Boletín UNAM-DGCS-191
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 27 de marzo de 2013


Carolina Escobar
           


VINCULAN MALA CALIDAD DEL SUEÑO CON SOBREPESO Y OBESIDAD

 

• Dormir mal podría ser un factor que promueva las ganas incontenibles de comer alimentos ricos en carbohidratos
• Carolina Escobar, de la FM de la UNAM, desarrolla el proyecto de investigación “La calidad y la cantidad de sueño como factores determinantes de obesidad. Una propuesta para detectar y prevenir el sobrepeso y la obesidad en la población del Distrito Federal”

En los últimos cinco años se han realizado investigaciones (en Estados Unidos, Bélgica, Francia y Japón) que evidencian que, después de una noche de desvelo o de no haber tenido un sueño reparador, las personas suelen despertar con mucha hambre, en particular de comida rica en carbohidratos.

“En México aún no disponemos de estudios, pero en esos países se han hecho bajo condiciones controladas; a personas que han dormido mal se les pide en la mañana que digan qué alimentos se les antojan y se inclinan por aquellos que contienen más carbohidratos”, señaló Carolina Escobar, investigadora del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.

De este modo, se cree que el cansancio físico causado por dormir mal hace que los niveles de algunas hormonas que normalmente generan saciedad, como la leptina, bajen y que, por lo tanto, las personas experimenten un gran apetito al día siguiente.

“Si la leptina está alta, dejamos de comer porque ya no se nos antoja nada, pero si está baja, sentimos hambre. En algunos de esos estudios se han medido los niveles de esa hormona en la sangre, y se ha visto que están muy bajos después de una mala noche de sueño”, reiteró.

En otros análisis epidemiológicos a largo plazo se formaron grupos de jóvenes, según la calidad de sueño que presentaban: el de los que dormían poco, mal, bien o suficiente. Al cabo de 10 años de seguimiento, los investigadores encontraron que los que decían dormir poco o mal habían desarrollado sobrepeso y afecciones metabólicas.

Durante el sueño, nuestra fisiología experimenta cambios que permiten que al día siguiente nuestro metabolismo y señales de hambre y saciedad funcionen bien, y no desarrollemos problemas.

Como parte de su proyecto de investigación “La calidad y la cantidad de sueño como factores determinantes de obesidad. Una propuesta para detectar y prevenir el sobrepeso y la obesidad en la población del Distrito Federal”, Escobar y sus colaboradores tienen en mente hacer un seguimiento de los patrones del sueño entre los capitalinos.

“Aunque no sabemos cómo duerme la población, porque no existen encuestas que nos permitan conocer los hábitos de sueño de los mexicanos, creemos que lo hace muy mal, de ahí que queramos saber cuántas horas le dedica al sueño y detectar a aquellas personas que están en riesgo”, dijo.

A la universitaria le preocupa particularmente la gente joven. Es un hecho que hoy día los niños, por ejemplo, obsesionados por los juegos de video o la computadora, o por las redes sociales, ya no se duermen a las siete u ocho de la noche, como antes, sino a las nueve ó 10. Pero los horarios de escuela son los mismos, y como tienen que levantarse temprano, duermen menos horas a la semana.

“Necesitamos averiguar cómo duermen los infantes, los adolescentes y jóvenes. Hay que concientizar a los papás acerca de la necesidad de que descansen bien. También debemos empezar a corroborar si, efectivamente, todas las personas con mala calidad de sueño son las que desarrollan obesidad y problemas metabólicos, como se ha visto en otras naciones”.

Con el severo problema de obesidad que enfrentamos, urge esa revisión. “Dormir mal podría ser un factor que promueva las ganas de comer, a lo largo del día, galletas, papas fritas, dulces; es decir, alimentos que engordan, comida chatarra”, enfatizó.

Hace tres años, Escobar y sus colaboradores recurrieron a los estudiantes de primero y segundo año de la Facultad de Medicina para poner en marcha la primera etapa de su proyecto de investigación.

“Con sorpresa descubrimos que todos dormían mal. Por los horarios de estudio que deben cubrir y la exigencia a que son sometidos, su promedio de sueño es de cinco horas. Ahora bien, no todos tienen sobrepeso”.

La siguiente etapa, efectuada el año pasado, estuvo a cargo de Eduardo González, quien buscó a esos estudiantes, ya en el internado, para saber los efectos de la falta de sueño. “Éstos no aparecen de inmediato, de acuerdo con la literatura especializada, tardan en manifestarse. Una persona puede dormir mal un año y verse acabada, pero no necesariamente gorda. Quizá cinco años después sí se vea con sobrepeso y signos de enfermedad metabólica”, apuntó Escobar.

Paralelamente, en el laboratorio, como parte de su tesis de licenciatura, los estudiantes Estefanía Espitia e Iván Rodrigo Osnaya efectuaron un estudio básico con animales experimentales para corroborar la misma hipótesis que se tenía sobre la población.

Seleccionaron ratas jóvenes y las dividieron en dos grupos. Al primero lo sometieron todos los días, a lo largo de 12 semanas, a cuatro horas menos de sueño; al segundo, lo dejaron dormir sin limitaciones.

“Las ratas que no durmieron bien aumentaron espectacularmente de peso, pero lo más interesante es que si les ofrecían alimentos ricos en carbohidratos, como galletas, salchichas y papas fritas, se los comían con más voracidad y euforia que las que durmieron bien y recibieron la misma dieta. Actualmente, Estefanía e Iván Rodrigo escriben su tesis con el objetivo de publicarla y mostrar que el desvelo y la posibilidad de ingerir comida chatarra pueden llevar rápidamente a la obesidad”.

Escobar y sus colaboradores no quieren aplicar estos estudios sólo en el Distrito Federal, sino en otras poblaciones del país. Para ello, recientemente contactaron a un colega de San Luis Potosí, Roberto Salgado, para que presente a las autoridades de ese estado su propuesta de hacer un seguimiento de los patrones de sueño entre los niños de escuelas primarias.

“Ya se ha comprobado que hay una relación entre sueño y obesidad, cada vez se conocen más trabajos al respecto. Ahora, necesitamos convencer a las autoridades para que apoyen nuestra investigación”, finalizó Escobar.

 

—o0o—

 


Fotos

Carolina Escobar, investigadora del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina de la UNAM.