El Sol tiene distintas manifestaciones de actividad;
en su interior ocurren explosiones, que a veces expulsan
nubes de material que se propagan al espacio, y algunas
pasan cerca de la órbita terrestre.
Es el caso de las tormentas solares, que interactúan
con el campo magnético del planeta, “coraza”
que impide que el flujo de partículas emitidas llegue
a la atmósfera. No es infalible y, en algunas ocasiones,
aquéllas provocan fenómenos como las auroras
boreales.
En México operan observatorios y estaciones
terrenas que monitorean estos fenómenos y forman
parte de redes mundiales para estudiar el clima espacial,
indicó Juan Américo González Esparza,
responsable del Observatorio de Centelleo Interplanetario
de Coeneo, Michoacán (MEXART), a cargo del Instituto
de Geofísica (IGf) de la UNAM.
En los momentos que logran penetrar a la atmósfera,
las partículas solares producen corrientes eléctricas
que interrumpen la señal entre las antenas, bases
y satélites, lo que ocasiona daños graves
a las telecomunicaciones. Al registrarse la mayor actividad
solar, es frecuente que operaciones bancarias, la telefonía
móvil y la navegación por GPS resulten afectadas,
en ocasiones por horas, y en un evento extremo, hasta por
días, explicó.
El investigador subrayó que el monitoreo
continuo del clima espacial, que incluye actividad solar,
medio interplanetario y el entorno magnético de la
Tierra, ayuda a prevenir y atenuar los posibles daños.
Como ocurre con los terremotos, huracanes o erupciones,
estos fenómenos no se pueden evitar, pero su monitoreo
con observaciones continuas ayuda a mitigar los percances.
Redes de conocimiento
Los estudios de clima espacial representan un aspecto
prioritario para las agencias espaciales y las telecomunicaciones,
por la relevancia de los fenómenos que abordan y
las afectaciones que provocan.
Los observatorios y estaciones terrenas del IGf
constituyen un ejemplo de instrumentos en operación
que forman parte de redes internacionales, cubren diferentes
aspectos de la cadena de fenómenos físicos
que marcan la relación Sol-Tierra, y complementan
las mediciones directas de diversos satélites y naves
espaciales; es el caso del MEXART, que rastrea tormentas
solares que se propagan entre la estrella y nuestro planeta.
Con estas observaciones se realiza un mapeo de
la forma y tamaño de las nubes y su velocidad; es
parte de una red mundial de estaciones, entre las que destacan
las de Japón, India y Rusia, refirió.
González Esparza recordó que la Universidad
Nacional está a cargo del Observatorio de Rayos Cósmicos,
que integra un entramado internacional de más de
50 estaciones distribuidas en el orbe. Cuenta con detectores
a diferentes posiciones, porque la trayectoria de estas
partículas muy energéticas sigue las líneas
del campo magnético del planeta. “Según
su intensidad, alcanzan distintas latitudes”.
En el estudio de estas partículas, también
se utiliza el Telescopio de Neutrones Solares, ubicado en
Sierra Negra, detector que opera desde julio de 2012, como
parte de una red internacional establecida con este propósito.
Campo magnético
En el Observatorio Geomagnético de Teoloyucan,
Estado de México, se hacen mediciones del campo magnético
de la Tierra. Éste se ve afectado por las partículas
solares que penetran a la atmósfera, y ocasionan
fenómenos globales, conocidos como “tormentas
geomagnéticas”, variaciones asociadas a la
actividad solar.
Otro aspecto relevante en estas mediciones de clima
espacial, es la creación de la Estación de
Resonancia Schumann, ubicada en el observatorio de Coeneo,
para analizar ondas electromagnéticas producidas
por una resonancia con la atmósfera terrestre.
Existen estudios que las vinculan con la actividad
solar, temperatura del planeta y eventos sísmicos,
entre otros fenómenos, por lo que su estudio despierta
un gran interés, concluyó.
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