Sonidos espontáneos de carraspeo,
monosílabos, incluso algunos que imitan a patos, perros o gatos;
repetición de oraciones o palabras altisonantes que surgen
súbitamente en algunos niños sin que puedan controlarlas,
así como movimientos involuntarios de cabeza, cuello u hombros,
son características del síndrome de Tourette.
Descrito en 1885 por el neurólogo francés
Gilles de la Tourette a partir de nueve casos clínicos, este
padecimiento está clasificado dentro de los trastornos de
inicio en la infancia, pues empieza antes de los 18 años,
explicó Gabriela Armas Castañeda, neuropsiquiatra
de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, quien destacó
que la información sobre este padecimiento y el diagnóstico
temprano son esenciales para su tratamiento.
A decir de Armas Castañeda, en México no
existen estadística exactas sobre la prevalencia de este
padecimiento, y a nivel mundial, según datos de la Asociación
Psiquiátrica Americana, entre cinco y 30 personas por cada
10 mil tienen esta patología, y es tres veces más
frecuente en hombres que en mujeres.
Este síndrome “se caracteriza por la presencia
de tics, que son movimientos o vocalizaciones repentinas e involuntarias,
que pueden ser repetidos y con un patrón específico”,
detalló.
A diferencia del trastorno por los tics transitorios o
crónicos, los pacientes con Tourette presentan la sintomatología
por más de un año, y a veces se acompañan de
expresiones o movimientos más complejos, como muecas que
parecen de desagrado, imitaciones de actitudes o frases completas
de otras personas.
“Al principio, el niño no se da cuenta de
lo que hace, pero con el tiempo la conducta repetitiva e involuntaria
le genera vergüenza y rechazo a ir a la escuela para que no
se burlen de él”, comentó.
La enfermedad se expresa antes de los 18 años, y
la edad promedio de inicio son los siete años. Es común
que en la adolescencia disminuyan los síntomas, a veces hasta
desaparecer en la edad adulta de forma espontánea. “Pero
hay casos en los que no desaparece, incluso aumentan con la edad,
y deriva en disfunciones”, aclaró.
Predecir para controlar
Aunque los síntomas son espontáneos e involuntarios,
con el tiempo los pacientes aprenden a detectar la llegada del tic,
del mismo modo que se anticipa la sensación de comezón
o estornudo.
Predecirlo puede ayudar a intentar controlarlo. Por ello,
la psicoterapia se centra en fomentar tareas que requieran la atención
del sujeto, como leer o escribir, además de algunos ejercicios
respiratorios que ayudan a la relajación.
“En los tratamientos terapéuticos se le pide
al menor que trate de evitar al máximo tener el tic y realizar
actividades que lo distraigan para tener su atención en otra
cosa”, precisó la especialista, adscrita al Departamento
de Psiquiatría y Salud Mental de la FM.
En contraste, si la persona está estresada o discute
con alguien, los tics motores y las vocalizaciones tienden a aumentar.
“Por las características, los niños y adolescentes
también pueden desarrollar trastorno depresivo o de ansiedad,
así como un patrón de conducta problemático,
que evita el contacto con los demás y tiende a aislarlos”,
alertó la neuropsiquiatra.
En la mitad de los casos, va acompañado del Trastorno
por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), mientras
que en el 50 y 60 por ciento, también del trastorno obsesivo-compulsivo.
Esto ocurre porque esas patologías comparten cierta etiología,
y por ello, es común que se presenten juntas en un mismo
paciente.
“Al estudiar las estructuras cerebrales relacionadas
con el control de la atención y la planeación de los
movimientos, vemos que hay ciertos circuitos, como la corteza frontal,
los núcleos de la base y el tálamo, que participan
en esta regulación, junto con neurotransmisores como la dopamina,
la serotonina y la noradrenalina, que actúan en dichos circuitos”,
añadió Armas Castañeda.
Tratamiento con fármacos
Además del tratamiento terapéutico, se atiende
con fármacos. “No existe una medicina que pueda curarlo
o resolverlo totalmente, pero hay antipsicóticos que reducen
la frecuencia de los tics; actúan a nivel de dopamina y ayudan
a controlar los movimientos. Son antagonistas de la dopamina, que
disminuye los tics, pero no funcionan en todos los pacientes; ante
esa situación, es fundamental un buen diagnóstico”.
Los pediatras, psiquiatras, paidopsiquiatras y neuropsiquiatras
son los mejor capacitados para atenderlo, que debe detectarse tanto
en la casa, como en la escuela.
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