La Nochebuena (Euphorbia pulcherrima), “la
más hermosa” de las integrantes de esa familia vegetal,
originaria de nuestro país, no sólo es parte de
nuestra cultura y símbolo de identidad nacional, sino una
de las plantas de maceta más importantes a escala mundial.
Expertos del Instituto de Biología (IB) de la
UNAM han descubierto, mediante análisis genéticos,
que los cultivares de esta especie proceden principalmente del
norte de Guerrero; es decir, que toda la industria a su alrededor
se basa en una muestra pequeña de su diversidad.
Con el hallazgo, realizado por Laura Trejo Hernández,
del grupo de investigación de Mark Olson (del área
de Diversificación morfológica, anatomía
y biomecánica, del Departamento de Botánica del
IB), se pretende permitir el aprovechamiento de la diversidad
nacional y ofrecer ventaja a los productores.
En la venta de plantas en el mundo, la Nochebuena se
ubica sólo por detrás de las orquídeas. En
Estados Unidos, principal productor, las ventas en tres meses
alcanzan más de 200 millones de dólares, y se incrementan
año con año. Se comercializa en todos los continentes;
es símbolo navideño en todos los países (aún
en el Hemisferio Sur, donde tienen que tapar las plantas con tela
negra para que florezcan en verano) y también de fin de
año en los pueblos no cristianos, relató Trejo Hernández,
quien recientemente obtuvo su doctorado en esta casa de estudios.
En nuestro territorio, en el 2010 se vendieron 20 millones
de plantas, que dejaron ganancias por 400 millones de pesos; el
año pasado la cifra se incrementó a 600 millones
de pesos. Los principales estados productores son Morelos, Michoacán,
Distrito Federal, Puebla y Estado de México, indicó.
De forma silvestre, Euphorbia pulcherrima se
distribuye desde el norte de México hasta Guatemala, por
todo el Pacífico, desde Sinaloa hasta el sur del país
centroamericano. En nuestro territorio también es posible
encontrarla hacia el centro, desde la costa de Guerrero hacia
Taxco, y hasta el sur de Morelos.
La mayor parte de las poblaciones, alrededor del 90 por
ciento, está en México. Es casi endémica
de nuestra nación y adorna jardines desde la época
prehispánica, aclaró la experta.
La especie silvestre tiene un hábitat muy particular:
requiere sombra y humedad, por lo que crece en barrancas de bosque
tropical subcaducifolio o bosque tropical caducifolio, aunque
también llega a crecer en selva mediana.
Los bosques del norte de México en esta época
están secos, pero crece en las barrancas, abajo, cerca
de los ríos, donde hay sombra y humedad. También
tienen presencia en las selvas de Chiapas y Guatemala.
Por su distribución longitudinal, germina en distintos
ambientes y “hemos observado que su variación genética
cambia conforme se alejan unas poblaciones de otras, pero todas
pertenecen a la misma especie. La diversificación del color
en las brácteas, que va del rojo al blanco, podría
responder a características ambientales”.
Entre las poblaciones silvestres y las cultivadas existen
diferencias como el tamaño de la llamada “flor”;
en los bosques y la selva, las brácteas son muy delgadas
y forman un solo juego alrededor de las inflorescencias, de color
amarillo. Mientras que las que se producen en invernaderos, son
de mayor volumen, anchas y vistosas.
Las 21 poblaciones analizadas por la científica
provienen de Sinaloa, Nayarit, Michoacán, Guerrero, Morelos,
Oaxaca, Chiapas y Guatemala. “Tratamos de representar todo
el Pacífico y el centro de México, con base en ejemplares
de herbario antiguos, para llegar de manera más fácil
a los lugares y tener respaldo de cada ejemplar”.
Se investigó la situación de las poblaciones
silvestres y se realizó un mapa de su distribución
y variantes genéticas; con ello es posible identificar
el origen de cualquiera, mediante marcadores moleculares. En consecuencia,
se pueden establecer programas de conservación y protección
contra la biopiratería, añadió.
Trejo Hernández encontró que 20 por ciento
de las poblaciones analizadas se ubican en áreas protegidas,
“pero eso apenas representa una tercera parte de la diversidad”.
Por ello, es necesario preservar a las restantes, de manera ideal
en sus hábitats, para que continúen su evolución.
También halló más vulnerables: mediante
el análisis, se reconoció a las poblaciones con
variantes singulares, llamadas haplotipos únicos, que deben
tener preferencia de conservación. Asimismo, detectó
a las más amenazadas por el impacto humano, ubicadas en
Morelos y norte de Guerrero.
Buscó un marcador genético que pudiera
relacionar las plantas silvestres con los cultivares; “amplifiqué
una gran cantidad de marcadores de cloroplasto y núcleo,
con análisis de plantas silvestres y cultivadas, hasta
encontrar el fragmento de genoma con la suficiente variación
para separar unas de otras”.
Una vez detectados esos marcadores, dos fragmentos o
secuencias intergénicas de cloroplasto, “diseñé
un marcador específico para un gen del núcleo, con
el uso de otras euphorbias”. Así se determinó
la existencia de 12 variantes o haplotipos en el cloroplasto y
nueve en el núcleo.
Los cultivares analizados provienen de Estados Unidos
y México, los primeros, de mayor venta y con patente, como
“Freedom”, “Sub-Jibi” y “Festival
Red”. Y de nuestro país, el “Valenciana”
y “Rehilete”. Ahí se hizo el hallazgo: “de
todas las variantes que hallé en las poblaciones silvestres
y analizadas con los fragmentos del genoma de cloroplasto, sólo
dos están presentes en los cultivares. Ello significa que
se han colectado pocas plantas, y en lugares específicos,
para generar los cultivos”.
Si se aprovechara la riqueza genética no sólo
se podría mejorar la Nochebuena de cultivo, sino reducir
los costos de su producción. Por ejemplo, se lograrían
tallos más fuertes, porque muchas se pierden por ruptura
de los mismos; o bien, que sean resistentes a plagas, principalmente
al hongo que afecta las hojas; a la sequía o al frío,
o que se generen cultivares verticales, para tener una gran cantidad
en una menor área.
En un trabajo cercano con los productores, sobre todo
pequeños, de Morelos y Guerrero, así como de otras
instituciones, como la Universidad Autónoma de Chapingo,
y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas
y Pecuarias, Trejo Hernández espera que estos conocimientos
contribuyan al manejo, mejoramiento y conservación de la
especie.
Becada por National Geographic y con publicaciones en
revistas como American Journal of Botany, también
documenta cómo llegó la Nochebuena a la Unión
Americana, y de ahí, a Europa. Hasta el momento parece
ser cierta la historia de que Joel Roberts Poinsett, embajador
estadounidense en México, la introdujo a la floricultura
mundial.
Ese político, militar y naturalista estuvo en
nuestro territorio de 1825 a 1830. Formaba parte de la Sociedad
Histórica de América, y en las rutas de Humboldt,
exploró nuestro territorio. Colectó ejemplares de
plantas y animales, y mandó cargamentos de la Nochebuena
al Jardín Botánico de Bartram, en Filadelfia.
Ahí se aclimató al invernadero, y en 1829
fue presentada en el primer festival de plantas y frutos de aquella
ciudad. Hay un par de documentos del siglo XX que indican que
la tomó de Taxco, aunque esta versión requiere respaldo
en documentos más antiguos, consideró.
Laura Trejo prepara, junto con otros especialistas, un
libro que aborde por primera vez, y desde diferentes perspectivas
–incluido su uso medicinal–, a la Nochebuena.
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