El antiguo territorio de la civilización de El Tajín,
en Veracruz, llegó a comprender los lomeríos del litoral
norte de la costa del Golfo de México, entre el río
Tuxpan y la Sierra de Chiconquiaco, y la vertiente oriental de las
montañas de Puebla y Veracruz. En el centro de este territorio
se encontraba la ciudad de El Tajín, núcleo político
y económico de un inmenso Estado mesoamericano del periodo
Clásico (ca. 300-1100 d.C.).
?Los resultados derivados de nuestras investigaciones de
campo, particularmente en el Edificio 40, han sido muy satisfactorios,
tanto por la selección de los lugares a intervenir, como
por el manejo mismo de la excavación arqueológica
en contextos de una enorme complejidad cultural?, explicó
Arturo Pascual Soto, arqueólogo y especialista del Instituto
de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM.
“Nuestros hallazgos en este edificio del conjunto
arquitectónico de las Columnas, el emplazamiento por excelencia
de las actividades de la élite en el Epiclásico local,
no sólo han sido de enorme valor para cumplir con nuestros
objetivos de investigación, sino que advierten sobre la singular
importancia de los descubrimientos que hemos efectuado con el apoyo
de la Universidad, mediante el Programa de Apoyo a Proyectos de
Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT),
del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y la colaboración
del Instituto Nacional de Antropología e Historia”.
Una parte importante de los resultados obtenidos hasta
ahora es la redefinición de la dimensión cronológica
del Epiclásico local (ca. 850-1050 d.C.), en un esquema que
reconoce y ordena momentos distintos en el desarrollo de la civilización,
la necesidad de estudiarlo en función de la participación
de El Tajín en los cambios políticos y sociales que
experimentó Mesoamérica en esta época, y de
una presumible unidad ideológica y cultural que acercaba
a las élites de la costa del Golfo de México, a pesar
de las distancias y distinta filiación étnica.
En las excavaciones en el Edificio 40, la más pequeña
de las pirámides que componen el conjunto arquitectónico
de las Columnas, Pascual y sus colaboradores han encontrado bajo
el piso de los aposentos cientos de fragmentos de antiguos murales.
“Todo parece indicar que fueron deliberadamente arrancados
de las paredes en el siglo X de nuestra era, como parte del proceso
de reforma del edificio”.
“Estos hallazgos son inestimables pues se trata del
testimonio de una época en la que El Tajín se encontraba
en plena transformación política y social. Estos murales
fueron parte de su universo pictórico y ahora permitirán
comprender de mejor manera la ideología de un momento central
de su civilización, del cual todavía queda mucho por
averiguar”, explicó.
Como parte de la tarea, los universitarios actualmente
laboran en la reintegración de grandes secciones de los murales;
en ellas es posible observar guerreros ataviados con yelmos de jaguar.
“Los personajes suelen hallarse parados sobre bandas de color
azul y amarillo, esta última pintada con manchas rojas, tal
y como sucede en el cuerpo de los guerreros, en un intento por aparentar
el pelaje de este animal, y que sirven en el mural para dividir
los espacios de la representación”.
Bajo estas bandas, y sobre un fondo de color azul brillante,
pueden observarse los dioses, entre ellos, una versión local
de Tláloc, estrechamente relacionada con las expresiones
dinásticas de los gobernantes, y mascarones frontales de
esta misma deidad.
Los murales del Edificio 40 se encuentran en pleno proceso
de estudio. Se trata de un conjunto excepcional, no sólo
por razón de su probado valor artístico, sino porque
son fuente inagotable de información. En ellos aparece plasmado
el lenguaje de las élites de su tiempo, fragmentos de una
ideología y de un sistema de creencias, sobre los que se
construyó la etapa final de esa civilización, concluyó.
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