• En mar abierto, sus olas se propagan a 700 kilómetros
por hora, pero con una amplitud muy pequeña. Al llegar
a la costa, su velocidad disminuye y su amplitud se incrementa
Las costas mexicanas son susceptibles a tsunamis
(palabra de origen japonés que significa literalmente “ola
gigante que llega a puerto”) generados por maremotos que ocurran,
por ejemplo, en Centroamérica, incluso del otro lado del Océano
Pacífico.
El terremoto más fuerte que conocemos
en la historia documentada de la sismología es el que ocurrió
en Chile el 22 de mayo de 1960, con una magnitud de 9.5 en la escala
de Richter, y generó un tsunami parecido al de 2004, en Indonesia.
“Se propagó a lo largo de las
costas del Océano Pacífico, incluso de México.
Causó daños en California, pero principalmente en Hawái:
una serie de olas devastó la ciudad de Hilo y mató a muchas
personas”, recordó Carlos Mendoza, investigador del Centro
de Geociencias (CGeo), campus Juriquilla de la UNAM, una de cuyas líneas
de estudio es la generación y el monitoreo de estos fenómenos.
A raíz de ese desastre se creó
el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacifico (PTWC, por sus siglas en
inglés de Pacific Tsunami Warning Center), en Ewa Beach, Hawái,
cuyo objetivo es dar información en tiempo real de la ocurrencia
de terremotos y de la amplitud de las olas marinas que generan, para
así reducir el impacto.
El PTWC dispone de instrumentos que miden el
nivel del mar y de personal que emite una alerta a diferentes niveles.
En el primer nivel, señala la posibilidad de que se haya generado
un tsunami.
“Los especialistas de este centro no
dicen: se generó un tsunami. Si observan que ha ocurrido, cambian
a un segundo nivel: emiten una alerta”, apuntó Mendoza.
En caso de que un sismo genere un tsunami,
las olas de éste llegan en minutos a la costa más cercana
de donde ocurrió aquél. “En mar abierto se propagan
a 700 kilómetros por hora, pero con una amplitud muy pequeña.
Si llegan a la costa, luego de un recorrido de 18, 20 ó 24 horas,
según la lejanía de ésta, su velocidad disminuye
y su amplitud se incrementa para conservar la energía; entonces
sí pueden ser destructivas, a pesar de haber recorrido miles
de kilómetros”, indicó.
Sismogramas
¿Qué pasa con un sismo suficientemente
fuerte?, ¿qué ocurre si las dos placas tectónicas
que hay en el Pacifico se deslizan y entran en contacto? Para entender
cómo se comportan, el universitario estudia los sismogramas o
registros de las formas de las ondas sísmicas, que se registran
a nivel mundial.
“Al revisar y analizar de manera invertida
los sismogramas, se trata de entender qué pasó. La fuente
del sismo, que comúnmente se muestra como un puntito en mapas,
realmente es una falla que se desliza; tiene dimensiones y cantidades
de ruptura heterogéneas”.
Este estudio tiene relación con los
tsunamis, pues el patrón de ruptura que tiene una falla afecta
la deformación del fondo del mar y, por consecuencia, la generación
del fenómeno.
“Conocer la fuente misma de un temblor
es importante para saber no sólo cómo se deforma el fondo
del mar y se generan las olas gigantes, sino también cómo
se produce y se desliza una falla, qué características
tiene este deslizamiento. Además, en la zona de subducción,
la fuente permite identificar localidades donde se puede generar un
terremoto de ciertas características”, refirió.
Ciencia muy joven
Gracias a la información que contienen
los sismogramas, es posible simular el movimiento que puede ocurrir
a nivel local o a distancia (por ejemplo, en la Ciudad de México),
a raíz de un terremoto en Michoacán parecido al del 19
de septiembre de 1985.
Conocer las propiedades de la fuente es muy
importante para tener la oportunidad de decir qué se espera que
ocurra en las localidades cercanas a su epicentro, qué movimiento
del suelo podría haber.
Es también clave no sólo para
establecer los códigos de construcción, sino también
para trazar escenarios de movimientos que podrían afectar áreas
de la zona de subducción de México, incluidos Michoacán,
Colima y Jalisco.
De acuerdo con Mendoza, la sismología
es una ciencia muy joven, apenas con un siglo de vida (unos 40 años
con instrumentos estandarizados, y los últimos 20 con instrumentos
digitales de alta calidad), por lo que en realidad son pocos los conocimientos
que se tienen sobre el tema.
“Falta estudiar más la física
de la fuente misma de un sismo: cómo se comportan las zonas de
interplacas en la costa de México y generan terremotos muy fuertes,
qué dimensiones tienen y cuáles son sus propiedades. Queda
mucho trabajo por delante. No se trata de predecir terremotos ni tsunamis,
sino de saber que existe la probabilidad de que ocurran y estar preparados
para afrontarlos”, concluyó.
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