• Permitirían recuperar el aire en las grandes urbes
porque idealmente serán de cero emisiones, expuso Raúl
Rojas González, creador de estos vehículos, al impartir
una charla en el IIMAS de la UNAM
El siglo XIX fue el del caballo; el XX, el
del motor de combustión interna, y el XXI, el de los automóviles
inteligentes, autónomos y compartidos, afirmó Raúl
Rojas González, creador de estos vehículos.
Funcionarán como taxis —expuso
el académico de la Universidad Libre de Berlín, Alemania—,
minimizarán el consumo de combustible y harán que en las
ciudades haya menos automóviles.
En estos carros viajarán dos o tres
personas, lo que permitirá reducir su número, señaló
en el auditorio del Instituto de Investigaciones en Matemáticas
Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la UNAM.
Según simulaciones de tránsito
en Berlín, ciudad con 1.3 millones de vehículos, sus habitantes
se pueden desplazar sin perder movilidad ni comodidad con el 10 por
ciento del parque vehicular. Al no haber autos estacionados, la metrópoli
se podría transformar, dijo en ocasión de su ingreso a
la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).
En la ceremonia, en la que estuvieron José
Franco, presidente de la AMC y director general de Divulgación
de la Ciencia de la UNAM, y Héctor Benítez Pérez,
director del IIMAS, Rojas explicó cómo se desarrolló
el vehículo autónomo, proyecto colectivo que encabeza
e iniciado en 2006 en la Universidad de Stanford (EU), y continúa
en la Libre de Berlín, Alemania.
“Desde entonces se han instrumentado
tres, que cuentan con GPS, láseres para saber a qué distancia
está de otros vehículos y cámaras de video, entre
otros instrumentos, para navegar por la ciudad”.
También tienen sensores, cuya cobertura
es de 360 grados (los humanos pueden ver sólo 180 grados). Su
visión es panorámica: puede hacerlo hacia adelante, atrás,
a la izquierda y derecha. Esa función se apoya en el láser
rotatorio, ubicado en el techo del vehículo.
En la cajuela hay una computadora de grado
automotriz que sirve para procesar la imagen proveniente de la cámara
central; una unidad GPS para localizar el vehículo; control de
la dirección, y procesadores para recolectar la información
de los láseres, entre otros instrumentos.
Cuenta con tres niveles de control: el más
alto toma las decisiones; el intermedio está integrado por unidades
que colectan la información de los sensores, la procesan y pasan
a un ordenador, y el último consta de los comandos que permiten
al vehículo desplazarse.
Para su control remoto se puede utilizar una
tableta tipo iPad, mediante la cual es posible ver qué hace,
por dónde va, su posición, velocidad y de cuánto
combustible dispone, añadió.
A diferencia de los primeros, que son de gasolina,
el tercero es eléctrico. “Se trata no sólo de disminuir
el número de vehículos, sino de hacerlos de cero emisiones
para que el aire sea más respirable”.
Se trata de una máquina minimalista,
más limpia (sin tantos cables como los anteriores), pero abundante
en sensores, por lo que busca disminuir su número para que sea
accesible comercialmente.
Sin embargo, se está lejos de convertir
este prototipo en un producto. “Hay factores en contra; la tecnología
existe, pero es carísima. Nadie la puede pagar”, aclaró
Raúl Rojas.
Además, la cuestión jurídica
no está clara. Si chocan dos de estos aparatos, ¿quién
tiene la culpa? ¿El programador, el que hizo el láser,
o la compañía que vendió el vehículo? También
es importante la planeación de las ciudades, concluyó.
Puente entre la comunidad científica
mexicana y la internacional
Para Benítez Pérez, Rojas González
es parte fundamental del quehacer e innovación académicas
en su más alto nivel, que “promueve el diálogo entre
la comunidad de investigadores”.
Franco dijo que el nuevo integrante de la AMC
es un pilar en la formación de estudiantes mexicanos de posgrado,
y ha colaborado con grupos de investigación de la UNAM, el Politécnico,
el Cinvestav, Ibero, Tec de Monterrey y la Universidad de Guadalajara,
entre otras.
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