Hacia 1983, John Robin Warren y Barry Marshall, médicos
e investigadores australianos, descubrieron que la causante
de muchas de las gastritis y de las úlceras pépticas
era la bacteria Helicobacter pylori, ligada al desarrollo
de cáncer gástrico, segunda causa de muerte en
el mundo dentro de las enfermedades neoplásicas (en 1994,
la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer
la clasificó como un carcinógeno del grupo 1).
En la actualidad, se calcula que 50 por ciento de la
población del planeta está infectada con H.
pylori, y según un estudio de 1998, el 66 por ciento
de los mexicanos es seropositivo.
De ese 50 por ciento, la mayor parte permanecerá
asintomática o padecerá gastritis leve, y de ese
porcentaje, de 10 a 15 por ciento desarrollará una úlcera
péptica.
Esta última se clasifica en úlceras gástricas
y duodenales. H. pylori es responsable del 80 por ciento
de las primeras, y de casi 95 por ciento de las segundas. Con
respecto al cáncer gástrico, de uno a tres por
ciento de los infectados corre riesgo de desarrollarlo.
Irma Romero Álvarez, investigadora del Departamento
de Bioquímica de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM,
dirige un estudio de la actividad anti-Helicobacter pylori
de extractos y compuestos aislados de diversas plantas
medicinales mexicanas.
Al principio, con el apoyo de científicos del
Instituto de Biología (IB), Romero Álvarez y sus
colaboradores identificaron tanto las plantas comerciales que
se vendían en el Mercado de Sonora, como las colectadas
por ellos para combatir trastornos gastrointestinales o de dolor
de estómago, y escogieron las que tenían mejor
actividad anti-Helicobacter pylori. Desde entonces
las analizan para tratar de discernir cómo actúan.
“Trabajamos en el laboratorio con la bacteria
in vitro y probamos la actividad gastroprotectora y antiinflamatoria
de las plantas medicinales en ratones. Nuestra investigación,
que lleva varios años, es básica y multidisciplinaria:
también participan investigadores de la Facultad de Química
(FQ) y del IB, así como del Cinvestav del Instituto Politécnico
Nacional”, añadió.
Entre las plantas medicinales analizadas por los universitarios
están el cuachalalate, la hoja del aguacate, estafiate,
hierba del cáncer, yerbabuena, chirimoya, algunos epazotes,
árnicas, y la chupandilla.
La primera fue el cuachalalate, porque es una de las
más famosas. En la FQ ya se habían estudiado sus
propiedades gastroprotectoras y antiinflamatorias, pero no se
sabía si tenía un efecto anti-Helicobacter
pylori.
En cuanto a la chupandilla, hallaron que se usaba como
adulterante del cuachalalate. Científicos del IB les
dijeron que, debido a la escasez de esta última, los
vendedores suelen complementarla con un poco de la primera.
“Al estudiarla por separado, nos dimos cuenta
de que, incluso, era más activa que el cuachalalate para
eliminar a la bacteria in vitro. De este modo decidimos analizarla
a profundidad porque no había muchos estudios químicos,
microbiológicos, gastroprotectores, ni antiinflamatorios”.
Fraccionaron la chupandilla con distintos solventes
y observaron, en primer lugar, la actividad anti-Helicobacter
pylori de sus extractos; luego vieron su toxicidad, pues
para pasar a una fase posterior es necesario saber si son tóxicos
o no.
Así detectaron dos extractos: uno hexánico,
que tiene una adecuada actividad contra la bacteria, y propiedades
antiinflamatorias y antiulcerosas importantes, pero del que
se obtienen pequeñas cantidades, y otro metanólico,
que tiene menos actividad anti-Helicobacter pylori y
propiedades antiinflamatorias que el hexánico, pero es
un excelente gastroprotector y de él se pueden extraer
cantidades importantes.
“Lo que queremos es comprobar si las propiedades
que se les atribuyen son ciertas, y a partir de ahí,
tratar de aislar los compuestos que podrían llegar al
mercado como un nuevo antibiótico, aunque sabemos que
las probabilidades de que un compuesto obtenido por nosotros
llegue son bajas”, reconoció Romero Álvarez.
Actualmente, los extractos de plantas reciben apoyo,
porque la ONU se percató que la gente sigue con su uso
como una fuente alternativa de medicamentos.
“Contienen muchos compuestos que pueden tener
efecto sobre distintas sintomatologías. En el caso de
la gastritis y la úlcera péptica, un extracto
que mate a la bacteria, sea gastroprotector y antiinflamatorio,
y no cause tantos efectos colaterales, sería quizás
un artículo más viable que un nuevo antibiótico.
Por eso nuestra idea no es sólo contribuir al desarrollo
de un nuevo fármaco, sino poner en manos de la población
uno o varios extractos que permitan tratar, directa e integralmente,
esos padecimientos”, indicó.
Recientemente, los investigadores realizaron un experimento
piloto para ver si el extracto metanólico de la chupandilla
podía tener no sólo actividad gastroprotectora,
sino resolver la úlcera gástrica. Lo administraron
en ratones con úlcera inducida por alcohol y obtuvieron
una mejora significativa. Con los datos que recopilen estarán
más cerca de pasar a la siguiente etapa, la clínica.
“Nuestra intención es completar los estudios
preclínicos en ratones y pasar a la etapa final: la clínica
en seres humanos. Para ello necesito asociarme con alguien que
trabaje la farmacología de los compuestos que vayamos
a probar”, apuntó.
Debido a que a la fecha no hay una vacuna contra H.
pylori, otra línea de estudio de Romero Álvarez
y sus colaboradores es probar si los extractos y compuestos
que han aislado son capaces de inhibir los procesos de colonización
de esa bacteria, con lo que incidirían en la prevención
de los padecimientos que ocasiona.
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