• Sensible, específico y barato,
detecta cisticercos vivos localizados en el líquido cefalorraquídeo
y permite disminuir el número de resonancias magnéticas
necesarias, de alto costo, dijo Agnès Odile Fleury, del IIBm
de la UNAM
• En la Unidad conjunta de Biomédicas y el Instituto
Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco
Suárez, la investigadora utiliza el HP10 para evaluar la condición
de los pacientes
Para detectar ciertas formas severas de neurocisticercosis,
una infección en la que uno o más parásitos llamados
cisticercos se alojan por periodos variables en el cerebro humano, Agnès
Odile Fleury, del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm)
de la UNAM, propuso un nuevo método diagnóstico, sensible,
específico y de bajo costo.
Se trata de utilizar un anticuerpo monoclonal
que reconoce el antígeno HP10, que secreta el parásito
al estar viable.
El anticuerpo monoclonal, que fue generado
por grupos de investigación europeos que laboran en otra parasitosis
(Taenia saginata), ha sido evaluado por Fleury durante una
década.
“Empezamos a trabajar hace 10 años,
en colaboración con el laboratorio de Edda Lydia Sciutto, del
IIBm, con este método diagnóstico. Lo probamos en pacientes
con neurocisticercosis y vimos que su presencia en suero y líquido
cefalorraquídeo estaba muy sensible y específico de la
forma más severa de la cisticercosis”, explicó la
neuróloga, quien labora en la unidad conjunta del IIBm y el Instituto
Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco
Suárez, con sede en este último.
La neurocisticercosis puede ser una enfermedad
grave
La cisticercosis es una infección heterogénea.
“Hay casos benignos, donde el parásito se aloja en el cerebro
y muere de manera natural, y otros severos, donde se ubica en el espacio
subaracnoideo de la base del cráneo o en los ventrículos;
es vesicular, viable y puede permanecer por meses, incluso años”,
relató.
El daño cerebral se debe al efecto de
masa que produce y/o a la reacción inflamatoria asociada. En
casos severos, el movimiento normal del líquido cefalorraquídeo
se interrumpe y puede llegar a causar hidrocefalia. “Entonces
es una emergencia y si no se pone una derivación ventrículo-peritoneal
a tiempo, el paciente puede presentar graves consecuencias”, apuntó.
En estos casos existen dificultades para detectar
los cisticercos, pues por ser quistes llenos de fluido acuoso, tienen
la misma densidad que el líquido cefalorraquídeo y no
son fácilmente visibles en los estudios de imágenes.
También en estas localizaciones el tratamiento
convencional con la utilización de cestocidos y antinflamatorio
no es muy eficiente y con frecuencia son necesarios varios ciclos, lo
que implica un seguimiento largo y la repetición de los estudios
radiológicos para evaluar el efecto del tratamiento, detalló
la neuróloga.
La presencia de HP10 es específica de
los casos severos
“El interés particular de la detección
del antígeno HP10 en suero y líquido cefalorraquídeo
es que es específico de la forma severa de la parasitosis, es
decir, detecta a los cisticercos si son viables y localizados en las
áreas que puedan generar un cuadro clínico grave”.
Fleury y sus colaboradores han escrito cuatro
artículos científicos en los que proponen al antígeno
HP10 como método diagnóstico. “El más reciente,
publicado en enero de este año, es un análisis prospectivo
para ver el interés en el seguimiento de los pacientes y compararlo
con la resonancia magnética, que es el medio diagnóstico
que se utiliza actualmente”, explicó.
La universitaria documentó que el diagnóstico
con el antígeno es comparable a la resonancia magnética
en sensibilidad y especificidad. “Eso es muy interesante, pues
estas últimas son costosas y no están al alcance de todos”.
Alternar con resonancia magnética
Una primera resonancia magnética es
necesaria para el diagnóstico inicial de la neurocisticercosis,
pues permite estimar la carga parasitaria y la ubicación del
o de los parásitos dentro del cerebro. Sin embargo, para estudios
posteriores y de seguimiento de los pacientes, recomendó alternar
la prueba del antígeno HP10 con la resonancia.
“Pacientes con la forma severa de la
enfermedad requieren de cuatro a 12 resonancias, pues necesitan varios
tratamientos y este estudio era hasta ahora el mejor para evaluar la
funcionalidad del tratamiento”.
En el Instituto Nacional de Neurología
y Neurocirugía se hace una evaluación socioeconómica
a cada paciente y se aplican los estudios a bajo costo, pero ese beneficio
no sucede en otras instituciones del país.
“Nuestros estudios recientes muestran
que podríamos reducir el número de resonancias, que se
realizan cada seis meses, para evaluar el efecto del tratamiento, así
como alternar y usar una vez la detección del antígeno
y otra la resonancia, para disminuir costos, en consideración
del estadio clínico del paciente”, sugirió.
Entusiasmada con un método específico
y de menor costo que el convencional, Fleury destacó que el antígeno
HP10 es una herramienta complementaria de diagnóstico. “Lo
utilizamos tras haberlo probado en más de 100 pacientes, como
documentan los cuatro artículos publicados. Ahora necesitamos
encontrar un mecanismo adecuado para que este medio diagnóstico
sea disponible en las instituciones de salud que lo requieren”,
finalizó.
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