En el Torneo Rápidas y a la Ciega hay un favorito
indiscutible, el noruego Magnus Carlsen, apodado el “Mozart
del ajedrez” por su juventud (tiene 21 años). En el
encuentro inaugural, derrotó al cubano Lázaro Bruzón
en una de las justas más espectaculares de la Segunda Gran
Fiesta Internacional del Ajedrez de la UNAM.
Como sucede siempre, la partida inició con un movimiento
de las blancas, un peón que saltó de su casilla en
un intento por dominar desde temprano el campo de batalla.
Lo que no fue usual fue la manera en que los contendientes
manipularon las piezas, pues el encuentro se dividió en dos
partidas: una, a contrarreloj, en la que los rivales debían
reaccionar de botepronto, mientras que la otra tuvo las mismas características,
sólo que los participantes lo hicieron con los ojos vendados.
De esta manera, arrancó este cuadrangular de élite
en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario,
en la que Carlsen hizo frente a Bruzón, clasificado en el
lugar 31 en el planeta y el número dos de su país,
en un encuentro que desde el inicio llamó la atención
por sus características.
En primer término, porque puso cara a cara dos estilos
de juego muy diferentes, el europeo y el latinoamericano, y segundo,
porque confrontó juventud con experiencia, pues el nórdico
tiene 21 años, mientras que el caribeño 30.
Primer asalto
Los pedagogos del ajedrez señalan que este juego desarrolla,
entre otras cosas, una característica especial: rapidez de
pensamiento, cualidad que ambos jugadores llevaron al extremo al
encarar a un tercer adversario, el reloj, que sólo concedió
20 minutos a cada uno para terminar su participación.
Carlsen, con las blancas, acometió frenéticamente
y dejó manifiesto su estilo peculiar, alejado de la ortodoxia
teórica y poco interesado en establecer una supremacía
en el arranque, en aras de apuntalar una posición sólida
a mitad del juego.
Por su parte, Bruzón echó mano de un arreglo de piezas
que conformó una defensa sólida que en ocasiones puso
en aprietos al noruego, pero al mismo tiempo, hizo que el antillano
perdiera valiosos minutos.
Se dice que el tiempo es un tirano y en esta ocasión el adagio
se corroboró, pues con rapidez, Bruzón vio cómo
la cuenta regresiva se aproximaba a ceros, lo que lo obligó
a realizar jugadas apresuradas que su contrincante supo capitalizar
y concretar en un jaque mate vertiginoso. Así, la balanza
se inclinaba a favor del europeo.
Segundo asalto
Uno de los ajedrecistas invidentes más conocidos, el estadounidense
Albert Sandrin, solía decir que para enfrentar a un adversario
no se necesitaba de la mirada y ni siquiera de tablero, sino de
tener todas las jugadas en la mente y, sobre todo, un oído
muy fino, capaz de escuchar hasta las intenciones del contrario;
no por nada este hombre se ganaba la vida como afinador de pianos.
Con estas máximas en mente, los jugadores se aprestaron a
la segunda parte del encuentro. Ambos se sentaron en un par de sillones
orientados hacia el público y se dispusieron a jugar una
partida enteramente en sus cabezas, reto que demanda una memoria
fotográfica excepcional, pues tres errores al ubicar las
piezas significan descalificación automática.
Tuvieron la ayuda de un árbitro y dos personas encargadas
de mover las piezas para que el público observara la contienda.
A Bruzón le tocaron las blancas, lo que le significó
una ligera ventaja.
Sin embargo, la presión para el cubano provino de otra parte,
pues tras haber perdido en la ronda anterior, estaba obligado a
ganar si aspiraba a seguir adelante; una derrota o un empate significaban
su descalificación.
Con movimientos precisos, Bruzón se pertrechó, en
espera de que Carlsen desarrollara su usual juego agresivo, pero
para contrarrestar, el noruego optó por algo no habitual
y se valió de una estrategia más convencional y defensiva.
Con contraataques de una parte y otra, en esta ocasión ninguno
pudo demostrar superioridad y, al final, el acomodo de piezas obligó
a que ambos realizaran movimientos cíclicos que imposibilitaron
el jaque mate. Entonces, el encuentro fue declarado tablas, resultado
que acabó con las esperanzas del cubano de llegar a la final.
En espera del siguiente día
Fuera de uno que otro admirador que se quedó en espera de
que Carlsen saliera a dar autógrafos, el público desalojó
la Sala Miguel Covarrubias emocionado de ver a dos grandes dar lo
mejor de sí y con la expectativa de saber qué pasará
al día siguiente, pues el escenario se repetirá, Europa
contra América Latina, y juventud contra experiencia, pues
tocará a la húngara Judit Polgár, de 36 años,
medirse contra el yucateco Miguel León Hoyos, de 22.
“¿Qué espero ver? Me gustaría ver ganar
al mexicano, pero creo que triunfará Polgár”,
señaló Miguel Soriano, un aficionado del ajedrez que
juego en un club de Coyoacán. “Tendremos una final
como pocas”, concluyó.
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