Un alto porcentaje de la población mexicana padece,
con cierta regularidad, cefaleas, pero también “aprende”
a sobrellevarlas, aunque en la mayoría de los casos pueden
ser contrarrestadas eficazmente.
Se dividen en primarias y secundarias. Las primeras son
aquellos dolores de cabeza que no tienen una causa subyacente
identificable, es decir, constituyen una enfermedad en sí;
las segundas, en cambio, son síntoma de un mal determinado
(hipertensión, diabetes o gripa), de un tumor o de un traumatismo
craneoencefálico.
Para valorar las primarias crónicas, y ofrecer
una alternativa de tratamiento a quienes las sufren, un grupo
de investigadores de la Facultad de Psicología (FP) de
la UNAM, encabezado por Héctor Velázquez y Juan
José Sánchez Sosa, puso en marcha, hace cinco años,
un programa de atención que sigue vigente.
“A las cefaleas primarias les damos el carácter
de crónicas si se presentan por más de 15 días
al mes, a lo largo de por lo menos tres meses seguidos. Estos
dolores pueden durar todo el día o manifestarse en episodios
de varias horas. Algunos de nuestros pacientes tienen una historia
de más de 20 años con ellos”, dijo Velázquez.
Clasificación
De acuerdo con la última actualización
(2004) de la clasificación de la International Headache
Society (Sociedad Internacional de Cefaleas, IHS, por sus siglas
en inglés), hay poco más de 80 tipos (primarias
y secundarias).
Las primarias se subdividen en tensional, migraña,
en racimos y trigeminal. Como aún no se ha identificado
el mecanismo que explica cada uno de estos subtipos, hay varias
propuestas etiológicas al respecto.
En el caso de la tensional (frecuente, pero no tan incapacitante
como la migraña), durante mucho tiempo se pensó
que obedecía a una contractura sostenida en los músculos
de la nuca: ésta generaba una isquemia (sufrimiento celular
por la disminución transitoria o permanente del riego sanguíneo)
y, eventualmente, desencadenaba el dolor. Sin embargo, se ha visto
que una persona puede padecerla sin que tenga una contractura
en los músculos de la nuca.
“Lo que se sugiere ahora es que hay una sensibililización
de las vías sensoriales en los tejidos miofaciales, que
afecta directamente la enervación del nervio trigémino,
que es el responsable del dolor”, explicó el investigador
universitario.
En el caso de la migraña (uno de los subtipos
primarios más intensos), las propuestas etiológicas
se inclinan hacia factores genéticos y neurovasculares:
algunos neuropéptidos generarían una dilatación
en los vasos de la duramadre (meninge exterior que protege al
sistema nervioso central, constituido por el encéfalo y
la médula espinal), principalmente, los cuales también
están enervados por el nervio trigémino; de aquí
surgiría el dolor. ¿Qué ocasiona la liberación
de estos neuropéptidos? Hasta la fecha no se sabe bien
a bien.
Criterios diagnósticos
En la clasificación de la IHS vienen los criterios
diagnósticos de cada uno de los subtipos de cefaleas primarias
y secundarias (algunos son compartidos por varios de esos subtipos).
Así, una tensional es un dolor que presiona ambos
lados de la cabeza, y su intensidad va de leve a moderada; no
siempre es incapacitante. A veces va acompañada de náusea
y/o vómito, y no empeora con la actividad física,
a diferencia de la migraña, que por lo general, se incrementa
con el simple hecho de levantarse; esta última es un dolor
pulsátil en un lado de la cabeza, casi siempre resulta
incapacitante y está asociada a náusea y/o vómito.
“A partir de ello, elaboramos un cuestionario de
tamizaje que nos permite identificar cuáles presenta el
paciente en turno; luego los cotejamos con el diagnóstico
del neurólogo que, para realizarlo, utilizó la misma
clasificación internacional. Valoramos la cefalea y en
función de todo esto, diseñamos una intervención
específica”, indicó.
Factores asociados
En los últimos 30 años se han descubierto
los siguientes factores que pueden estar presentes antes, o durante
una de ellas, e incluso actuar como mediadores o mantener el cuadro:
El sexo. Son más comunes en mujeres que en hombres
(la proporción es casi de dos a uno). Muchas informan sufrir
un dolor de cabeza si el ciclo menstrual está por llegar,
o ya lo hizo.
La dieta. Algunos alimentos como quesos fermentados y
chocolate, así como los sulfitos del vino, contienen ciertos
aminoácidos que pueden originar una vasodilatación
y, por lo tanto, una cefalea.
El estrés. Su mal manejo puede hacer que la respuesta
inmune se reduzca y surja desde una gripe y un malestar estomacal,
hasta un episodio de migraña.
La carga genética. La mayoría de las personas
que padecen migrañas tiene o tuvo padres que también
las sufrían. Parece que esta sensibilidad se transmite
de generación en generación.
La interacción familiar. En la medida en que en
ese núcleo hay violencia, castigos y peleas, se generan
cuadros depresivos o de ansiedad, que a su vez pueden precipitar
la aparición de dolores de cabeza.
La edad. Muchos episodios de cefaleas ocurren más
en la edad productiva (entre 18 y 45 años), que en cualquier
otra.
Tratamientos
Los tratamientos diseñados por los universitarios
toman en cuenta todo tipo de componentes: instrumentales, cognitivos
y emocionales. En ocasiones, una persona está todo el día
con los hombros cargados o el cuello muy tenso, con la mandíbula
apretada, y esto conduce a una cefalea tensional.
Velázquez y sus colegas enseñan a notar
si un músculo está tenso o relajado, y a poner en
práctica métodos para reducir esa actividad muscular.
“Con el tiempo se puede ser capaz de notar esa respuesta
en casa o en el trabajo, y reducirla mediante la técnica
de relajación muscular progresiva”.
Los especialistas recurren, asimismo, a la retroalimentación
biológica: conectan electrodos de un amplificador de señales
en los músculos que han identificado como los más
propensos a sufrir una contractura muscular, y la misma persona
ve su señal reflejada en la pantalla de la computadora.
“De este modo, se percata de qué tan contracturados
están, y como ya cuenta con un entrenamiento de relajación,
empieza a reducir esa respuesta”.
En relación con los componentes cognitivos, se
ha observado que es común que una persona, en el momento
que llega, piense que tiene un tumor cerebral y no un problema
de cefalea primaria (aunque se lo haya explicado el neurólogo);
cree que nada de lo que haga le ayudará a regular su dolor,
o bien, espera que se lo quiten de inmediato con una pastilla
o un consejo.
Esto mantiene su estado de angustia o ansiedad y, evidentemente,
su cefalea, o su expectativa de que se le quitará el malestar
como por arte de magia, subrayó.
“Entonces exploramos esos pensamientos con técnicas
de reestructuración cognitiva utilizadas en terapias tradicionales,
para poner a prueba las creencias de la persona: si puede o no
hacer algo para mitigar su dolor, o si de verdad ya ha probado
todo lo que dice”, apuntó.
Finalmente, los investigadores abordan el aspecto emocional.
Muchos individuos que las padecen se sienten frustrados porque,
aunque ya consumieron el fármaco más fuerte, no
se les quita el dolor, y empiezan a desarrollar las conductas
típicas de alguien con un cuadro depresivo.
“Una medida que proponemos es redistribuir las
cargas de trabajo para que el estrés disminuya. Se advierte
que siempre habrá situaciones estresantes, pero que ahora
se dispone de herramientas para hacerles frente y manejarlas mejor.
También usamos técnicas de distracción del
pensamiento, porque hemos comprobado que muchos pacientes todo
el día sólo piensan en su dolor”, finalizó
Velázquez.