• Pyrodinium bahamense y
Gymnodinium catenatum, dinoflagelados que crecen frente a costas
del Pacífico mexicano, provocan envenenamiento paralizante
por consumo de mariscos, uno de los síndromes más graves
producidos por microalgas en nuestro país
Como respuesta a la contaminación del
mar por aguas residuales y cambios en variables ambientales, las microalgas
Pyrodinium bahamense y Gymnodinium catenatum, dinoflagelados
que crecen frente a las costas del Pacífico mexicano, producen
toxinas que se acumulan en moluscos y afectan a peces y otros organismos
invertebrados. Además, provocan envenenamiento paralizante por
consumo de mariscos, uno de los síndromes más graves por
microalgas en México.
Las toxinas generadas por microalgas causan
cinco tipos de envenenamiento o síndromes: paralizante, amnésico,
diarreico, neurotóxico y el conocido como ciguatera, presentes
en nuestro país, indicó Rosalba Alonso Rodríguez,
del Laboratorio de Biotoxinas del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología
(ICMyL) de la UNAM, Unidad Académica Mazatlán.
“En el Laboratorio estudiamos principalmente
el envenenamiento paralizante, uno de los más graves en la nación;
en importancia le sigue el amnésico, que también analizamos,
así como algunas cianotoxinas que de igual manera existen en
nuestros lagos. Además, en las costas del Golfo de México,
Caribe y algunas islas del Pacífico, iniciamos la exploración
de las ciguatoxinas, causantes de la ciguatera”, dijo.
En el Pacífico mexicano están
los dos dinoflagelados productores de las toxinas causantes del envenenamiento
paralizante: Gymnodinium catenatum y P. bahamense var.
Compressum. De esta especie se conocen dos variedades: la compressum,
que se ha asociado a la producción de toxinas altamente
potentes y la bahamense, considerada en el pasado como no tóxica,
pero en años recientes se le han detectado toxinas; ambas son
morfológica y morfométricamente difíciles de diferenciar,
aclaró Alonso Rodríguez.
P. bahamense var. compressum
es la más conocida porque su toxina puede causar la muerte humana;
es muy frecuente en Guerrero, Oaxaca, Chiapas y en los últimos
años se ha presentado en Michoacán, Jalisco y Colima.
La otra forma, P. bahamense var. bahamense,
hace 10 años sólo se encontraba en el Golfo de México,
“pero hoy también la tenemos en el Pacífico, sobre
todo en las lagunas costeras del Golfo de California.”
P. bahamense es más dañina
que G. catenatum, porque la mayor parte del contenido de la
toxina está como saxitoxina y neosaxitoxina, los derivados más
potentes, mientras G. catenatum produce una amplia variedad
de derivados de alta, media y baja potencia.
Aunque se han presentado casos de intoxicación
por G. catenatum, principalmente en Sinaloa, desde 1970 a la
fecha son pocos los decesos, sólo tres en Mazatlán en
1979. El evento más reciente sin intoxicaciones ocurrió
en marzo-abril de 2013. Caso contrario ocurre con P. bahamense,
que de 1970 a la fecha ha provocado, en el sur del país, más
de 600 intoxicaciones y 38 muertes humanas, con una tasa de mortalidad
de 6.3 por ciento. El evento más reciente sucedió de diciembre
de 2012 a marzo de 2013, refirió.
Las toxinas, defensa contra la agresión
humana
Un factor importante en la aparición
de estas toxinas son las descargas municipales de aguas no tratadas
o parcialmente procesadas, que son fuente de nutrientes, en especial
de nitrógeno y fósforo.
Los residuos industriales, sumados a los municipales,
modifican el equilibrio natural marino, pues ante la alteración
de su hábitat, las microalgas responden con la producción
de toxinas como sustancias de desecho.
“Como una forma de defensa química,
generan esas sustancias, principalmente las paralizantes que contienen,
además de carbono e hidrógeno, nitrógeno, fósforo
y azufre”, explicó la investigadora.
La solución es el tratamiento de las
aguas residuales. Algunos países han dejado de arrojar esos líquidos
a ríos, lagos y mares con buenos resultados, pero lo importante
es tratarlas de manera integral, es decir, no sólo bajar la cantidad
de fósforo, sino también de nitrógeno, acotó.
“Como es más costoso disminuir
el nitrógeno que el fósforo, la mayor parte de las plantas
de tratamiento sólo procesa este último y dejan pasar
al primero”.
Otra recomendación es que el agua de
lastre de los barcos –para lo que también hay normas–,
se descargue en un radio de entre 12 ó 20 millas, según
el país. Ello es importante porque las embarcaciones llevan agua
de una región y la descargan en otra, y ese recurso natural contiene
quistes, una forma resistente originada por varios de los dinoflagelados
productores de toxinas.
“Existen dos tipos de quistes: temporal
y resistente. El primero se forma por una variación en las condiciones
ambientales desfavorable a la especie, que como respuesta forma una
capa que la protege mientras las favorables son restablecidas.
El resistente se forma por reproducción
sexual, por combinación del material genético de dos células.
Ni los ácidos más potentes pueden destruirlo y permanece
viable hasta 100 años en los sedimentos, en espera de condiciones
y clima propicios para germinar, concluyó.
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