Alimentos no convencionales de origen vegetal como
pipián, capulín, cacahuanano, chupabaya, colorín
o piñoncillo, entre otros, constituyen recursos naturales
subutilizados, que pueden representar alternativas alimenticias;
es necesario profundizar su evaluación bromatológica
(nutrimentos) y toxicológica, señaló
Bernardo Lucas Florentino, investigador de la Facultad de
Química (FQ) de la UNAM.
Luego de realizar análisis de composición
química (bromatológicos y toxicológicos)
y ensayos in vitro e in vivo, el académico
del Departamento de Alimentos y Biotecnología de
la entidad consideró que algunas de estas especies
silvestres o semi-silvestres, que se consumen a nivel local
en varias regiones del país, podrían constituir
nuevos Recursos Fitogenéticos para la Alimentación
y la Agricultura (RFAA).
Al referirse a los estudios realizados sobre la
semilla de cacahuanano (Gliricidia sepium), el
universitario informó que se ha logrado determinar,
tras los análisis en los campos mencionados, que
el aceite refinado obtenido de la fracción grasa
de esta semilla de leguminosa, se puede proponer como alternativa
con fines comestibles.
Otras ventajas de esta especie, todavía
silvestre o en cultivo incipiente en el país, es
su diseminación amplia en el territorio nacional
y que tiene usos terapéuticos en la herbolaria medicinal
de ciertas regiones, añadió.
El investigador detalló que existen otras
especies de nuestra amplia biodiversidad vegetal, susceptibles
de ser consideradas como alternativas de RFAA, aunque para
ello es necesario realizar una evaluación semejante
a la efectuada con el cacahuanano, pero con adecuaciones
particulares al recurso en cuestión.
Por ejemplo, el piñoncillo (Jatropha
curcas), recurso vegetal que hoy se plantea como fuente
potencial de biodiésel; el capulín (Prunus
serotina), árbol común en el territorio,
presente en forma semi-silvestre, apreciado por sus frutos
y semilla por su alto potencial oleaginoso, como muchas
otras especies del género Prunus.
También el pipián (Cucurbita
pepo) tiene semillas ampliamente utilizadas para condimentar
gran variedad de platillos regionales, y posee una alta
concentración de proteína y grasa, por lo
que se puede considerar con potencial oleaginoso.
Otras especies de interés, agregó
el académico, son la chupabaya (Mucuna argyrophylla),
leguminosa interesante por el gran tamaño de su semilla
que, no obstante, tiene varios factores tóxicos,
por lo que es necesario su destoxificación, y el
colorín (Erythrina americana), árbol
perteneciente a la misma familia, cuyas semillas tienen
tanto proteína y grasa en concentración significativa,
que también se les consideraría con potencial
oleaginoso.
Si bien las del colorín son “venenosas”
por tener alta concentración de alcaloides, “hemos
podido destoxificarlas y ya realizamos una evaluación
con animales de granja, en específico con pollos
de engorda”, indicó.
Al ofrecer la conferencia Evaluación
bromatológica y toxicológica de alimentos
no convencionales de origen vegetal, en el Auditorio
A de la FQ, Lucas Florentino recordó que un trabajo
precursor en la línea que hoy desarrolla fue Composición
química de la flora silvestre mexicana y su propuesta
para uso en la alimentación.
Esta investigación, refirió, fue
iniciada en la década de 1980 en el Departamento
de Farmacia de la Facultad de Química, por iniciativa
de Francisco Giral y de Ángela Sotelo, ambos profesores
eméritos de la UNAM.
El proyecto fue patrocinado por la Organización
de Estados Americanos (OEA) durante varios años y
con este esfuerzo se estudiaron más de 200 especies,
como fuentes potenciales de nutrimentos, dentro de las que
se incluyeron especies silvestres y semi-silvestres. Dentro
de esta amplia investigación, Bernardo Lucas comenzó
a estudiar algunas variedades sólo conocidas regionalmente.
—o0o—