En la última década, diversos países
en el mundo han puesto en marcha leyes e instrumentos destinados
a la conservación o restauración de los servicios
ambientales o ecosistémicos.
Los ecosistemas son multifuncionales y proveen a la sociedad
de un amplio rango de apoyos vitales. Una gestión eficaz
requiere de información básica sobre el papel de
cada uno de ellos en la producción de esos beneficios,
datos que además sean útiles a los gestores y políticos
en la toma de decisiones sobre ordenación territorial.
En torno al tema, Patricia Balvanera Levy, del Centro
de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco) de la UNAM, campus Morelia,
colabora con un grupo de expertos de diversas instituciones del
mundo, encabezado por la ecóloga Heather Tallis –una
de las principales científicas del proyecto Capital Natural,
de la Universidad de Stanford–, que forman parte de la iniciativa
GEO-BON (Red de monitoreo de la biodiversidad).
Este equipo busca diseñar un plan a escala global,
que permita monitorear cambios en los ecosistemas. La propuesta
fue publicada en la reciente edición de la revista Bioscience,
en la que se divulgó el planteamiento para desarrollar
un sistema encaminado a dar seguimiento a los servicios ambientales
que brindan esos entornos.
“Ello permitirá tomar el pulso a aquello
que da soporte a la vida humana y que involucra los beneficios
que la naturaleza nos proporciona”, señaló
Balvanera.
Se trata de diseñar un método que permita
medir la capacidad planetaria para brindar a la humanidad los
beneficios básicos para su sobrevivencia: alimentos, agua
y combustibles, explicó la ecóloga, que también
participó con el equipo de especialistas de sustentabilidad
ambiental de las Naciones Unidas, en el planteamiento de los Objetivos
del Desarrollo del Milenio.
Parte del trabajo de monitoreo lo realizan diferentes
agencias; sin embargo, esa información se encuentra dispersa,
“por lo que uno de los objetivos del proyecto es reunir
todos esos datos”, destacó.
El cambio climático genera demasiados gases de
efecto invernadero, “necesitamos saber dónde están
los almacenes de carbono, o bien, determinar la calidad del agua,
por ejemplo. Con ese conocimiento estaremos en la posibilidad
de realizar un análisis en torno a la capacidad del planeta
de brindar a los humanos una serie de beneficios”, puntualizó.
El trabajo de Heather Tallis y su grupo propone cómo
coordinar la elaboración de informes periódicos
sobre los patrones espaciales y temporales de oferta potencial
de estos servicios, de su entrega a las sociedades, y de su valor
económico y social, para evaluar cómo benefician
a las poblaciones.
Al respecto, Balvanera recordó que en 2005 se
realizó la iniciativa mundial de Evaluación de los
Ecosistemas del Milenio, que mostró que en términos
de la capacidad para generar alimentos “vamos bien -aunque
con problemas de distribución–, así como en
la oferta ecoturística. Sin embargo, en el rubro de regulación
climática, de agua y enfermedades, estamos mal, al igual
que en términos de identidad cultural y de preservación
de nuestras tradiciones”.
En suma, prosiguió, la evaluación de 2005
determinó un balance muy negativo en todos los rubros,
a excepción del tema de alimentos. Mostró la degradación
de 60 por ciento de los servicios ecosistémicos básicos
que apoyan el bienestar humano. No obstante, se desconoce cómo
han evolucionado esas tendencias.
En la actualidad no existe un sistema centralizado que
permita monitorear y reportar esos cambios. El acelerado incremento
de las presiones ambientales en el orbe, y las consecuencias de
la degradación, generan la urgencia de idear métodos
científicos centralizados de monitoreo.
La propuesta metodológica del estudio internacional
se basa en la integración de estadísticas, modelos
matemáticos, sistemas de percepción remota y mediciones
locales.
El proyecto identifica una lista de indicadores de los
servicios ambientales que deben seguirse periódicamente
para generar un balance global del soporte vital del planeta y
contar con un centro de información mundial disponible
para organizaciones no gubernamentales (ONG), medios de comunicación
y autoridades gubernamentales.
“Para lograrlo, será fundamental contar
con una cooperación internacional sin precedentes”,
reconoció. Esta información incidirá en el
establecimiento de políticas ambientales, locales y globales,
finalizó la investigadora de la UNAM.