Los arrecifes coralinos enfrentan considerables
amenazas e impactos provocados por el calentamiento global
y efectos locales que trastocan las condiciones naturales
oceánicas, advirtió Eric Jordan Dahlgreen,
del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL)
de la UNAM.
Según la región del planeta, los
peligros para los organismos que integran las comunidades
coralinas cambian en importancia relativa. Sin embargo,
independiente de la causa, si las condiciones son drásticamente
transformadas, el entorno ya no es favorable para el crecimiento
y reproducción de los corales, explicó el
investigador de la Unidad Académica de Puerto Morelos.
A escala global, los riesgos más relevantes
derivan del cambio climático causado por el desarrollo
humano, en particular, por la emisión de gases de
efecto invernadero.
Esto produce calentamiento de la atmósfera
y de las capas superficiales del mar, con impacto negativo
para los corales: estrés térmico, acidificación
del mar e incremento en la frecuencia y magnitud de ciclones.
Además, hay otras secuelas locales, como la contaminación
y el enriquecimiento con nutrientes de las aguas.
Actualmente, analizamos las consecuencias de las
enfermedades emergentes en poblaciones de corales clave,
que resultan tanto del calentamiento oceánico, como
de la contaminación. Aparentemente, la pérdida
de calidad de las condiciones ambientales resulta también
en una merma de su resistencia inmunológica, lo que
aumenta la susceptibilidad a infecciones por bacterias patógenas,
informó.
A escala local, los padecimientos más importantes
son los conocidos como enfermedades blancas, por
la rapidez con que aniquilan al tejido, hasta dejar sólo
el esqueleto, y la banda amarilla, que al atacar
a las zooxantelas —simbiontes de los corales indispensables
para construir los arrecifes—, resulta fatal para
los organismos.
Se les considera enfermedades emergentes porque
eran comunes, con un efecto poblacional limitado. Hoy, son
epidemias capaces de generar mortalidades masivas a escalas
geográficas regionales. En el Caribe, el fenómeno
es particularmente grave. Entre las especies más
afectadas están las conocidas como constructores
arrecifales: el cuerno de alce (Acropora palmata)
o corales estrella (del complejo específico de
Montastraea annularis), fundamentales desde hace millones
de años.
Hasta ahora, los estragos no significan la desaparición
total de las comunidades. El cambio climático y la
contaminación implican nuevas condiciones ambientales,
lo que genera modificaciones de estructura y la abundancia
relativa de especies. Es posible que en algunos sitios los
corales desaparezcan y que otro tipo de organismos, como
las algas, ocupen su lugar.
Difícilmente se volverá al estado
previo. Esto significará otra composición,
que al ser más eficientes en las nuevas circunstancias,
serán más exitosas. En este contexto, es indispensable
establecer acciones y estrategias para su conservación.
Propiedades únicas
Los arrecifes coralinos poseen propiedades únicas
en el planeta, resultado de la simbiosis mutualista entre
organismos de tres reinos de la naturaleza, lo que determina
su éxito por 230 millones de años.
Su eficiencia fisiológica y ecológica
deriva de la relación simbiótica mutualista
que sostiene con zooxantelas (algas que proporcionan nutrientes
orgánicos) y bacterias que protegen su superficie.
Esta asociación es tan eficaz que los corales escleractinios
han sobrevivido a diversos cataclismos naturales. Por sus
características, es una forma de organización
natural exitosa.
Los arrecifes son estructuras subacuáticas
formadas por los corales, pues su esqueleto está
compuesto por carbonato de calcio, material de larga duración.
Constituyen el varillaje natural de una construcción
donde el cemento es aportado por los restos de muchos otros
organismos que viven asociados.
El proceso no es caótico, refleja la forma
más apropiada para las condiciones ambientales en
las que viven. Como símil, podríamos imaginar
la edificación de un multifamiliar que mejora continuamente
para satisfacer las necesidades de sus habitantes, explicó.
Gradualmente, se convierten en grandes arrecifes
coralinos debido a procesos de bioerosión y construcción,
donde otros organismos, como algas calcáreas, unen
los restos. Así, llegan a tener dimensiones de cientos
de metros de altura y miles de kilómetros de longitud,
que asemejan grandes cordilleras submarinas visibles desde
el espacio.
Aunque ocupan menos del 0.1 por ciento de la superficie
total de los océanos, constituyen uno de los ecosistemas
más diversos del planeta, al albergar más
de una cuarta parte de las especies marinas y de los grupos
marinos, como moluscos, crustáceos, equinodermos,
esponjas, peces y gusanos.
Amenaza global
Jordán Dahlgren señaló que
el incremento de la temperatura del mar representa una amenaza.
En zonas en las que supera los niveles normales o el aumento
es acelerado, provoca un estrés térmico en
los corales, que se ven obligados a expulsar a sus zooxantelas,
de las que obtienen su alimento.
Además, les dan su color característico.
Si el blanqueamiento es masivo, el arrecife adquiere un
tono claro o completamente albo, al expulsar a sus simbiontes,
de los que obtienen hasta el 90 por ciento de la energía
que necesitan para crecer, y eso puede tener consecuencias
letales. En el Caribe, los efectos son inferiores a los
provocados por enfermedades emergentes, en contraste con
el Pacífico, donde se registran mortalidades masivas.
La emisión de dióxido de carbono
también los pone en peligro, al modificar el balance
químico del mar, lo que acidifica su composición.
En un medio ácido, los carbonatos se disuelven más
rápido, lo que exige mayor consumo energético
para construir su esqueleto. Si no cuentan con recursos
suficientes, construyen estructuras más débiles
y con menor densidad, y al no ser compactos, pueden perforarse
o quebrarse con facilidad, precisó.
Por los efectos del cambio climático global,
esta “selva marina” corre peligro. Por la acidez
del medio marino, las estructuras son más vulnerables
frente a los ciclones que ocurren con mayor frecuencia y
causan más estragos a las comunidades coralinas.
Maravilla natural
El 27 de diciembre de 1831, el buque Beagle
zarpó de Plymouth, Inglaterra, en una expedición
científica en las costas de América del Sur.
En la lista de tripulantes destacó el nombre de Charles
Darwin, autor de El origen de las especies, obra
publicada en 1859, que significaría una revolución
científica.
En cinco años del viaje realizó los
primeros estudios formales de los arrecifes, presentados
en La estructura y distribución de arrecifes
coralinos, de 1842. Lo que llamó la atención
al naturalista fue encontrar grandes estructuras llenas
de vida, rodeadas de aguas tropicales sin nutrientes.
“Esto se conoce como ‘la paradoja de
Darwin’, ¿cómo puede una comunidad sobrevivir
en medio de un desierto marino del que no puede obtener
nada?”, expuso el experto.
La respuesta está en las características
de los corales, que los convierten en los “maestros
del reciclaje”. Con una porción mínima
de nutrientes, alimentan a las algas que tienen dentro;
éstas les aportan productos de crecimiento, que retribuyen
en una cadena simbiótica perfecta. Así, crean
un sistema de gran eficiencia ecológica, sin necesidad
del entorno. Los arrecifes coralinos asemejan a un oasis
en los grandes mares tropicales, un desierto acuático.
Esta situación cambia si se vierten aguas
no tratadas y desechos orgánicos en el mar, pues
las comunidades coralinas reciben nutrientes, que las macroalgas
aprovechan con mayor facilidad y rapidez para crecer sin
control y competir con los corales, que lo hacen más
lentamente.
En algunas zonas llegan a cubrirlos hasta aislarlos
del medio y eliminarlos o comprometer su eficiencia fisiológica
hasta niveles críticos.
La pesca excesiva constituye otra amenaza. Cada
vez que extraemos un pez al arrecife, le quitamos parte
de sus nutrientes. Al sobreexplotarlo, le restamos a su
presupuesto energético y colocamos en riesgo su permanencia,
acotó.
El uso turístico inapropiado también
lo compromete. Las visitas masivas, realizadas sin precaución
y conciencia de la relevancia de los sistemas coralinos,
causan grandes estragos, incluso indirectamente, como sucedió
en el relleno artificial de playas en Cancún. Parte
del sedimento depositado fue transportado a los arrecifes
cercanos y cubrió a los corales. En este sentido,
las obras de transformación de la costa son peligrosas,
advirtió.
En el Golfo de México y en el Caribe se
suma la presencia de especies invasoras como el pez león
(Pteroirs volitans), que proviene del Océano
Pacífico, un medio natural muy competitivo, pero
que en el Caribe tiene pocos depredadores naturales.
Por la pesca excesiva exterminamos a los meros
y barracudas grandes, sus cazadores naturales. Así,
se trata de incentivar el consumo de esta variedad, lo que
podría disminuir esa presión.
A futuro, por los impactos de los cambios producidos
por el calentamiento global y las acciones humanas, cambiará
la importancia relativa de las especies al interior de las
comunidades coralinas.
La modificación de las condiciones implicará
la preeminencia de otros organismos, no así la desaparición
de los arrecifes de coral. Los ciclos ecológicos
implican estas transformaciones y no la destrucción
total.