Un sistema de vivienda modular con material reciclable
y cubiertas inspiradas en iglús, podrían ayudar
a solucionar problemas como la demanda respectiva y el ordenamiento
de nuevos asentamientos en la zona conurbada de la Ciudad
de México.
Pablo Ojeda Flores, del posgrado de Arquitectura de la UNAM,
propone una vivienda que, a partir de un módulo básico,
pueda ser construida progresivamente por los propios usuarios,
conforme a sus necesidades y posibilidades económicas.
“Este proyecto trata básicamente de
la cubierta vista como un elemento estructural, dentro del
cual es posible que la gente realice sus diferentes actividades
hogareñas”, explicó.
Ojeda Flores parte de la elipse; al formar un ángulo
menos agudo con el suelo (línea horizontal) que otras
figuras geométricas, ésta permite una mayor
utilización del espacio cerca de los bordos y las
esquinas.
La construcción sería con botellas
de PET (politereftalato de etileno) rellenas de tierra,
que se montarían con una argamasa tipo barro. Se
haría un armado para el repellado, cuyo acabado podría
ser en yeso.
“Se usaría el sistema MA+PET (mortero
armado más botellas de PET), pero con una geometría
diferente, a fin de implementar tanto la parte espacial
como la estructural”.
Con las medidas mínimas que establecen los
reglamentos de construcción, podría crecer
en un mismo predio, con espacios intermedios y áreas
comunes o privadas. Los módulos pueden ser variados,
con cubiertas dinámicas, para una o varias familias,
o para un asentamiento urbano completo, con diferentes configuraciones
o juegos volumétricos.
Los bloques (incluidos los que integran la techumbre
o cubierta, así como los entrepisos y la losa para
desplantar a nivel del piso) se fabrican con malla electrosoldada,
en la que se pone una cara de cartón y el PET, que
les da forma y, finalmente, otra capa de cartón.
A continuación, se agrega metal desplegado, que puede
ser tela de gallinero, para recibir el mortero, que les
da la fuerza estructural. “Cada uno es de un metro
cúbico y no pesa más de nueve kilos, por lo
que dos personas pueden manejarlo fácilmente”,
indicó Ojeda Flores.
Tendría un costo 70 por ciento más
barato que la de una tradicional, por lo demás, su
promedio de vida sería semejante al del concreto:
50 años, aproximadamente. En cuanto a su comodidad,
el PET funciona como aislante térmico y es poco acústico.
“Esta propuesta es viable y económica
para quienes intentan tener una casa donde vivir, y beneficiosa
para el medio ambiente, pues además de utilizar material
reciclable, podría contribuir a alcanzar un crecimiento
ordenado y seguro de los asentamientos en la periferia de
la Ciudad de México”, concluyó.