Una sociedad sexualmente represora como la mexicana,
tiende a hacer que sus integrantes no tengan inteligencia sexual,
lo que genera no sólo complicaciones psicológicas,
sino también físicas, afirmó Julián
Alcalá, profesor de la Facultad de Medicina (FM) de la
UNAM.
La inteligencia sexual, explicó, se basa en la
medición de la capacidad erótica de las personas,
pues se considera que el principal órgano vinculado es
el cerebro; es ahí precisamente donde se configura el placer
y el deseo.
Por lo general, en el país las condiciones apuntan
a que los individuos no tengan desarrollada esta aptitud, y en
buena medida se debe a que el erotismo y el sexo aún son
considerados temas prohibidos para los grupos conservadores, subrayó.
No obstante, se debe reconocer que existen aspectos de
la sociedad civil en los que se ha avanzado; por ejemplo, hoy
se habla de derechos sexuales y reproductivos, y los adolescentes,
sin permiso de los padres, pueden recibir orientación en
materia de anticoncepción.
El sexólogo mencionó que “la gente
piensa con frecuencia que nuestra capacidad para ser atractivo
o tener el poder de seducción es cuestión de suerte
o del sex-appeal, y habría que decir que no es así,
porque en realidad es una expresión de la inteligencia
sexual”.
De hecho, destacó, si alguien posee esa capacidad
no tiene relaciones destructivas, ni se permitirá acercamientos
afectivos y sexuales con quien potencial o realmente, le pueda
hacer daño.
Es una herramienta para decidir sobre la sexualidad,
si se quiere o no, y de qué manera; así, las decisiones
siempre irán acompañadas de gusto, consenso y satisfacción,
apuntó.
Este concepto surge de recuperar los distintos tipos
de inteligencia (lingüística, lógica-matemática,
artística, kinestésica, intrapersonal, interpersonal,
social y naturalista), que en los años 80 el psicólogo
Howard Gardner puso a discusión.
Esta diversidad dio cabida a la llamada inteligencia
emocional que, al juntarla con la social, hizo que Shere Conrad
y Michael Milburn, de la Universidad de Massachusetts, empezaran
a trabajar en la de tipo sexual.
Esta habilidad, precisó, brinda la oportunidad
de tener una sexualidad plena, y una capacidad de relacionarnos
con nosotros mismos y con los otros, lo que contribuye a la salud
física, psicológica, y a ser felices en lo posible.
Si no se encuentra desarrollada, conlleva ciertos riegos,
como enfermedades, dolor físico y emocional, e incluso
padecimientos psicosomáticos; “esto, desafortunadamente,
domina mucho en nuestra sociedad”, destacó.
Ante la miseria sexual se busca mejorar esta capacidad,
y como todos los tipos de inteligencia, se puede desarrollar para
lograr el placer y convertirse en fuente de salud.
La inteligencia en este ámbito se cimienta sobre
tres columnas: la primera tiene que ver con el conocimiento científico,
humano y fundamentado de la sexualidad.
La segunda, es lo que se llama el yo sexual;
es decir, la reflexión honesta que uno hace en términos
de “qué me gusta, qué deseos tengo, o no me
asusta que algunas personas tengan otro tipo de prácticas
o fantasías”.
La tercera es el vínculo con la pareja o con
otros, que en este caso incluye relaciones no sólo coitales,
sino emocionales. En ese sentido, se vincula a la inteligencia
social, “porque implica respetar a quienes no comparten
mis ideas”, precisó.
Una persona que posee información y orientación
en la materia, y se percata que es homosexual, puede hacer una
reflexión de lo que ello significa y buscar espacios donde
pueda relacionarse con otros que tengan su misma orientación
y, además, tener mayor cuidado para su protección.
“La sexualidad es algo de lo que debemos sentirnos
orgullosos, ésa es una primera estrategia que debe seguir
quien desee tener inteligencia en esta materia”, sostuvo.
Asimismo, se puede buscar orientación personalizada
para encontrar “las piedritas que obstaculizan el camino,
y a partir de ahí, con educación, vivencias e inteligencia
social, reconocer el momento de acercarnos o alejarnos de quien
nos pueda hacer daño”.
Los individuos que no han desarrollado su inteligencia
sexual, emocional y social, no disfrutarán; además,
se exponen a relaciones no deseadas y al abuso.
Las personas que son forzadas a tener relaciones, se
exponen a contraer infecciones de transmisión sexual, embarazos
no deseados, o a ser víctimas de violencia psicológica
y/o física. Además, si el problema crece, se puede
perder la salud y es probable que se empiecen a tener dolores
musculares, articulares, dificultad para dormir, aumento de peso
o anorexia, entre otros síntomas, alertó.
Por ello, en los talleres siempre se trabaja con dos
aspectos: la autoestima y la asertividad, capacidad de tomar decisiones
adecuadas; estos aspectos son importantes para proteger y potenciar
a las personas, concluyó.