica mundial, al comienzo del VII Seminario sobre
Economía Mundial en el IIEc de la UNAM.
“Para salir del subdesarrollo, diversos teóricos
recomiendan analizar lo que hace el gigante asiático”,
planteó la coordinadora del Centro de Estudios China-México
de la Facultad de Economía (FE).
“Lo primero es desmontar el caso para ver realmente
qué significa esa nación, cuyo modelo de acumulación
se basa en la reproducción de la relación capital-fuerza
de trabajo”, advirtió.
Tras indicar que los recursos agrícolas del país
más poblado del planeta son reducidos en relación
al tamaño e ingresos de la población, a lo que se
une la acelerada adopción del patrón de consumo alimentario
occidental basado en proteínas de origen animal, Trápaga
hizo un análisis con perspectiva histórica.
La economista consideró que las reformas estructurales
son el arranque de ese modelo de desarrollo, para lo que las autoridades
chinas suprimieron la colectivización y ponderaron el modelo
de la agricultura familiar (cuya característica es soportar
lo que ningún otro agente económico resiste en términos
de siniestrabilidad y bajos ingresos) y un reparto agrario fundado
en la propiedad social de la tierra.
Así, los campesinos chinos poseen en promedio 0.65
hectáreas, “poco más de media hectárea,
después de haber pasado por un proceso de concentración
del suelo”.
Además, deben obedecer el cumplimiento de las cuotas
de producción establecidas por el gobierno en tres granos:
arroz, trigo y maíz. Este sistema de registro en el lugar
de nacimiento —hukou, en mandarín— tiene
la función de impedir la libre movilidad de la población,
aclaró la investigadora de la División de Estudios
de Posgrado de la FE.
Sobre el costo ambiental, señaló que la naturaleza
pone cada vez más obstáculos al despliegue de ese
modelo. Hay factores como la desertificación, la actividad
humana que ha erosionado los suelos (“en China ya no hay de
calidad A”), sequías, inundaciones y contaminación
de superficies y acuíferos. Al mismo tiempo, la urbanización
y la construcción de infraestructura reclaman tierra agrícola
de manera permanente.
Para la académica, “no se puede avanzar en
términos de crecimiento económico si se deteriora
el piso que sirve de base a la producción y se alientan las
malas prácticas agrícolas”.
Para finalizar, indicó que la agricultura china
es interesante porque sigue el modelo industrializado que ha tenido
éxito en términos de productividad, “pero pasa
por encima de productores, consumidores y la naturaleza misma; eso
también se replica en el resto de las actividades”.
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