Después de casi 10 años de intensa y
fructífera investigación y del trabajo de un grupo
de mujeres del pueblo de Sisal, en la costa yucateca, ya funciona
la primera granja exitosa en el mundo de cultivo de pulpos,
en este caso, de la especie Octopus maya, endémica
de la región.
“En otras partes se han hecho intentos, pero
enfocados sobre todo a la engorda, que es diferente a criarlos
desde la eclosión de los huevecillos”, dijo Guadalupe
Villegas Bárcenas, del posgrado en Ciencias del Mar y
Limnología en la Unidad Multidisciplinaria en Docencia
e Investigación (UMDI) campus Sisal, Yucatán,
de la UNAM.
En acuacultura hay una lista larga de variables físicas,
químicas y biológicas, que se deben considerar
para cultivar una especie. “La dieta es quizá un
factor crucial en el éxito del cultivo. Garantizar la
sobrevivencia y el crecimiento con una buena condición
nutricional es un reto que se mantiene durante todo el proceso”,
comentó.
Reproducción en el medio natural
Estos animales inician su reproducción con el
cortejo, en el que el macho y la hembra despliegan movimientos,
cambian de color uno frente a la otra, y en cierto momento,
el macho deja su esperma en la pareja. En la parte terminal
del tercer brazo o tentáculo de aquél, hay una
estructura con la que introduce los espermatóforos o
paquetes espermáticos en la cavidad del manto de su compañera.
“Los espermas vienen en conjunto, digamos que
empaquetados, de ahí su nombre. Una vez que están
dentro de la cavidad, los óvulos son fecundados; posteriormente,
la hembra los expulsa y los lleva a una cueva que ha preparado
como refugio para que continúen su desarrollo”,
explicó Villegas Bárcenas.
En la plataforma continental de Yucatán, específicamente
la región de Sisal, hay bastantes formaciones de carbonato
de calcio, que al ser perforadas por el agua que se filtra,
permiten que se formen cavernas marinas. Entre éstas,
la hembra busca una y la acondiciona para colgar en el techo
sus huevecillos alrededor de un filamento que recuerda un racimo
de uvas.
Durante la puesta y desarrollo embrionario -que dura
alrededor de 45 días, desde que cuelga los racimos hasta
que el animal eclosiona o sale del huevo-, se dedica a cuidarlos.
En todo momento, los protege de los depredadores, y con aire
que arroja por una estructura conocida como sifón los
mantiene limpios de parásitos.
La universitaria indicó que en “este proceso,
que es el único reproductivo en su vida, ella deja de
alimentarse, y días después de la eclosión
muere de inanición”.
La cosecha
Una de las características de Octopus maya
es que presenta “desarrollo directo”, es decir,
nacen con las características físicas de un adulto.
“No tienen una etapa larvaria, y en ello radica gran parte
del éxito de la cría en cautiverio, porque otras
especies sí tienen, y alimentar una en cultivo es muy
difícil”, expuso.
El peso de cosecha dependerá del mercado al
que se destine, pues hay quien prefiere adultos o un pulpo pequeño.
En Sisal se cultiva el octopus baby, de 100 gramos
de peso promedio, preferido por un tipo de mercado conocido
como gourmet.
De este tamaño es muy dúctil en la cocina,
porque permite prepararlo de diversas maneras, y su carne es
muy suave. Entre las ventajas económicas para el productor
están que necesita menos trabajo y alimento, y su precio
de mercado es mayor al del pulpo adulto.
Dos patentes a favor de la UNAM
La investigación del pulpo en la UMDI se divide
en dos áreas de trabajo. Una es propiamente la de investigación,
el área experimental, y la otra es la de cultivo, en
la que está integrada la cooperativa. Las dos trabajan
en estrecha colaboración.
El cultivo se inicia en el área de reproducción,
a la que llegan los pulpos silvestres adultos, hembra y macho,
capturados por los pescadores. Una vez que ella ha hecho el
filamento con los huevos adheridos, estos últimos son
retirados y colocados en incubadoras en las que se intenta reproducir
el ambiente de la cueva.
Las incubadoras utilizadas en su sistema de producción
son resultado del trabajo de estudiantes de posgrado y de los
investigadores de la UMDI. Desde 2010 están patentadas
a favor de la UNAM.
Al eclosionar, las crías se llevan a las áreas
de pre-engorda y engorda sucesivamente, donde son alimentadas.
“En el cultivo, ese proceso es considerado por algunos
investigadores como el factor más importante, porque
en ello radica la viabilidad económica del proyecto”,
apuntó.
En su ambiente natural, comen principalmente crustáceos
–como las jaibas, sus preferidas-, peces y otros cefalópodos.
En cautiverio, si no aceptan lo que se le brinda, o si no es
lo suficientemente nutritivo, el proyecto de cría no
funciona.
En otras partes del mundo se han utilizado desde barritas
de surimi -pescado molido con colorantes artificiales-, pollo
congelado, e incluso croquetas de perro. “Estos primeros
intentos fueron prácticamente de prueba y error”,
relató.
En 2010, Rosario Martínez (de la Universidad
Autónoma de Guanajuato) desarrolló un alimento
con jaiba y calamar, entre otras cosas, que fue bien aceptado.
“En la UMDI, se hicieron pruebas en las que se alimentó
a Octopus maya con jaiba fresca, lo mejor que se podía
ofrecer, pero a un precio muy elevado. Sin embargo, como daba
buenos resultados se empleó como dieta control en experimentos”,
señaló VillegasBárcenas.
“Los trabajos de Rosario Martínez, y muchos
otros antes del suyo, son muy importantes porque fueron el inicio
de una serie de experimentos que nos permitieron desarrollar
un alimento de buena calidad a un costo menor, con el que las
crías crecen bastante bien.
“Hicimos experimentos con algunos ingredientes
y cantidades hasta que se logró una fórmula adecuada
en nutrimentos y costos de producción, porque uno de
los problemas en el cultivo es la viabilidad y rentabilidad.
Ya está en proceso la patente que permitirá a
la UNAM comercializarla”, acotó.
Nacimiento de la cooperativa de mujeres
En la comunidad de Sisal hay una división del
trabajo en la que los hombres, principalmente, salen a pescar,
en tanto que las mujeres venden el producto de la pesca de la
jornada, pero guardan una parte para el consumo familiar.
La pesca artesanal es la principal actividad económica,
y una de las pesquerías más importantes en el
país. Sin embargo, durante el periodo de veda, de seis
meses, no se puede extraer el producto, por lo que en ese lapso,
algunos practican otros oficios en pueblos vecinos, o en la
ciudad de Mérida.
En 2005, con el objetivo de conservar la especie y
como una alternativa económica que proporcione ingresos
durante la veda, la UNAM invitó a la comunidad a unirse
al proyecto.
“De entrada, los hombres se negaron a participar,
pero siempre hay mujeres muy entronas y propositivas, y con
ellas, unas seis u ocho, inició la tarea”, recordó
la investigadora. “Más tarde, algunos compañeros
pescadores se integraron. Después de algunos años
de investigación y del trabajo de las señoras,
se pensó en formar una cooperativa, a la que se llamó
Moluscos del Mayab, con lo que se hace alusión a la biología
de la especie y a la región”.
Aunque todavía no es mucha –porque la
producción si bien es comercial, aún está
en etapa piloto-, ya hay cierta ganancia. En el momento que
la producción sea a gran escala, serán mayores.
“Pero esta remuneración, aunque pequeña,
les funciona”, consideró.
Producción de conocimiento
El grupo de cultivo está formado por investigadores
de la UMDI y estudiantes de posgrado de diversas partes de la
República y del mundo, que aportan el conocimiento adquirido
en sus experimentos. Se forma una mancuerna con los miembros
de la cooperativa en un flujo bidireccional entre la ciencia
y el conocimiento del entorno, y la experiencia de los habitantes
de este pueblo costero.
“Carlos Rosas, Pedro Gallardo, Cristina Pascual,
Maité Mascaró, Claudia Caamal (todos de la UMDI),
son algunos capitanes de esta gran tripulación”,
concluyó.
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