• Esos crustáceos microscópicos
habitan en todos los ecosistemas acuáticos, desde zonas costeras
hasta altitudes superiores a tres mil metros sobre el nivel del mar
• En la Unidad Académica Mazatlán del ICMyL, la
colección suma seis mil 836 organismos distribuidos en cuatro
órdenes, 24 familias, 41 géneros y 78 especies
• De ellos, Samuel Enrique Gómez Noguera, investigador
y responsable de la colección, ha descrito y registrado dos
géneros y 52 especies nuevas en revistas internacionales
Casi desconocidos por sus características
particulares, su variedad e importancia en la biodiversidad, los copépodos
son un amplio grupo de crustáceos microscópicos de vida
libre que habitan en todos los ecosistemas acuáticos.
Algunos son bénticos, es decir, viven
en el fondo del mar entre el sedimento y el lodo; otros habitan en la
columna de agua y algunos más son parásitos de una gran
variedad de invertebrados, peces, reptiles y mamíferos.
También los hay de agua dulce, que habitan
en cavernas, ríos subterráneos, lagunas y esteros, otros
tantos viven en el mar profundo y el resto habita en zonas terrestres
como bosques, selvas y montañas, a más de tres mil metros
sobre el nivel del mar.
Resistentes y adaptables a diversos ambientes,
los copépodos bentónicos son alimento de muchos peces,
de esponjas y de una gran variedad de invertebrados, algunos de importancia
comercial, como camarones y langostas.
Para conocer de manera específica la
taxonomía y características de sus variadas especies,
Samuel Enrique Gómez Noguera, investigador de la Unidad Académica
Mazatlán del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología
(ICMyL) de la UNAM, se ha dedicado desde noviembre de 1998 a formar
la Colección de Referencia de Copépodos Bentónicos,
única en su tipo en el país y considerada por el doctor
en Biología Animal como un primer paso para adentrarse en la
diversidad de estos crustáceos.
Hace falta una descripción detallada
para explicar su taxonomía. Son animales muy pequeños,
la mayoría miden en promedio 400 micras y algunos grandes alcanzan
las 500 micras, explicó Gómez Noguera.
Para describir a cada especie se requiere hacer
disecciones de todos los apéndices (como patas y partes bucales),
que a veces miden 50 micras; montarlos con agujas en preparaciones;
dibujar a cada individuo de manera precisa y publicar la descripción
de la especie o género que se encuentre de acuerdo con normas
taxonómicas internacionales, relató.
Colección creciente
Actualmente, la Colección cuenta con
mil 234 lotes y un total de seis mil 836 organismos, distribuidos en
cuatro órdenes, 24 familias, 41 géneros y 78 especies.
“De los 41 géneros, describí
dos; también soy responsable de la descripción de 52 especies
nuevas de las 78 que tenemos. Es fantástico hacerlo y tener la
oportunidad de nombrarlos”, apuntó.
El registro de cada individuo requiere contar
con el espécimen, así como crear dibujos y precisiones
de sus características morfológicas. “Es como un
herbario, pero estos crustáceos se guardan “disectados”
en laminitas o completos en frascos con alcohol, lo cual requiere menos
mantenimiento”, detalló.
Además de especies inéditas de México, la colección
cuenta con algunas de Brasil, Argentina, India y Vietnam, entre otras
partes del mundo.
Cada una está conservada y descrita
en un artículo científico internacional donde se incluye
la descripción y los dibujos hechos por el mismo investigador.
“En México hay gente que trabaja
con copépodos, pero no llegan al nivel de identificación
fino. En general, existe mayor interés por estudiar el aspecto
asociado a pesquerías, más que su taxonomía”,
reveló.
Indicadores de contaminación y biodiversidad
Además de servir de alimento para crustáceos
y peces de importancia comercial, los copépodos bentónicos
son importantes indicadores de contaminación antropogénica,
por ejemplo, de hidrocarburos o de aguas residuales.
Para hacer un estudio ecológico en donde
se puedan englobar estudios de impacto ambiental, se debe conocer primero
la taxonomía, saber qué se tiene para saber cómo
trabajar con ello, aclaró.
“El problema que tenemos en México
es que no conocemos su diversidad y por ello no podemos hacer análisis
finos en cuanto a su uso como indicadores de contaminación. Si
supiéramos detalladamente qué y cuántas especies
tenemos, podríamos asociar una eventual disminución de
la diversidad con algún cambio originado por actividades antropogénicas,
por ejemplo, una fuerte descarga de aguas residuales o un derrame de
petróleo en las costas mexicanas”, señaló.
Por ello, el objetivo del investigador es estar
al tanto de esa diversidad y así para poder utilizarlos de variadas
formas, especialmente como indicadores de contaminación para
dar seguimiento a problemas de impacto ambiental y cambio climático.
—o0o—