Boletín UNAM-DGCS-702
Ciudad Universitaria
11:00 hrs. 24 de noviembre de 2013.


Benjamín Ruiz Loyola

LAS ARMAS QUÍMICAS CAUSAN DESTRUCCIÓN MASIVA Y SE ELABORAN CON RELATIVA FACILIDAD

• Los neurotóxicos tienen una estructura semejante a los insecticidas, con cambios en algunos “ingredientes” y con dosis menores dañan el sistema nervioso y matan en periodos de uno a tres minutos, indicó Benjamín Ruiz Loyola, de la FQ de la UNAM

Las armas químicas causan destrucción masiva y se elaboran con relativa facilidad en comparación con las nucleares y las biológicas, cuya construcción tiene mayor complejidad, afirmó Benjamín Ruiz Loyola, profesor de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM.

“Para desarrollar un arma nuclear se requiere material fisionable de alta pureza e instalaciones sofisticadas, seguras y de alto costo; para una biológica se necesitan medios de cultivo con cepas de microorganismos patógenos que deben mantenerse vivos; mientras, algunas armas químicas, como el gas mostaza, pueden elaborarse en un laboratorio de secundaria”, advirtió.

Con dosis pequeñas, los neurotóxicos –las armas químicas más agresivas y letales– pueden matar a decenas de miles de personas en periodos de uno a tres minutos, pues afectan directamente al sistema nervioso, como ocurrió hace poco en Siria, añadió.

Por ello, el Premio Nobel de la Paz 2013, otorgado a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), es muy merecido, consideró el académico adscrito al Departamento de Química Orgánica de la FQ.

“Me parece excelente. Es un reconocimiento a 16 años de lucha por el desarme químico y no sólo lo reciben por la misión en Siria, eso lo dejó claro el comité de la academia sueca. Es un premio por varios años de trabajo y entrega enfocados al desarme”, subrayó Ruiz Loyola en entrevista.

Entre los logros de la OPAQ (con sede en La Haya, Holanda) destacan sumar a 189 países como integrantes comprometidos con la Convención para la Prohibición de las Armas Químicas, que esa organización administra, así como haber conseguido la destrucción de casi 80 por ciento del arsenal químico durante su trabajo de alcance mundial iniciado en 1997.

“El país más preocupado por el terrorismo en el planeta, Estados Unidos, permite que se vendan por Internet libros que dan las recetas para fabricarlas, es un contrasentido inexplicable. Hacer presión durante 16 años para que cada vez tengamos un mundo libre de armas químicas es el valor de la OPAQ”, señaló.

Estructura parecida a los insecticidas

Existen armas que envenenan la sangre, otras desplazan al aire, causan sensación de asfixia y pueden producir quemaduras severas.

“Las peores son los neurotóxicos, que dañan el sistema nervioso y pueden provocar la muerte en un tiempo corto, de uno a tres minutos, con una serie de síntomas terribles. Son armas de destrucción masiva porque pueden matar a decenas de miles de personas con cantidades relativamente modestas”, detalló.

Ruiz Loyola explicó que los neurotóxicos tienen estructuras parecidas a las de los insecticidas organofosforados, algunos de los cuales utilizamos en nuestras casas. “Los que usamos están formulados y dosificados para los insectos, pero en dosis elevadas podrían afectarnos seria y directamente”.

La diferencia entre los insecticidas y las armas químicas neurotóxicas es que la dosis para dañar a una persona es mucho menor. “Si se necesitan, por ejemplo, 70 miligramos de sustancia de un insecticida común para afectar a un humano, de un arma química se requieren sólo dos o tres miligramos”.

La estructura similar de ambos se modifica en algunos “ingredientes” en una parte de la estructura molecular. “Eso es lo que dificulta el manejo en las industrias, pues una planta puede declararse para la fabricación de insecticidas y al cambiar la materia prima “a” por la “b”, puede fabricar armas químicas y verificar esa situación es parte del trabajo de la OPAQ”, dijo.

OPAQ: Convencer, inspeccionar y asesorar

La labor de esa organización se orienta en diferentes áreas. Una importante es convencer a los países que no son miembros de la Convención para la Prohibición de las Armas Químicas, que se adhieran y cumplan al destruir sus arsenales y con la modificación de sus instalaciones.

“El primer trabajo es de convencimiento. Cuando arrancó la vigencia de la Convención en 1997 y con ella inició sus trabajos la OPAQ, ésta tenía menos de 100 miembros, hoy tiene 189 y sólo siete no lo son (entre ellos Israel, Corea del Norte y Siria)”, comentó.

Esta labor ha sido importante y fructífera, pues se logró convencer a países muy reacios como Libia.

Una de las obligaciones de las naciones integrantes es declarar si tienen armas químicas, así como la cantidad, lugar y condiciones en que las producen, a fin de diseñar un mecanismo para deshacerse de ellas.

Otras actividades son de inspección y monitoreo. Revisan los sitios declarados por los Estados partes de la Convención para verificar que actúan dentro de la legalidad y comprobar, en caso necesario, la destrucción.

También hay asistencia (en caso de accidentes con esos compuestos químicos tóxicos) y protección (en caso de ataques). Esto incluye cursos de capacitación para personal, dentro o fuera de su país, para dar asistencia y protección de las personas, concluyó Ruiz Loyola, quien ha tomado cursos y seminarios en esa organización.

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Fotos

Benjamín Ruiz Loyola, profesor de la Facultad de Química de la UNAM.