“Todo comenzó una tarde, hacia fines de
los sesenta, con una llamada”, recuerda Federico Patán
al narrar el inicio su ya larga carrera como docente de la Facultad
de Filosofía y Letras.
“Levanté el auricular y del otro lado
alguien preguntó ‘¿te interesa dar clases?
Por aquellos días acababa de concluir la carrera en Letras
Inglesas, en realidad no habían pasado ni 15 días.
Dije que sí, con mucha seguridad, colgué el teléfono,
me senté y me invadió el miedo. No tenía
la menor idea de cómo ser maestro”.
De aquel día a hoy, han pasado 43 años,
mismo que ahora reconoce la FFyL al concederle a Federico Patán
el título de profesor emérito, “y lo peculiar
es que antes de ese telefonema no había considerado la
enseñanza como una opción de vida. Lo que yo quería
entonces, en realidad, era convertirme en periodista cultural”.
Para el escritor y traductor es complicado enumerar
lo que le ha dado la Facultad, “sería difícil
hacer el recuento; me ha permitido conocer a personas famosas
y abordar la literatura desde distintos ángulos; si pudiera
formularlo de alguna forma, diría que me puso en el camino
que he seguido hasta hoy, uno que me permite desarrollar las
facetas de docente, traductor y escritor; en ningún otro
lugar podría haberlo hecho, y permitir eso a alguien
como yo es de una generosidad enorme”.
De lector a maestro
Desde muy joven, a Federico Patán se le veía
con un libro bajo el brazo; si no eran las novelas de Emilio
Salgari o Julio Verne, eran las que solicitaba a préstamo
y en su idioma original en la Biblioteca Benjamín
Franklin —dependiente de la embajada de Estados Unidos—,
después de salir de sus clases en Prepa 3, hecho que
explica en mucho su gusto por la literatura en inglés.
“A mí me interesaba aprender esa lengua
a fondo para dedicarme a otra de mis pasiones: la traducción,
de ahí que, casi inevitablemente, llegara a la carrera
de Letras Inglesas. Entrar a la FFyL significó ganar
muchas cosas y perder una: mi ingenuidad, ya que como lector
tenía mucha”.
En cada ámbito de la existencia, reflexiona,
lo bueno siempre alterna con lo malo, y como estudiante, admite,
tuvo profesores tan deficientes “que no me salí
de la carrera de milagro; algunos eran más aburridos
que un discurso de político (pero no digamos nombres
para que descansen en paz). No obstante, también tuve
guías excelentes, como la de Sergio Fernández,
quien nos compartía su manera incisiva de entender la
literatura, o la de Margarita Quijano, cuyo gusto por lo que
leía resultaba contagioso”.
Con el transcurrir de los años, y ya no como
escucha, sino como impartidor de cátedra, Federico Patán
se propuso dejar en sus alumnos algo de lo que le transmitieron
estos dos personajes que, al lado de muchos otros, le hicieron
tomar conciencia del impacto que tiene en los jóvenes
un docente comprometido. “Un buen maestro te cambia hasta
la forma de mirar el mundo”.
Hoy, basta revisar los horarios de materias colocados
a un costado del “aeropuerto” de la FFyL para constatar
que gran número de los docentes de Letras Modernas estudiaron
con el hoy profesor emérito.
“He ayudado a formar a una serie de personas
que ahora realizan la misma labor que yo, dar clases. Soy parte
de una cadena que enlaza a los que antes fueron alumnos con
los que hoy imparten alguna asignatura. Al ver libros escritos
por gente que estudió conmigo, pienso ¡bueno!,
de algo sirvió dedicarse a la enseñanza, y no
es que sean buenos escritores o docentes porque les di clase
—yo fui uno entre muchos—, lo que pasa es que resulta
sumamente satisfactorio saberse y ser parte de ese proceso”.
Descubrir vocaciones
De joven era ingenuo y elegí muchas actividades
sin saber en qué me metía, como al acceder a dar
clase; sin embargo, elegir de esta manera no forzosamente equivale
a un yerro, reflexiona.
“Hay cosas a las que uno llega sin darse cuenta;
por ejemplo, pronto me di cuenta de que en la vida académica
uno, aparte de ser profesor, debe investigar, publicar, asistir
a congresos… Es una actividad vasta hasta lo inimaginable.
De esta manera, sin proponérmelo, preparaba clases al
tiempo que pulía mis traducciones y escribía poesías,
cuentos y novelas. Estos oficios se dieron así, de un
modo natural, combinándose sin estorbarse”.
Sobre si se siente más escritor, periodista
cultural, traductor o maestro, Federico Patán sólo
dice que cada nicho ocupa un espacio especial, propio y sin
privilegios ante los demás. “La mezcla de la enseñanza
con lo creativo es una forma de llenar los múltiples
ángulos que alberga lo literario. Con frecuencia me preguntan
si dedicarme a tanto no es un exceso, yo sólo respondo
que es posible y que a lo mejor abarqué demasiado, pero
eso no lo puede decir nadie, más que el tiempo”.