Boletín UNAM-DGCS-265
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 29 de abril de 2013


Silvia Solís San Vicente



NECESARIA, UNA POLÍTICA ESTATAL DE COHESIÓN FAMILIAR PARA ERRADICAR EL MALTRATO INFANTIL

 
• Debe fomentar la convivencia basada en la comunicación y el respeto, promover las relaciones parentales con la comunidad y coadyuvar en la formación de ciudadanía, recomendó Silvia Solís San Vicente, de la ENTS de la UNAM
• De acuerdo con datos de UNICEF México, seis de cada 10 niños y adolescentes han vivido directamente alguna forma de violencia en su casa o en la escuela

En México, el maltrato infantil es socialmente permitido y coloca a más de 39 millones de niños y adolescentes (35 por ciento de la población del país con menos de 18 años) en situación de vulnerabilidad.

Los hogares, donde se les debería proveer seguridad emocional, alimentaria, jurídica y económica, constituyen el escenario principal de la violencia referida, señaló Silvia Solís San Vicente, de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.

Para erradicar estas prácticas, que vulneran los derechos de los menores, se requiere una política familiar integral de Estado que fomente la convivencia basada en la comunicación y el respeto; promueva la formación de personas capaces de ejercer sus derechos y cumplir sus responsabilidades, e impulse las relaciones sanas entre individuos, núcleos familiares y la comunidad, con la finalidad de coadyuvar en la formación de ciudadanía, recomendó la experta.

De acuerdo con datos de UNICEF México, representación del Fondo de las Naciones Unidas para Ayuda a la Infancia en el país, seis de cada 10 niños y adolescentes han vivido directamente alguna forma de violencia en su casa o en la escuela.

Esto alude a un problema cultural, causado por la falta de madurez de la población. Por esta causa, las personas no asumen sus responsabilidades con el bienestar de los menores ni cuentan con elementos para crear un ambiente de comunicación, libertad y respeto, desde la casa hasta la vida social. “La mayoría vive al día y acumula tensiones, que se expresan en los más indefensos”.

Los pequeños están desprotegidos ante el abuso. Al depender por completo de los adultos que los rodean, se espera que éstos los guíen y eduquen con amor, cariño, sensibilidad, atención y dedicación. Esto se complica por las condiciones económicas del país, que exigen a ambos padres aportar al sustento del hogar, lo que obliga a delegar el cuidado y educación en parientes o cuidadoras, indicó.

“Si sus padres se ausentan, el niño pierde el sentido de autoridad. En la mayoría de los casos, las personas a cargo no tienen el cariño, atención, dedicación y sensibilidad para atenderlos adecuadamente”, dijo Solís.

El descuido de padre y madre repercute en la formación del pequeño, quien se desarrollará sin el sentido de los límites para integrarse a la escuela y la comunidad como un individuo tímido o extremadamente violento, expuso.

Tipos de maltrato

Solís San Vicente definió al abuso como la utilización de la fuerza y el sometimiento de la voluntad de una persona a otra. En el caso de los menores, la coerción y violencia son absolutos, porque están indefensos.

El maltrato físico constituye su expresión más común y está vinculado con el emocional. En México, se han establecido prácticas que pretenden instruirlos mediante golpes, gritos e insultos, al no disponer de mecanismos de comunicación o la capacidad para expresarse con amor y cariño.

Por estas costumbres, en nuestro territorio no se mide el maltrato físico. Los hospitales no cuentan con un registro de los casos de menores que ingresan. En Estados Unidos, esta información es nacional y existe todo un sistema a nivel federal para garantizar el bienestar de los infantes, refirió.

Además, los adultos trasladan sus frustraciones y problemas personales a los niños. Al presenciar escenas de violencia intrafamiliar, crecen en un ambiente de inseguridad, en detrimento de su integridad emocional y formación personal, acotó.

También padecen abuso verbal, al denigrarlos con apodos o asegurarles que “son tontos”, “no sirven para nada”, o que por culpa suya, los padres tienen que trabajar, entre otras injurias.

“Les dejan cicatrices emocionales, que repercuten en el desarrollo de la personalidad, que se gesta en los dos primeros años de vida. A partir de esta edad, los padres son responsables de respetarla, cultivarla y motivarla”.

De lo contrario, en otras etapas de la vida serán introvertidos o violentos. Son los infantes inseguros que sufren el maltrato de sus compañeros en la escuela y presentan un rendimiento escolar mínimo y, en el polo opuesto, los que abusan de los demás, al considerar a la violencia como algo normal.

Abuso sexual

El abuso sexual constituye la expresión más violenta del maltrato infantil. Además de la penetración, alude a los tocamientos que, obligado por un adulto, realiza el pequeño, sin conciencia del ejercicio de su sexualidad.

Al ser objeto de esta agresión, guardan silencio, pero expresan el temor por el agresor con distintas manifestaciones: no controlan sus esfínteres, se aíslan del núcleo familiar, se rehúsan a ser tocados o asistir a la escuela y a relacionarse con otros niños, entre otros signos. “Los padres deben estar atentos a estas señales, y observar con detenimiento el comportamiento”, advirtió.

La experta señaló que, generalmente, los pederastas provienen del mismo núcleo familiar: tíos, primos y, en algunos casos, los mismos padres.

Seguridad emocional

La académica explicó que se incurre en negligencia al no otorgar a los infantes seguridad alimentaria, social, económica, emocional, educativa y formativa.

En el hogar, se les deben proporcionar recursos, valores y principios para su desarrollo integral, que serán reforzados en la escuela. En consecuencia, la sociedad se verá beneficiada.

Un niño seguro de sí mismo, será un joven autosuficiente y, por ende, un adulto íntegro con metas claras en la vida, con elementos para ejercer una ciudadanía responsable.

Se requieren programas educativos para fomentar en niños y jóvenes la importancia de organizar un proyecto de vida con metas claras, que inculquen la relevancia del ejercicio de la paternidad responsable y la importancia de conocer y ejercer sus derechos, además de asumir responsabilidades, concluyó.

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Fotos

Silvia Solís San Vicente, de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.