Por sus trabajos sobre el efecto de una hormona en el cáncer
cervical, y demostrar que el reloj biológico de anticipación
al alimento está formado por la interacción de varias
estructuras, entre otros, integrantes del Instituto de Investigaciones
Biomédicas (IIBm) recibieron el Premio Silanes 2011, que
otorga esa empresa farmacéutica y la entidad universitaria
a trabajos destacados realizados dentro de su comunidad.
Tania Valentina López Pérez, quien concluyó
su doctorado en Ciencias Biomédicas en el laboratorio de
Leticia Rocha Zavaleta (investigadora del Departamento de Biología
Molecular y Biotecnología), fue distinguida en el rubro Autor
de la Mejor Tesis Doctoral, mientras que Rocha recibió la
distinción como directora del mismo trabajo.
En tanto, Ruud Buijs, del Departamento de Biología
Celular y Fisiología, fue galardonado por el Mejor Artículo
Publicado, divulgado en la revista Proceedings of the National
Academy of Sciences (PNAS), en el que demostró, en colaboración
con otros grupos de investigación, que el reloj de anticipación
al alimento no es una sola estructura, sino varias que interaccionan
entre el cerebro y otras áreas del cuerpo.
Mientras, Abel Blancas Cabrera, ingeniero de la Unidad
de Bioprocesos, fue reconocido como el Técnico Académico
del Año.
Las cuatro distinciones se entregaron en una ceremonia
realizada en el auditorio Dr. Alfonso Escobar Izquierdo,
encabezada por la directora del IIBm, Patricia Ostrosky Shejet,
y el titular de Laboratorios Silanes, Antonio López de Silanes.
Eritropoyetina, pro y contra
López Pérez, bióloga y doctora en
Ciencias Biomédicas en la UNAM, ganó con la tesis
doctoral “Estudio de la eritropoyetina en cáncer cervical.
Su efecto sobre la proliferación y las vías de señalización
que activa”, en la que evaluó el papel de la hormona
eritropoyetina en el padecimiento, pues se utiliza como tratamiento
para curar la anemia en pacientes con esa enfermedad, pero se ha
observado que produce efectos adversos, como una mayor reincidencia
del tumor y un mal pronóstico para las enfermas.
“De ahí el interés por conocer el papel
de esta hormona en el desarrollo o recurrencia de la afección.
En el laboratorio observamos que es capaz de inducir diferentes
vías que favorecen al tumor. En el trabajo evaluamos la proliferación
celular y observamos que favorece el crecimiento de las células
tumorales”, explicó López Pérez, en entrevista.
En su trabajo, analizó las vías de señalización
que se activan con esta hormona, es decir, qué caminos sigue
la célula para proliferar. “La idea es que, a partir
de estos estudios, se puedan sugerir tratamientos combinados que
permitan tratar la anemia sin que haya proliferación de las
células tumorales. Ése es el interés global
del proyecto”, detalló.
Su tutora, Rocha Zavaleta, consideró que el trabajo,
publicado en la revista International Journal of Cancer,
puede ser de importancia para las pacientes oncológicas.
“Hasta ahora se demostró que la eritropoyetina
puede ser un arma de dos filos, pues reduce la anemia, pero aumenta
el crecimiento del tumor. El trabajo de Valentina da pie al diseño
de mejores terapias en las que las pacientes puedan ser curadas
de la anemia sin afectar el desarrollo de la terapia antitumoral.
Actualmente, investigamos de qué manera diseñar mejores
sistemas de tratamiento”, adelantó.
Controla red neuronal anticipación a los alimentos
La fisiología y el comportamiento de los mamíferos
se rigen por ciclos de descanso y actividad, que dependen del funcionamiento
neuronal sincronizado por el reloj biológico o núcleo
supraquiasmático (NSQ), ubicado en la base del hipotálamo.
La actividad neuronal de este reloj es dirigida por genes
que le dan un ritmo autónomo, pero en su sincronización
es fundamental la luz, que brinda señales de actividad en
el día, y de descanso en la noche. Para lograr este proceso,
el NSQ tiene extensas proyecciones neuronales en el hipotálamo,
a través de las cuales transmite su ritmo al resto del cerebro.
Un estudio realizado en Estados Unidos en 1977 demostró
que, si se restringe el acceso a los alimentos durante el día
a un periodo corto y previsible para ratas de laboratorio, éstas
cambian su patrón de comportamiento y pueden anticipar por
varias horas el próximo evento de alimentación, aún
sin tener NSQ.
Aparentemente, explicó Ruud Buijs, esos roedores
tienen la capacidad de organizar el tiempo en función de
la alimentación, pues antes de la hora de la comida ya presentan
cierta actividad y comienzan a secretar hormonas como la corticosterona.
Con estos resultados, investigadores en el mundo plantearon
que la anticipación a la comida, aún sin el NSQ, era
regulada por otro reloj, al que llamaron por más de 30 años
“reloj de anticipación a la comida”, mismo que
trataron de ubicar.
En su trabajo, publicado en la revista PNAS, Ruud
Buijs demostró que el reloj biológico que se anticipa
a los alimentos en los mamíferos no es una sola estructura,
sino una compleja red neuronal que funciona entre el cerebro y otras
zonas del organismo.
Al respecto, estudió la actividad neuronal en el
hipotálamo durante la anticipación a la comida, con
el uso del marcador de actividad neuronal c-Fos, en un modelo experimental
de rata. Observó que la actividad del NSQ se reducía
en la fase de reposo si los animales anticipaban a la comida, y
simultáneamente, la actividad en el núcleo dorsal
medial del hipotálamo (DMH, por sus siglas en inglés)
se incrementaba.
Asimismo, demostró que la inhibición de la
actividad neuronal del NSQ se debía a la activación
del ácido gamma-aminobutírico (GABA) en las neuronas
del DMH, que proyectaban al NSQ. Dado que en los animales nocturnos
como las ratas, la actividad del NSQ inhibe la actividad locomotora,
Buijs formuló la hipótesis de que la disminución
de la actividad del NSQ es necesaria para que el animal inicie actividad
durante su periodo de descanso.
En el momento que el investigador lesionó el DMH,
se presentó no sólo la pérdida de la anticipación
al alimento, sino también un incremento simultáneo
en la actividad del NSQ, indicativo de que, sin DMH, el NSQ mandaba
una fuerte señal al cerebro del animal para mantenerse inactivo.
Estas observaciones fueron probadas y con ello se mostró
que, después de la pérdida de la actividad anticipatoria
al alimento por lesión del DMH, ésta se recuperaba
si se lesionaba el NSQ.
Buijs y sus colaboradores concluyeron que en animales intactos
la anticipación al alimento durante el periodo de descanso,
sólo puede producirse si el DMH inhibe la actividad del NSQ,
lo que permite la actividad locomotora. Como resultado, la anticipación
se origina en una red neuronal que comprende normalmente la interacción
entre el DMH y el NSQ.
Sin embargo, el hecho de que sin DMH y sin NSQ los animales
puedan anticipar al alimento, señala que muchas estructuras
más en el cerebro están involucradas en este tipo
de respuesta. El estudio también demuestra que la interacción
puede servir como un sistema intrahipotalámico para señalizar
el inicio de la actividad durante las fases predeterminadas de descanso,
según el reloj circadiano.
Unidad de Bioprocesos
Abel Blancas Cabrera, Premio Silanes al Técnico
del Año, está adscrito a la Unidad de Bioprocesos,
donde se indagan los factores hidrodinámicos que ocurren
en fermentaciones, y se estudian procesos de recuperación
de productos por diversos métodos, como el secado por aspersión,
liofilización o purificación por técnicas cromatográficas.
El grupo analiza a detalle los fenómenos de transferencia
de los procesos de fermentación y lleva estos conocimientos
a procesos de escalamiento.
La Unidad tiene la capacidad de desarrollar bioprocesos
para la industria alimentaria, principalmente los relacionados con
el agave y la cerveza. También puede producir biofertilizantes
para la agricultura, además de realizar estudios en la producción
de proteínas recombinantes glicosiladas en cultivos bacterianos.
En el evento, también se distinguió a 50
trabajadores académicos y administrativos por su antigüedad
en Biomédicas. Cinco fueron reconocidos por 10 años
de labor; nueve por 15; 13 por 20; seis por 25, y tres por 30 años
de servicio.
Además, recibieron diploma y distintivo seis empleados
con 35 años de antigüedad, cuatro con 40, y una académica,
Guillermina Yankelevich Nedvedovich, por 55 años.
Tres académicas con 25 años de servicio –Patricia
de la Torre, Edda Sciutto y María Sitges—recibieron
también un reconocimiento al mérito universitario.
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