Ante los riesgos económicos, ambientales y sociales
que representan los incendios forestales, 90 por ciento de ellos
provocados por el hombre, se requieren métodos de alerta
temprana a fin de prevenirlos y controlarlos.
Con el propósito de establecer un sistema de
monitoreo forestal, Lourdes Villers Ruiz, del Centro de Ciencias
de la Atmósfera (CCA) de la UNAM, desarrolla un sistema
de prevención a partir de variables meteorológicas
(precipitación pluvial, dirección y velocidad
del viento, radiación solar y temperatura) asociadas
al proceso de secado de la hojarasca y los troncos caídos
en los bosques, así como la humedad del suelo, lo cual
facilita su combustión.
“Mi propuesta tiene como base un modelo desarrollado
hace 30 años por el Servicio Forestal de Canadá,
cuyo éxito relativo consiste en formular pronósticos
de corto plazo, para dos o tres días, sobre la probabilidad
de un incendio, tal como se hace el pronóstico del tiempo”,
dijo la investigadora.
Una primera fase del proyecto consistió en realizar
los ajustes pertinentes al esquema con los parámetros
mexicanos, pues son distintos porque dependen de la latitud,
longitud y volúmenes de precipitación pluvial.
Posteriormente, con apoyo del Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología, se establecieron cinco estaciones meteorológicas
en el Parque Nacional “La Malinche”, a tres mil
metros sobre el nivel del mar, hecho inusitado en la región,
porque no había estaciones meteorológicas en la
montaña.
Desde entonces, la bióloga y su equipo han recolectado
los datos arrojados, que se registran en una base acumulada
durante ocho años, trabajo que ha sido reportado en revistas
especializadas.
En la actualidad, la investigadora analiza diferentes
parámetros, a fin de establecer condiciones de propensión
a incendios: datos para determinar el grado de humedad del suelo
en ciertas condiciones, la rapidez con que se secan los combustibles
(material del bosque) y su diámetro, entre otros, que
también permiten validar los informes meteorológicos
y el modelo.
Si en determinado tiempo se registran cantidades de
lluvia bajas o nulas, temperatura, radiación solar o
viento, es posible formular una especie de semáforo de
prevención, basado en datos meteorológicos validados
en campo, precisó Villers.
Contrario a lo que pudiera suponerse, no se trata de
hacer predicciones. Se pretende establecer un indicador para
mostrar que existen las condiciones meteorológicas, validadas
con notas y cifras históricas para alertar, con alta
probabilidad, que haya un incendio en un área extensa
del bosque que ha sido monitoreado, reiteró.
Respecto de las causas que originan esos siniestros,
enumeró las actividades antropogénicas. “El
90 por ciento de ellos es provocado por el hombre. Hay que considerar
que las zonas agrícolas y las boscosas son limítrofes,
además, la práctica tradicional de la quema de
esquilmos agrícolas, el turismo y la temporada de secas
(cuatrimestre que va de febrero a mayo) aumentan el riesgo”.
La investigadora aseguró que una fase del modelo, que
representa un avance sustantivo, es haber validado la humedad
del material boscoso. “Obtuve datos de cómo se
secan los combustibles y el suelo de la zona de La Malinche.
Podemos precisar en cuántas horas seca un leño
de tres centímetros, al igual que uno más grueso”.
Una de las expectativas de la universitaria es la idea
de concretar una alarma para prevenir incendios y que cada área
natural protegida cuente con un semáforo.
Por lo pronto, inició una red de datos de estaciones
meteorológicas cercanas a los parques nacionales del
centro de México. El área empieza en el Nevado
de Toluca, pasa por el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl,
La Malinche –base de referencia–, hasta el Pico
de Orizaba, en la vertiente interior, la parte tradicionalmente
seca. “Lo deseable es que cada uno sea monitoreando de
manera independiente”, concluyó.
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