• Para escribir su tesis doctoral,
el profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
invirtió seis años, en los que recorrió el sureste
del país y viajó a Perú y Bolivia
• El jurado evaluador, integrado por Luis Villoro, Miguel León-Portilla
y María Rosa Palazón, destacó el trabajo de investigación
realizado y le concedió mención honorífica
Escribir una tesis de filosofía rara
vez obliga a viajar repetidamente, pero para redactar El concepto
de hombre y el ser absoluto en las culturas maya, náhuatl y quechua-aymara,
Miguel Hernández Díaz tuvo que trasladarse al sur de México
e incluso a Sudamérica para realizar entrevistas y obtener información
no consignada en los libros. Pero valió la pena, pues recibió
mención honorífica al presentar su examen doctoral, en
el Aula Simón Bolívar de la Facultad de Filosofía
y Letras (FFyL) de la UNAM.
El comité evaluador estuvo integrado
por Luis Villoro, presidente del jurado, director de la tesis y emérito
del Instituto de Investigaciones Filosóficas; Miguel León-Portilla,
vocal de ese grupo y emérito del Instituto de Investigaciones
Históricas, y María Rosa Palazón Mayoral, secretaria
de la junta de examinadores e integrante del Centro de Estudios Literarios
del Instituto de Investigaciones Filológicas. También
estuvo Ambrosio Velasco Gómez, ex director de la FFyL.
La tesis se divide en cuatro capítulos
y consta de 297 páginas que consignan entrevistas, observaciones
e interpretaciones de diversos especialistas en asuntos prehispánicos.
El primer capítulo aborda las fuentes
y la nueva epistemología de las culturas maya, náhuatl
y quechua-aymara; el segundo, el análisis de la existencia del
hombre y el Ser más allá de estas civilizaciones; el tercero,
el contacto humano con la naturaleza y los bienes que obtienen de ello
y, el cuarto, similitudes y diferencias entre algunos pueblos de la
civilización antigua.
Realizar estas indagaciones tomó a Hernández
Díaz seis años “por la amplitud del tema. Al considerar
mayas, nahuas y quechuas-aymaras tuve que visitar muchas zonas, además
de realizar entrevistas y hacer observaciones”, señaló.
“Con los mayas recorrí casi todo
Chiapas y ciertas regiones de Yucatán y Campeche, con la finalidad
de apreciar las diferencias entre los originarios de una entidad y otra.
Intenté ir a Guatemala, pero no pude, por falta de dinero”,
apuntó.
Para desarrollar el apartado de los nahuas,
entrevistó a algunos hablantes como Librado Silva Galeana —especialista
en la enseñanza del náhuatl, discípulo de León-Portilla
y colaborador de Carlos Montemayor— y a habitantes de Milpa Alta,
para ahondar en los conceptos rostro y corazón, o flor y canto.
También estuvo en Perú y Bolivia para investigar las filosofías
y cosmovisiones.
Originario de San Andrés Larráinzar,
Chiapas, Hernández Díaz actualmente imparte la materia
optativa Problemas de Filosofía en México y Latinoamérica,
en la FFyL.
Examen
Sobre el trabajo de Hernández, León-Portilla
dijo que “el pensamiento tiene dos peligros; el primero es acartonarse;
el segundo, volverse poeta y cantor, y usted ha mostrado que esto último
es común a las etnias y grupos de los cuales habla”.
Al respecto, el autor de Visión
de los vencidos señaló: “Usted es mayense,
un filósofo descendiente de pueblos originarios, ¿por
qué no se concentró en los tzotziles? ¿Por qué
no tomó en cuenta a los zapotecos?, pues son de los primeros
que usaban la escritura, en cambio, de los aymaras no sabemos que tuvieran
ninguna.
Lo hice, respondió el chiapaneco, “porque
hay mucho en común entre esos grupos. Mayas, nahuas e incas tuvieron
grandes civilizaciones y aunque sé que zapotecos, purépechas,
mixtecos y el resto de los grupos tienen sus propias definiciones, los
elegí por sus grandezas, tradiciones y por lo que he leído”.
Hallar coincidencias en el pensamiento de estas
culturas le sugirió su línea de investigación “que,
admito, es ambiciosa. Lo que siente un quechua-aymara y un maya no es
muy diferente. Percibí cómo se coinciden y eso me llevó
a tomar como tema de tesis a los incas y a los nahuas, grupos con los
que también he tenido contacto”.
Fuentes
Sobre la tesis, Luis Villoro preguntó,
“usted no habla quechua ni otra lengua indígena, ¿de
dónde sacó esto? ¿Cuáles son sus fuentes
del diálogo con estos pueblos?”.
Me gusta la investigación de campo y
las entrevistas, se podría decir que es producto de la versión
oral, respondió Hernández. “El resto lo obtuve de
los libros históricos de la Biblioteca Central, tuve que leer
casi todos para armar el trabajo”.
Como uno de sus principales obstáculos al redactar su texto,
citó los recursos bibliográficos, “porque mi tema
de investigación no es abordado en ningún escrito. Hay
filosofía andina o quechua, pero trabajada desde los autores
clásicos y eso no me sirve”, refirió.
Para entender lo divino
Tras la lectura de la tesis, una duda asaltó
a Villoro, “¿qué entiende Hernández por lo
divino?, pregunta a la que el investigador chiapaneco señaló:
“Estas culturas son muy religiosas, todas las cosas provienen
de un Ser más allá. En maya tzotzil existe la expresión
Jch’ ultotik (‘nuestro sagrado padre’), que
no se traduce por dios; tampoco hay un término para ese concepto
en la lengua, pero sí un equivalente”.
Para ellos, todo fue creado por el Ser sagrado
y consigno esto de manera explícita en el trabajo. Los cerros,
el agua, las personas, el cielo y la tierra tienen un origen divino,
agregó.
“¿En qué basó su
observación?”, fue la última pregunta de Villoro.
“En mi educación, desde chico me dijeron ‘observa
bien lo que tienes que hacer, piensa lo que vas a realizar y reflexiona’;
además, formular preguntas fue mi arma. Al recibir datos, interpreto,
pero sin salir de lo dicho por las personas que consulté. Utilicé
el método hermenéutico en la investigación, tomé
fotos y algunas grabaciones, principalmente en las regiones maya y quechua-aymara”,
concluyó.
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