Boletín UNAM-DGCS-512
Ciudad Universitaria
06:00 hrs. 26 de agosto de 2013.


Patrick Johansson

           


UN DÍA EN LA VIDA DE UN MACEHUAL


• Algunos aspectos de la existencia en la época prehispánica

¿Cómo era la vida cotidiana de los antiguos mexicanos? Según las crónicas de los frailes evangelizadores y sus informantes indígenas, la civilización mexica poseía una visión del mundo sagrada y sacralizada y, por lo tanto, se reflejaba en la vida diaria.

Hoy, los historiadores continúan con sus indagaciones sobre aspectos del entorno de la época prehispánica en las fuentes disponibles: los códices mexicanos, de singular “lectura” y sorprendente “lenguaje”, porque se trata de imágenes que relatan historias, conocimientos y sentimientos, es decir, otra manera de registrar los hechos sociales trascendentes.

Patrick Johansson, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, señaló que aunque el macehual (clase social que estaba por encima de los esclavos) no pertenecía al grupo de los tlamatinime (término náhuatl que significa “los que saben algo” o “los que saben cosas”), que poseían la fuerza del poder y del saber, estaba sumergido en el mundo sagrado y vivía al unísono con él. Todo era significativo: los colores y la textura de la tierra; el rumor del viento; el canto de las aves, en particular el canto del búho que podía ser nefasto.

El día empezaba al levantarse temprano. Los macehuales tomaban el neuhcayotl (desayuno en náhuatl) en la casa, cerca del fogón; de los alimentos, correspondía media tortilla para el niño. Se dirigían al campo y con la ayuda del hijo comenzaban a labrar. Había rituales con oraciones: sembraban palabras, a la vez que semillas. Todo estaba lleno de espiritualidad, lo que nos falta a nosotros hoy día, lamentó Johansson.

Esa escena se repetía en todos los oficios: el artesano, el carpintero o el comerciante, tal como está plasmado en el Códice Mendocino. Sin embargo, la vida del macehual era difícil. En el proceso educativo había castigo para los jóvenes que consistían, entre otras cosas, en dormir en el piso húmedo o en aspirar humo de chile, apuntó.

En el mencionado Códice se destaca, de manera especial, la preocupación de los antiguos mexicanos por la educación. Las imágenes de los padres mexicas que dedicaban a sus hijos al Techpocalli o al Calmecac (las escuelas mexicas) son elocuentes.

“La educación, huapahualiztli, era el punto clave del mundo cotidiano hasta los 15 años”, indicó el historiador universitario. “Era importante educar, tarea que recaía en el padre o la madre y luego en la escuela, en función de lo que iban a ser después: sacerdotes o guerreros, y castigaban, eventualmente, lo que no estaba bien para enderezar el camino”.

Respecto de la fiesta, presente en la cotidianidad ancestral mexicana, Johansson indicó que hay dos palabras para designar el concepto “día”: tonalli, que remite al Sol y a la carga de un día del destino, e ilhuitl. Fiesta también se dice ilhuitl, de manera que sorprende que “día” signifique fiesta, todos los días son de fiesta. Aún más: festejar en náhuatl se dice ilhuiquixtia, cuyo significado “sacar el día” era para ayudar al Sol.

Otro aspecto de la vida diaria era el respeto, sobre todo a los ancianos y a los padres, explicó el académico, cuyo testimonio más fehaciente se encuentra en el Huehuetlahtolli.

Frente a la enfermedad, la respuesta era singular. “Si enfermaban iban con el ticitl, un sacerdote o sacerdotisa”.

La relación ticitl-paciente tenía algo de consulta psicoanalítica. “Con las fuerzas del mundo, van a buscar el alma en diferentes lugares, pero desafortunadamente hay cosas que se pierden porque no tenemos ningún testimonio de la práctica de un ticitl precolombino”.

En cuanto a la comida, los antiguos mexicanos disponían de diversos alimentos, por ejemplo, el cacao que bebían con agua, en frío. “Comían poco y su fuente de alimentación era el maíz, por razones religiosas, porque el cuerpo del hombre es maíz; incluso no poner sal a la comida era una penitencia. La fiesta de cada ocho años, de los tamales sin sal, Atamalcualiztli, también era una penitencia”. Comer carne no era habitual porque los animales también eran sagrados, aunque se permitían esos sabores.

Los macehuales están muy cerca de la naturaleza y desde la perspectiva de Johansson comer poco representa una filosofía. “Bernal Díaz miente, o por lo menos exagera, cuando dice que Motecuhzoma tenía como 300 platillos, porque por mucho que fuera el tlahtoani, tenía la filosofía de no quitar al mundo demasiado”.

Si el indígena iba al bosque por leña o madera, pedía permiso; en un acto de respeto solamente tomaba lo que necesitaba para el día, aún y que la comida del macehual era muy variada. No acumulaba. Comer poco, lo suficiente para su cuerpo era una buena costumbre. De ahí que el historiador esté convencido de que ganaron los productos mexicas. Hoy la comida actual en México es más indígena que española.

“El guiso y el sabor es de las dos culturas, pero me parece que el genio de la comida mexicana está más cerca del México antiguo sin ser igual”, concluyó.

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Fotos

Patrick Johansson, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.