• Para el 2025, en México
habrá cerca de 212 mil casos y casi 160 mil decesos por ese
padecimiento asociado con diabetes, hipertensión y daño
congénito, refirió Malaquías López Cervantes,
de la Facultad de Medicina de la UNAM
• De 83 unidades de hemodiálisis del país analizadas,
una de cada cuatro tiene carencias de personal e infraestructura
• El epidemiólogo dirigirá un proyecto para que
nefrólogos capaciten a internistas y médicos generales
en la detección preventiva del daño renal en diabéticos
Para el año 2025, en México habrá
cerca de 212 mil pacientes con enfermedad renal crónica y causará
el deceso de casi 160 mil personas, estima un diagnóstico elaborado
por 12 especialistas coordinados por Malaquías López Cervantes,
epidemiólogo de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
El estudio Enfermedad renal crónica
y su atención mediante tratamiento sustitutivo en México,
editado por esta casa de estudios, revela que actualmente existen
más de 129 mil pacientes en la etapa terminal de esa patología,
que requieren diálisis para mantenerse con vida, pero menos de
la mitad –unos 60 mil– reciben tratamiento.
“Al alcanzar su estado terminal, si
no es tratada de manera efectiva, esa afección conduce a la muerte
en poco tiempo, pues es discapacitante y progresiva”, explicó
López Cervantes, jefe de la Unidad de Proyectos Especiales de
Investigación Sociomédica de la FM.
Aunque en algunos casos su origen es congénito,
es una complicación frecuente de la diabetes mellitus y la hipertensión
arterial, dos padecimientos frecuentes en el país, con prevalencias
de 7.2 y 16.3 por ciento, respectivamente.
Diálisis y hemodiálisis
Ante la falla en riñones, los pacientes
requieren un tratamiento de sustitución, que puede ser diálisis
peritoneal, hemodiálisis o trasplante renal. La primera es un
método antiguo muy utilizado en el país, que consiste
en hacer una abertura en el abdomen por donde se inyectan y se extraen
líquidos para hacer un lavado peritoneal.
“Sin embargo, a la larga ocasiona infecciones
que generan adherencias, hasta que ya no funciona adecuadamente. Por
eso, después de un tiempo a muchos pacientes los cambian a hemodiálisis”,
comentó.
La hemodiálisis es una técnica
más moderna que usa máquinas para realizar la función
renal fuera del organismo. Se requiere una pequeña operación
en un brazo para instalar una fístula, una conexión entre
vena y arteria en la que se conecta el aparato para simplificar el proceso
de cambio de líquidos.
Mientras se hace esta cirugía, que requiere
tres meses para madurar, a los pacientes se les coloca un catéter
o tubo de plástico por debajo de la clavícula, dirigido
al corazón.
“Este proceso provisional representa
cierto riesgo, pues el catéter puede causar una infección
generalizada e incluso la muerte, por lo que no debe durar más
de tres meses (tiempo en que debe estar lista la fístula del
brazo), pero en la mayoría de las unidades que visitamos no había
pacientes con fístula, sino con catéter”, señaló.
Los especialistas encontraron que muchos enfermos
llevan tiempo prolongado con catéter debido a la falta de cirujanos
vasculares que hagan la fístula, en otros casos, piensan que
da lo mismo usar ambos métodos.
En cuanto al trasplante de riñón,
es una alternativa adecuada sólo para pacientes más jóvenes
o para aquellos cuyo estado de salud no esté muy deteriorado
y puedan tolerar ese proceso. “En México se realizan pocos,
debido a la escasa donación de órganos. Es una alternativa,
pero requiere de una campaña intensiva para promoverla”,
precisó López Cervantes.
Fallas en las unidades de diálisis
En el estudio coordinado por el epidemiólogo
universitario se evaluaron 83 unidades de hemodiálisis en varias
ciudades del país, en las que se tomaron en cuenta la eficiencia
del servicio, la calidad de las instalaciones y la preparación
del personal médico y de enfermería, de acuerdo a la normatividad
vigente de la Secretaría de Salud.
Se encontró que una de cada cuatro tiene
deficiencias graves en la preparación del personal o carencias
en la infraestructura, que van desde la falta de un nefrólogo
(existen alrededor de 900 en el país y menos de 700 están
certificados), hasta la baja calidad del agua que se utiliza.
“Se trata de pequeños changarros
con pocas máquinas, ubicados en las capitales de los estados;
más bien parecen negocios que locales médicos”,
describió.
En la evaluación detectaron tres niveles
de instalaciones: las que cuentan con la gran mayoría de lo necesario
y tienen buenas condiciones; las intermedias con infraestructura adecuada,
pero sobrecarga de pacientes (caso común en el sector público)
y las que están en situación inaceptables y son comparadas
con changarros.
El investigador consideró que el aumento
de personas con enfermedad renal crónica se ha visto como un
nicho de oportunidad para pequeños negocios de este tipo, que
operan con limitaciones de recursos y de operación. “Cada
paciente requiere tres sesiones de tres horas a la semana”, apuntó.
En México, la mayoría de los
afectados utilizan diálisis peritoneal y muy pocos recurren a
la hemodiálisis, por ser costosa y depender de equipos importados.
La relación es inversa a la tendencia
de los países desarrollados, donde cerca del 80 por ciento de
los pacientes se trata con hemodiálisis y 20 por ciento con diálisis
peritoneal.
“En la nación los nefrólogos
han pensado en cambiar esta tendencia, pero con las condiciones que
tenemos sería desastroso, pues el costo sería elevado
y los resultados inadecuados por la falta de una buena definición
de los establecimientos autorizados para dar el tratamiento y una buena
supervisión”, consideró.
Capacitar para prevenir
Para afrontar este problema, López Cervantes
encabeza un nuevo proyecto apoyado por el Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología, para que nefrólogos capaciten a médicos
generales e internistas en la detección temprana del daño
renal en diabéticos. “Ello podría ayudar a prevenir
o posponer la enfermedad”, afirmó.
Se planea realizar este proyecto de capacitación
en cuatro estados de la zona occidente del país y hasta ahora
están comprometidos Jalisco y Nayarit, concluyó.
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