Una queja constante entre adultos mayores (individuos
de más de 65 años), es que no duermen bien durante
la noche. Por ello, José Moisés Álvarez
Rueda, jefe de la Unidad de Psicofisiología del Departamento
de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina
(FM) de la UNAM, ha estudiado la caracterización del
ciclo vigilia-sueño en ese sector poblacional.
Hacia 1998, con sus colaboradores, se propuso explorar,
desde el punto de vista polisomnográfico –del registro
del sueño de toda la noche– a 14 adultos mayores,
cuya queja principal fue que no tenían un proceso reparador.
“Eran individuos jubilados, sin una actividad
productiva, que acudían diariamente a un centro de esparcimiento
y trabajos manuales que les permitía convivir entre ellos.
Pero al regresar a casa y acostarse, no conciliaban un sueño
adecuado, continuo. Entonces, los invitamos a hacerles un polisomnograma
dos noches seguidas”, dijo el investigador.
El concepto “sueño reparador” se
relaciona no sólo con la cantidad de horas que duerme
una persona, sino también con la calidad de su ciclo
vigilia-sueño.
Una vez que Álvarez Rueda y sus colaboradores
obtuvieron los resultados de ese estudio, los compararon con
los de otro que habían realizado años antes con
19 adultos jóvenes universitarios, para caracterizar
el sueño en adultos jóvenes sanos, que en 1984,
se publicó en la revista Salud Mental.
“Así, vimos que los adultos mayores no
se habían habituado fácilmente a las condiciones
de registro del sueño en la primera noche y que batallaban
más para dormirse; es decir, la latencia al sueño,
concepto con el que identificamos esta variable, fue un poco
más larga en ellos que en los jóvenes universitarios”,
indicó el investigador.
El sueño es una función del organismo
espontánea, periódica, con un ritmo; se conforma
por distintas fases conocidas como del ciclo vigilia-sueño:
la de vigilia antes del sueño (o de latencia al sueño),
que dura entre 10 y 15 minutos; la I, II, III y IV (o fases
del sueño de ondas lentas), y la del sueño con
movimientos oculares rápidos (MOR), que se presenta,
por primera vez, a los 120 minutos, y después, cada 90.
“En esta última es en la que soñamos,
tenemos mayor actividad cerebral y aumenta la síntesis
proteica, que nos permite consolidar la memoria, es decir, lo
que hemos aprendido en el día. Ahora bien, el llamado
sueño reparador no se alcanza durante la fase con movimientos
oculares rápidos, sino durante la de ondas lentas.”
Desde el punto de vista de Álvarez Rueda, lo
más importante que él y sus colaboradores hallaron
en su estudio fue que las fases III y IV (integradas ahora bajo
el nombre de sueño delta) duraban tanto en éstos,
como en los jóvenes universitarios.
“A nivel internacional, algunos autores creían
que estas fases no se presentaban en los adultos mayores. Sin
embargo, hoy sabemos que alrededor del 15 por ciento de su sueño
corresponde a ellas, como sucede con los jóvenes”,
comentó.
Durante las fases de ondas lentas se alcanza el sueño
reparador, no se sueña y disminuye la actividad muscular,
cardiaca y respiratoria, resumió.
Asimismo, durante la fase II aparecen los llamados
complejos K y los husos del sueño, dos tipos de ondas
más o menos particulares a las cuales se les ha tratado
de relacionar también con la consolidación de
la memoria.
La fase II dura alrededor de 45 por ciento del sueño
total; la de sueño con movimientos oculares rápidos,
20 por ciento, y las III y IV (sueño delta), de 20 a
25 minutos. El resto correspondería a la fase I y a la
de vigilia antes del sueño.
Los adultos mayores del estudio presentaban, como ya
se mencionó, una fase de vigilia antes del sueño
más larga, es decir, “batallaban más para
dormirse. Esto es característico en muchos de ellos,
pues como consecuencia de su poca actividad, suelen dormir en
el día, lo que los lleva a tener un proceso nocturno
fraccionado”.
A todas las personas que presentan trastornos se les
sugiere mejorar sus hábitos. “Lo principal es que
se vayan a la cama a una misma hora, no muy temprano ni tarde,
entre las 10 y 10 y media, o entre 10 y media y 11 de la noche.
También es importante que se despierten a una misma hora,
temprano, incluso sábados y domingos; que hagan un poco
de ejercicio en la mañana, no en la noche, porque éste
tiende a estimular.
“Si desean tomar una breve siesta, que lo hagan
en un sillón, no en la cama; que se beban el último
café luego de la comida, alrededor de las cuatro de la
tarde; que no cenen mucho, y no vean televisión, oigan
la radio, ni lean en la cama antes de dormirse. Se vale que
beba una pequeña copa de alcohol, no con regularidad,
luego de la cena”, aconsejó el investigador.
Por otro lado, para que un especialista tenga la oportunidad
de evaluar con precisión el sueño de un adulto
mayor, es necesario que éste indique qué medicamentos
toma, pues algunos pueden alterar el ciclo vigilia-sueño.
De igual manera, analizar la posibilidad de que esté
deprimido o tenga ansiedad, a fin de considerar todas las variables.
Enfermedades como Alzheimer, Parkinson o demencia senil,
pueden modificar ese ciclo. En cuanto a los hipnóticos
(medicamentos para dormir), el investigador universitario indicó
que no es conveniente tomarlos por tiempo prolongados, como
máximo dos semanas.
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