“A los 19 años haces muchos planes, quieres
probar y verlo todo, pero si de pronto alguien te dice que podrías
quedar ciego, tu mundo cae de golpe; al menos eso fue lo que sentí
al momento en que me diagnosticaron queratocono, y esta emoción
se agravó al darme cuenta de que la noticia no pareció
importarle a mi familia ni a mis amigos”, compartió
Donovan Omar Villanueva Pineda.
Actualmente, el alumno de la Facultad de Ciencias tiene
un par de lentes de contacto proporcionados por la Dirección
General de Orientación y Servicios Educativos (DGOSE) que
le ayudan no sólo a frenar el avance de su padecimiento,
sino a continuar con sus estudios, pues enterarse de que podría
perder la vista lo sumió en una profunda depresión.
“No quería saber nada de nada ni de nadie, al grado
que decidí abandonar la escuela”.
Se calcula que una de cada dos mil personas presenta queratocono,
padecimiento progresivo en el que la córnea se adelgaza y
protruye hacia delante. Es tratado mediante lentes de contacto y
transplantes, pero ambas alternativas resultan costosas y para Donovan
eran impensables; “¿qué podía esperar
si el apoyo que recibo de mis parientes es de 20 pesos diarios?”.
El dinero como limitante
Donovan vive en la colonia Barranca Seca, en la delegación
Magdalena Contreras, con su madre, quien se dedica a preparar alimentos
que vende a oficinistas de la zona, generalmente a 15 pesos el platillo.
Si le va bien, obtiene 300 pesos, de los que invierte 200 para preparar
el menú del día siguiente
“El dinero es de las cosas más absurdas, te
limita tanto. Hubo un momento en que decidí que quería
tener mis cosas y vivir por mi cuenta, y me puse a trabajar. No
me fue nada bien, en menos de ocho meses pasé como por cinco
empleos y, al final, quedé desocupado, con apenas 700 pesos
en la bolsa, que utilicé para realizarme un estudio llamado
topografía de la córnea, que me confirmó que
tenía queratocono. Ahí supe que debía hacer
algo, aunque ignoraba qué”.
Recibir un salario, ahorrar, procurarse tratamiento, todo
con tal de no quedar ciego… Éstas fueron algunas de
las ideas que pasaron por la mente del joven, y todas lo orillaban
a dejar los estudios. Decidido a hacer lo posible por salvar sus
ojos, se dirigió a la coordinación de su carrera,
Ciencias de la Tierra, para avisar que se daría de baja por
un año; sin embargo, ahí le plantearon otra alternativa.
“No quería dejar los estudios, pero creía
que no había de otra. Sin embargo, en la facultad me propusieron
recibir una beca-trabajo o ver si en una FES podían apoyarme
con el tratamiento, pero todo se me complicó; por un lado,
ya tenía de parte de la Universidad un apoyo alimenticio,
por otro, tras haberme ido a laborar me convertí en alumno
irregular, y eso dificultó el asunto, hasta que me dieron
una tercera opción, ¿y por qué no expones tu
caso directamente en la DGOSE?”.
Retomar el camino
Donovan era el típico estudiante de secundaria que
se sentaba en la última fila del salón para cotillear
con sus compañeros, pero siempre con el hábito de
tomar apuntes de cuanto hubiera en la pizarra; en sus años
de CCH ocupaba las hileras de en medio y, al iniciar la carrera,
estaba en los asientos de enfrente, pero ya no alcanzaba a ver las
anotaciones de tiza que escribía el profesor.
“Siempre me he preguntado, ¿cómo aprende
un ciego? Yo quería que se me desarrollaran los otros sentidos,
asimilar el conocimiento de otra manera. La verdad es que transcribía
todo lo que decía el maestro y, a la hora del examen, nunca
venía lo que se decía en clase, sino lo que se apuntaba
en el pizarrón. De un día para otro vi mis calificaciones
ir en picada. En realidad admiro a los invidentes y lo que hacen
para instruirse”.
La tarde en que Donovan acudió a la DGOSE no sabía
qué decir y mucho menos qué esperar. “Expuse
mi caso, no sé si bien o mal, pero sí atropelladamente,
quería contarlo todo y creo que no dije mucho, pero a lo
mejor fue lo suficiente, porque salí de ahí con una
carta para que me hicieran los lentes. Sentí que tenía
otra oportunidad”.
Lo que viene
El joven sabe que los lentes no son una solución,
pero sí una herramienta para evitar el avance de su padecimiento
hasta que un trasplante de córnea sea factible, “y
quiero hacer las cosas bien”.
“Suena absurdo, pero los pupilentes ahora son el
factor determinante para acomodar mis horarios en la Universidad.
Como sólo puedo usarlos ocho horas, compacté mis clases
en bloques de seis horas, para tener 45 minutos para salir de casa
y otros tantos para regresar. El objetivo es no pasarme del lapso
marcado por los oftalmólogos”.
¿Han cambiado las cosas?, para Donovan no hay duda
de que sí, pues tras varias materias reprobadas, acaba de
obtener su primer 10 en matemáticas.
“Sólo soy bueno para la ciencia, y que se
me truncara de esta manera la posibilidad de prepararme, me deprimió.
Ahora siento que retomé el camino, a tal grado que quiero
estudiar Física como segunda carrera. Sé que es difícil,
porque soy alumno irregular y porque por ahora mis calificaciones
no son tan buenas, y todo por este episodio. No obstante, justo
por haber pasado por esto y lo difícil que fue, tengo la
impresión de que puedo hacerlo todo”.
—o0o—