Desde hace casi 20 años, en la clínica
médica se utiliza un grupo de sustancias conocidas como
estatinas, para disminuir la concentración de colesterol
en la sangre y los tejidos; sin embargo, pueden ocasionar ciertos
problemas de salud a quienes las consumen.
De ahí que Juan Cuauhtémoc Díaz
Zagoya, del Departamento de Bioquímica de la Facultad
de Medicina (FM) de la UNAM, haya iniciado el proyecto de investigación
“Estatinas, colesterol y mortalidad”, en el que
se han probado cuatro sustancias del grupo (actualmente se examina
la quinta y se tiene en mente una más en la próxima
sesión del verano de investigación).
“Las estatinas son la primera opción para
controlar los niveles elevados de colesterol que aparecen como
consecuencia de una dieta rica en grasas, o un descontrol en
la producción interna”, dijo.
El lípido referido se forma, en su mayor parte,
en el hígado, y en menor medida, en el intestino delgado,
la piel, la corteza adrenal y las gónadas. Entonces,
las sustancias se acumulan en el primer órgano y ahí
producen su efecto: bloquean la enzima que da origen al mevalonato
–molécula que hace las veces de intermediaria en
la síntesis del colesterol y de otros compuestos–,
con lo que se impide la formación excesiva de aquél.
Pero las estatinas generan lo que se llama efectos
pleiotrópicos, es decir, aquellos que son adicionales,
unos favorables, otros no, a los esperados: la disminución
de la concentración de colesterol en la sangre y los
tejidos. Dentro de los primeros está, por ejemplo, la
protección de las arterias, y entre los dañinos,
el impacto en algunas estructuras, como las mitocondrias.
“El peligro es que lleguen a bloquear la formación
de esos otros compuestos, importantes desde el punto de vista
biológico, como la coenzima Q10, o ubiquinona, que juega
un papel esencial en la cadena respiratoria mitocondrial; si
es bloqueada su formación, se produce un trastorno serio
en la estructura y función, que puede llegar a ser incompatible
con la vida”, añadió.
Aunque son la primera opción para controlar
los niveles elevados de colesterol, si se administran en exceso
o si se acumulan (algunas son liposolubles, es decir, se solubilizan
en grasas), pueden ser tóxicas, reiteró.
De manera experimental, Díaz Zagoya y sus colaboradores
han visto que al suministrarse a ratones de laboratorio (más
sensibles a dichas sustancias) dosis altas –mayores que
las que se emplean en la clínica– y una dieta rica
en colesterol, se registra mortalidad en tiempos cortos.
“Pensamos que es consecuencia del efecto de las
estatinas en las mitocondrias, que son las que nos permiten
respirar a nivel celular. En dosis altas, y con niveles elevados
de colesterol, producen efectos indeseables”, abundó.
En el caso de los seres humanos se emplean cantidades máximas,
del orden de 60 miligramos para un sujeto adulto con un peso
de entre 60 y 70 kilogramos (aproximadamente un miligramo por
kilogramo de peso). Los universitarios utilizan dosis más
altas: desde 35 miligramos por kilogramo de peso, hacia arriba.
“Lo que queremos es ver en un lapso reducido
los efectos que se verían con una acumulación
progresiva de estatinas en tiempos largos. Hay que considerar
que éstas se emplean en forma crónica, prácticamente
toda la vida, para que el sujeto sea favorecido y no tenga problemas
cardiovasculares o cerebrovasculares”.
Los resultados de este proyecto se traducirán
en información para el médico clínico,
que sabrá comparativamente cuáles son las más
tóxicas o que tienen efectos indeseables mayores, y cuáles
registran menores consecuencias desfavorables.
“Él tomará la decisión.
El paciente también podrá recibir esta información,
aunque la entenderá menos que el médico, pero
a final de cuentas, es quien se beneficiará o no”.
Con Díaz Zagoya colaboran Rodrigo Miranda, químico
de la FM; Andrés Castell, del Departamento de Biología
Celular de la misma facultad, e Isela Juárez y Jorge
Blé, de la División Académica de Ciencias
de la Salud de la Universidad de Tabasco.
“También nos apoya Lourdes Palma, ingeniera
bioquímica del Instituto de Neurobiología, campus
Juriquilla de la UNAM, que realiza los estudios a nivel de microscopía
electrónica, que nos permiten ver las mitocondrias y
su estructura después de que los animales de laboratorio
han recibido dosis distintas de estatinas, así como saber
cómo están desde el punto de vista funcional”,
concluyó.
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