De acuerdo con una investigación realizada
en la Coordinación de Ingeniería Ambiental
del Instituto de Ingeniería (II) de la UNAM, el potencial
de la Ciudad de México para producir biogás
derivado de sus residuos orgánicos es de entre uno
y dos millones de metros cúbicos por día,
suficiente para suministrar 10 por ciento de la energía
eléctrica que requiere la urbe.
La capital del país origina 13 mil toneladas
de residuos sólidos al día, de los que seis
mil son material orgánico que se origina en los hogares
y mercados, principalmente. Una alternativa para su aprovechamiento
es la digestión anaerobia, que permite estabilizar
esos desechos y obtenerlo para ser utilizado como combustible.
En Europa, explicó Simón González
Martínez, investigador del II, en las últimas
dos décadas se han instalado 184 plantas comerciales
para la generación de biogás a partir de residuos
sólidos orgánicos urbanos.
“En México no se ha hecho porque es una nación
petrolera y nunca nos hemos preocupado, a nivel de políticas
públicas, por buscar fuentes alternativas de energía,
y para que la basura pueda transformarse, se requieren estrategias
institucionales”.
Se pueden diversificar las fuentes de recursos,
prosiguió; ya existe una cantidad considerable de
plantas para ese fin, “es algo bien estudiado desde
el punto de vista tecnológico y técnico”,
indicó el ingeniero químico, que estudió
en Alemania un doctorado en biotecnología de aguas
residuales.
Algunas regiones, sobre todo en las grandes ciudades,
podrían beneficiarse con la creación de empleos
a través del establecimiento de compañías
y tecnologías de generación. Además,
desde el punto de vista higiénico, tras un proceso
se logra estabilizar el material orgánico y ya no
entra en descomposición tan fácilmente.
Producción de biogás
Ante ese escenario, la Coordinación de Ingeniería
Ambiental propuso un proyecto que tiene como objetivo analizar
diferentes procesos o pre tratamientos de los residuos de
la Ciudad de México para mejorar la capacidad de
producción por medio de la digestión anaerobia.
González Martínez explicó
que en este plan (financiado por el gobierno del Distrito
Federal, a través de fondos mixtos del Conacyt),
los desechos orgánicos fueron procesados, antes de
la digestión anaerobia, por medio de diferentes tipos
de trituración para lograr tamaños más
pequeños y mejorar la lixiviación.
Lo hicimos por medio de adición de ácido
y álcali para romper las uniones de las fibras, así
como adición de enzimas comerciales (lipasa, proteasa,
amilasa y celulasa) para reducir el tamaño de las
moléculas que componen los residuos orgánicos.
“Analizamos el contenido y observamos que
la enorme cantidad de fibras que contienen son, fundamentalmente,
celulósicas como las ramas de los árboles,
e intentamos aumentar la capacidad de degradarlas, para
que los microorganismos que se encargan de la producción
de biogás puedan tener más alimento para producirlo”,
explicó el universitario.
Los resultados indican que la trituración
(entre 0.1 y cinco milímetros) no afecta significativamente
la disolución de las sustancias orgánicas
y la obtención de biogás. El tratamiento alcalino
con hidróxido de sodio permitió un incremento
del 51 por ciento en la producción específica
de metano por gramo de sólidos volátiles.
Las muestras sometidas al pretratamiento con ácido
sulfúrico causaron una disminución en la producción.
Del tratamiento con las enzimas, únicamente la adición
de celulosa no presentó un efecto positivo en la
disolución de nutrientes, mientras que el aumento
más significativo se produjo con la lipasa.
Por último, explicó que para los
lixiviados se observó una generación exponencial
de biogás durante las primeras 48 horas, y prácticamente
desde el tercer día cesó la producción.
Por medio de la lixiviación aumenta significativamente
el rendimiento de la producción de biogás.
—o0o—