La captura pesquera declinará conforme aumente la
destrucción de los manglares; se estiman pérdidas
anuales de aproximadamente 800 kilogramos de camarón y peces
de importancia comercial por cada hectárea destruida de esos
ecosistemas, debido a su correlación entre la extensión
de la zona de mareas (manglares en los trópicos) y el volumen
de captura en las aguas adyacentes, explicó Francisco Javier
Flores Verdugo, especialista en oceanografía biológica
y pesquera.
Esas áreas son de gran importancia no sólo
por su valor socioeconómico, sino por la capacidad de mantener
una alta productividad y equilibrio en los entornos lagunares estuarinos.
Presentan fertilidades tan elevadas como el más
eficiente de los cultivos domésticos; en algunas zonas llegan
a exportar esa capacidad a las aguas marinas colindantes y en regiones
áridas los ecosistemas terrestres adyacentes tienen funcionalidad
equivalente a un oasis, agregó el investigador del Instituto
de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL), Unidad Mazatlán,
de la UNAM.
Tres cuartas partes de la superficie terrestre están
cubiertas por agua, pero 90 por ciento presenta una fecundidad similar
a la de un matorral desértico. Las regiones fértiles
del mar abarcan sólo el 10 por ciento y se ubican dentro
de ecosistemas costeros, particularmente los manglares.
De hecho, abundó Flores Verdugo, se estima que de
la pesca total mundial, 90 por ciento se realiza en las regiones
costeras, y de ese total, 70 por ciento lo constituyen organismos
estuarinos, o aquellos que en algún periodo de su vida habitan
estos ambientes.
Los beneficios de los manglares y ecosistemas lagunares-estuarinos
comprenden gran variedad de bienes, servicios, usos y funciones
de valor para la sociedad, la flora y fauna silvestre, así
como para el mantenimiento de procesos naturales, e interactúa
con otros medios marinos y terrestres. Por ejemplo, existen evidencias
de que su destrucción ocasiona pérdida de estructura
en arrecifes de coral, detalló el universitario.
Los manglares se caracterizan por una elevada producción;
sirven de hábitat de apoyo a las pesquerías de la
plataforma continental; son zonas de alimentación, refugio
y crecimiento de crustáceos y alevines, así como protección
de flora y fauna silvestre, incluso especies en amenaza de extinción,
endémicas y migratorias.
También actúan como sistemas naturales de
control de inundaciones y erosión, como protección
contra huracanes e intrusión salina, y mejoran la calidad
del agua al funcionar como filtro biológico.
Asimismo, contribuyen a la prevención de la formación
de suelos ácidos, generan condiciones de microclima, ayudan
a mantener sistemas y procesos naturales como respuesta a cambios
en el nivel del mar, trampas de carbono, y conservan los procesos
de acreción, sedimentación y formación de turbas,
acotó el oceanógrafo biológico, cuya principal
línea de investigación es la productividad primaria
en sistemas lagunares estuarino y manglares,
Según estimaciones, del 60 al 75 por ciento de las
costas de regiones tropicales están bordeadas por manglares.
La extensión que cubren en el país es de seis mil
600 kilómetros cuadrados, y ocupan el sexto lugar en el mundo.
Presentan adaptaciones a suelos ricos en materia orgánica
(anóxicos) y comprenden más de 50 especies, de las
que cuatro se encuentran distribuidas ampliamente en México:
mangle rojo (Rhizophora mangle), mangle negro (Avicennia
germinans), mangle blanco (Laguncularia racemosa)
y botoncillo (Conocarpus erectus).
En el país están contemplados dentro de la
norma 059 de la Ley General de Equilibrio Ecológico para
su conservación, con una categoría de protección
especial para el manglar blanco, negro y botoncillo, y como especie
rara, al manglar rojo.
También están bajo un régimen de conservación
o uso sustentable por diversas normas como la NOM 022 para la conservación
de los humedales, concluyó.