• Servirá como apoyo didáctico en la enseñanza
de la lengua ñañú
• Próximamente se publicarán las traducciones
de Aura, de Carlos Fuentes, y El llano en llamas, de Juan Rulfo
Ante la falta de textos que sirvan de apoyo
en la enseñanza del otomí, Raymundo Isidro Alavez, académico
de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán (FES) de la UNAM,
tradujo El Principito, del francés Antoine de Saint-Exupéry,
una de las grandes obras de la literatura contemporánea universal.
Para el traductor, originario de la región
otomí del Valle del Mezquital, en Hidalgo, trabajar en el texto
implicó varios retos en el aspecto técnico del lenguaje,
para lograr que guardara connotación, dimensiones y características
del original.
El catedrático del Centro de Enseñanza
de Idiomas de la FES, quien desde 1999 enseña su lengua originaria,
el ñañú, aseguró que trata de una forma
de abastecerse de material didáctico atractivo y mostrar la riqueza
de esta lengua, la quinta en importancia dentro del país.
Aparentemente es un título para niños,
su contenido es muy vasto, emplea símbolos, metáforas
y valores, como el respeto, la gratitud, la amistad y el deseo de aprender
que deben retomarse en la vida cotidiana, explicó.
Metáforas como “la verdad no se
ve a simple vista, sino se nota con el corazón”, del autor
francés, que escribió esta obra en 1943, traducida a 180
lenguas y dialectos, invita a los lectores, pequeños y grandes,
a reflexionar.
Antes de la publicación de la traducción,
el académico consultó a diversos especialistas de esta
cultura. Entre ellos, Jacques Galinier, que desde 1969 la ha estudiado
en los estados de Puebla, Veracruz e Hidalgo; Doris Bartholomew, que
ya coordinó dos diccionarios, así como Victorino Gómez
Barranco, Verónica Kugel, Yolanda Lastra, Ángela Salas
y David Charles Wright Carr.
Dentro del proceso de traducción releyó
el texto, en español y francés, para familiarizarse con
las palabras y el sentido que imprimió el autor, “porque
en ocasiones hacer la traducción técnica literal, no tiene
sentido”.
Fue un reto “explicarlo a mi lengua y
con respeto a los espacios, aunque en ocasiones se permite ampliar y
disminuirlo”. Por ello, se apegó al número de cuartillas,
para que no estuviera desequilibrada con las distintas versiones.
La traducción de algunos términos
se sometió al escrutinio de académicos y hablantes originarios
monolingües de la región del Valle del Mezquital, quienes
aportaron sus comentarios para que el sentido de las palabras fuera
el más cercano a la cosmovisión otomí; otras fueron
rescatadas del vocabulario empleado en diversas entidades.
Además, algunos términos como
elefante, armadura, astuto o boa, se tuvieron que construir, y para
ello, también se basó en el origen de las palabras.
“Una palabra escrita queda más
en la conciencia de las personas y tiene mayor fijación; hasta
ahora (el ñañú) se ha heredado de forma oral sobre
todo, y la intención de retomar palabras es para que se recuerden”,
resaltó.
En esta traducción de El Principito
(Ra zi ts´unt´u dängandä), el lector encontrará
palabras y conceptos más elaborados, que los acercará
a dos cosmovisiones.
En fechas próximas, adelantó,
se publicarán en la FES Acatlán las traducciones de Aura,
de Carlos Fuentes, y El llano en llamas, de Juan Rulfo; además
de la que ya existe de La Visión de los Vencidos, de
Miguel León-Portilla.
En la edición de El principito
participaron el Instituto Humboldt de la Investigación Interdisciplinaria
en Humanidades; los centros de Documentación y Asesoría
Hñahñu, y de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, así
como el Liceo Franco Mexicano.
—o0o—