Ante las nuevas tecnologías y la consecuente evolución
del libro hacia una textualidad y un soporte distintos al impreso
en papel, lectores, libreros, educadores y bibliotecarios se preguntan
qué impacto tendrán aquéllas en los procesos
educativos y de información y, por supuesto, en las prácticas
de lectura.
Luego de una primera evaluación de cómo se
lee en México, derivada de sus indagaciones, Elsa Margarita
Ramírez Leyva, del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas
y de la Información (IIBI) de la UNAM, aseguró que
el impreso aún persistirá mucho tiempo.
“Estamos en la etapa del incunable electrónico.
Desde luego, han empezado a surgir diferentes tipos de escritura
en esa forma, que propician modalidades de lectura distintas a las
que han prevalecido en los medios impresos, pero sin duda, estamos
en una etapa inicial”, comentó.
El electrónico aún conserva la mayor parte
de las características del otro, pero presenta una variante:
la interactividad; además, ya han empezado a desarrollarse
versiones que incluyen imágenes, sonido y vínculos
con otros textos, es decir, multimedia.
El imperio del libro impreso y las maneras de leer que
se han estructurado a partir de un texto escrito continúan;
a la vez, éste convive con las innovaciones originadas por
la tecnología electrónica, que han dado lugar a la
hipertextualidad, que nos anuncia las transfiguraciones por venir,
el soporte y las maneras de leer.
Ramírez Leyva, autora del estudio “La lectura
en los tiempos de Internet”, ha analizado la experiencia de
esta actividad intelectual y recreativa.
En cuanto a la lectura en una pantalla, la experiencia
difiere: la computadora de escritorio puede resultar incómoda,
sobre todo en textos que requieren más tiempo. Lo dicen los
jóvenes: leer en computadora cansa, sobre todo si es por
un lapso prolongado.
“Sin embargo, los colegas del área científica
conforman un sector que produce y consume revistas electrónicas;
es más, las prefieren a las otras porque, como su proceso
editorial es mucho más breve, les permite estar actualizados
de los avances en menor tiempo, y les facilita el trabajo en equipo
y acceso a los contenidos desde cualquier lugar”, comentó.
También ahora uno puede leer en los teléfonos
celulares, desde mensajes breves, hasta el periódico (en
Japón ya han aparecido versiones de libro para este tipo
de artefactos).
Otros soportes de lectura como los diferentes tipos de
tabletas favorecen la lectura de un texto largo, pues su formato
tiende a semejarse cada vez más al del libro. Con ciertas
ventajas, sus aplicaciones permiten manipular el tamaño de
la letra, hacer anotaciones, consultar el diccionario, incluso enlazarse
a otros sitios, si se cuenta con conexión a Internet.
“Es más, algunos electrónicos cuentan
con aplicaciones para realizar la denominada lectura social, que
favorece la comunicación entre lectores, autores, profesores
y editores; de este modo, las barreras de comunicación tienden
a diluirse y el texto se convierte en un espacio de trabajo y aprendizaje,
y también lúdico”.
Ahora bien, frente a las opiniones conservadoras sobre
la calidad de la información que se ofrece en Internet, la
especialista apuntó: “El problema de la calidad de
los contenidos y de los posibles efectos nocivos de éstos
en los lectores no es nuevo. Hoy, los temores se renuevan por la
libertad para comunicar y acceder a una gran variedad de contenidos.
Pero éste no es el verdadero problema, sino las deficiencias
en las capacidades de lectura y escritura que no pueden ser atribuidas
a la tecnología.
“Los involucrados en la formación de lectores
(profesores, padres de familia y bibliotecarios) tendríamos
que pensar cómo formar no sólo a las nuevas generaciones,
sino también a los adultos, para que puedan escoger los mejores
contenidos escritos y audiovisuales, aprovecharlos y disfrutarlos;
es decir, en cómo lograr una experiencia que les permita
formarse y transformarse”.
En una investigación efectuada por Ramírez
Leyva entre estudiantes de bachillerato de la UNAM, ellos dijeron
preferir las fuentes digitales de información si se trata
de sus tareas, pero el libro impreso en el momento de leer, porque
las sensaciones que les causa este objeto son más placenteras.
Incluso, algunos expresaron preocupación por el tiempo que
sus hermanos menores dedican a navegar por el ciberespacio o a jugar
videojuegos.
“Pese a que pertenecen a la denominada generación
digital, se observa que no aprovechan el potencial que les ofrecen
los medios impresos y electrónicos, como la biblioteca digital
de la UNAM, y lejos de pensar que dominan las tecnologías
de la información y la comunicación, es necesario
integrar a su proceso educativo programas para el desarrollo de
habilidades informativas. Así podrán beneficiarse
de fuentes y recursos que amplíen su universo informativo”.
Con relación a la calidad de los libros que circulan
en Internet, muchos de los cuales pueden ser descargados sin costo,
la especialista dijo: “Si se revisa la historia del libro,
la calidad siempre ha sido un asunto complejo. Gran cantidad de
obras son aceptadas o discriminadas por cuestiones morales o políticas;
es decir, los valores y las ideologías varían de una
época a otra y de una sociedad a otra.
“Han habido y existen libros de diversas calidades.
Podríamos considerar que éstos no son buenos ni malos.
Creo que es el lector quien debe desarrollar capacidades para discriminar
la información que utiliza. Cervantes decía que no
hay libro tan malo que no deje algo bueno; pero sólo al lector
le corresponde obtener algún provecho. La clave está
en formar lectores capaces de hacerlo”, concluyó.