Ranulfo Romo Trujillo (Sonora, 1954), investigador
del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la UNAM,
ingresó a la Academia Americana de Ciencias y Artes (AAAS,
por las siglas American Academy of Arts and Science).
“Es una sorpresa agradable, un reconocimiento
al laboratorio y a mi trabajo, pues son los integrantes de la
Academia quienes proponen a los nuevos candidatos”, comentó
el experto en medir e interpretar directamente la actividad
neuronal, mientras un grupo de monos rhesus aprenden y recuerdan.
Especialista en neurociencia cognitiva, Romo mide las
respuestas neuronales de los primates en el momento que éstos
perciben y aprenden un nuevo conocimiento, con lo que obtiene
resultados evidentes del encendido, apagado y entramado que
se teje entre las neuronas mientras ocurren esos procesos cerebrales.
Miembro extranjero honorario
“La categoría más difícil
para pertenecer a la AAAS es la de los miembros extranjeros
honorarios”, advirtió el neurofisiólogo,
quien encontró en la lista de este año a un científico
que conoce, Serge Haroche, Premio Nobel de Física 2012,
y actual presidente del Colegio de Francia. “Son el calibre
de personas que están ahí, todas muy distinguidas”,
comentó.
Algunos mexicanos que han pertenecido a esta prestigiada
institución son Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura
1990, y los universitarios Marcos Moshinsky, investigador emérito
del Instituto de Física, y José Sarukhán,
ex rector de la UNAM y fundador del Instituto de Ecología.
“Es una academia muy diversa e interesante, donde
participan destacados integrantes de las ciencias y las artes,
algo muy distinto a la Academia Nacional de Ciencias de Estados
Unidos (National Academy of Sciences), donde sólo hay
científicos, institución a la que también
pertenezco y donde hago trabajo editorial”, destacó.
Fundada en 1780 y con sede en Cambridge, Massachusetts,
la AAAS tiene cuatro mil becarios estadounidenses y 600 miembros
honorarios extranjeros. Este 2013 sumó a 198 miembros,
186 fellows y 12 miembros extranjeros honorarios, entre ellos,
Romo.
“Me preguntaron en qué áreas quiero
participar y escogí dos: una relacionada con el componente
científico de la Academia, y otra con las publicaciones,
porque me gusta mucho el trabajo editorial. Es una manera de
darle forma a la actividad científica, detectar cosas
interesantes y dejarlas pasar, así como poner freno a
otros temas que parecen relevantes y no lo son”, dijo.
En México también llueve
De todas las distinciones que ha tenido, atesora especialmente
su ingreso a la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
“Para mí es la distinción en el
extranjero más alta que he considerado hasta este momento.
Ahora tendré que adaptarme a esta nueva academia. Pero
en ambos casos, lo más interesante es que los colegas
lo elijan a uno”, consideró.
En nuestro país, lo que más le enorgullece
es ser miembro de El Colegio Nacional, confesó el investigador,
también reconocido por la UNAM con el Premio Universidad
Nacional.
En México también llueve, y llueve bien,
como en Estados Unidos y Europa, afirmó el universitario,
quien consideró que debemos quitarnos el estigma de que
lo que hacemos está por debajo de los estándares
estadounidenses o europeos.
Hay tan buena ciencia aquí como en esos territorios.
“Que no tenga el impacto que requiere -porque también
la ciencia es mediática-, y que la sociedad no sepa de
qué se trata lo que se hace en el país, son asuntos
en que divulgadores y periodistas deben trabajar, para dar una
educación científica al lector medio, no especializado”,
opinó.
Experimentar, su recompensa
Según Romo, la recompensa a su trabajo científico
está en el experimento, más que en las publicaciones.
“Me gusta escuchar la actividad de las neuronas, porque
la función eléctrica de las células la
podemos transformar en sonido; eso me alegra mucho, es como
escuchar música”, compartió.
“Me interesa el proceso de tener una idea, utilizar
las técnicas más apropiadas para abordar el problema
y hacer el experimento; es muy bonito, es lo que disfruto, soy
un experimentalista y me gusta el laboratorio”, destacó.
La medición directa de la actividad de las neuronas
es una de las singularidades del laboratorio del universitario.
“Aquí tenemos acceso directamente a las
neuronas y podemos tener, en tiempo real, el lenguaje de un
grupo de células del circuito que opera mientras el mono
piensa. A su manera, ellos piensan; igual que nosotros, evalúan
la información que reciben, toman decisiones y la guardan
en memoria de trabajo, que es una forma de tener acceso directo
a la actividad mental”, comentó.
Quien no tiene memoria de trabajo, acotó, no
tiene mente. De hecho, ya no la tiene el sujeto que ha perdido
los circuitos, como ocurre a los enfermos de Alzheimer. “Pueden
mover su cuerpo, pero ya no interpretan el mundo, porque la
experiencia se les borró y desconocen el contenido de
una frase, a los seres que fueron queridos y a los objetos”,
señaló.
Los estudios de Romo, que profundizan en los mecanismos
básicos del aprendizaje, la memoria y la toma de decisiones,
ayudan a conocer esas actividades cotidianas del cerebro, y
a contender con afecciones neurodegenerativas.
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