• Tiene solución si se toman decisiones políticas
para reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto
invernadero, se pone precio a las emisiones de carbono, se captura
y almacena el CO2, se mejora la
eficiencia energética y se incrementa la investigación,
afirmó
El cambio climático es el problema ambiental
más serio que enfrenta la humanidad en toda su historia. A pesar
de ello, la sociedad tiene una respuesta lenta para atenderlo, advirtió
Mario Molina, Premio Nobel de Química 1995.
Sin embargo, destacó, es un asunto que
tiene solución si se toman decisiones políticas conjuntas
para impulsar varias medidas simultáneas, entre ellas, reducir
drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero a
la atmósfera, poner precio a las emisiones de carbono, impulsar
la captura y almacenamiento geológico del dióxido de carbono
(CO2), e incrementar la investigación científica en esa
área del conocimiento.
Molina ofreció una conferencia en el
Segundo Congreso Nacional de Cambio Climático, que se realiza
en la UNAM.
En el auditorio Tlayolotl del Instituto de
Geofísica (IGf), agregó que otras medidas para detener
ese fenómeno, causado por una intensa actividad humana, incluyen
mejorar la eficiencia energética, impulsar la generación
de energía con fuentes alternas como la solar, eólica,
geotérmica y nuclear (con plantas de nueva generación
más seguras).
Además, incrementar las edificaciones
eficientes y cumplir acuerdos entre varios países para cumplir
metas como la de la Conferencia de las Partes 15 (COP 15), celebrada
en Copenhague en 2009, donde participaron 130 jefes de Estado que se
comprometieron a que la temperatura promedio de la superficie de la
Tierra no suba más de dos grados Celsius para el año 2050.
“No hemos hecho nada todavía para
lograrlo”, alertó Molina, ingeniero químico egresado
de la UNAM, con posgrado en la Universidad de Friburgo, Alemania, y
doctorado en físicoquímica, en la Universidad de California
en Berkeley.
Protocolo de Montreal, caso de éxito
El cumplimiento del Protocolo de Montreal de
las Naciones Unidas (negociado en Canadá en 1987 y en vigor desde
1989), resolvió el problema del daño que ciertos gases
industriales, los clorofluorocarbonos (CFC’s), provocan a la capa
de ozono.
Ese acuerdo prohibió el uso de aerosoles
y refrigerantes, cuyos componentes contribuyen al agujero de la capa
de ozono. “Los CFC’s se cambiaron por otros con diferente
composición química, y se logró detener el problema”,
destacó Molina, cuyos estudios y publicaciones sobre esos gases
condujeron al Protocolo de Montreal, el primer tratado internacional
que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global
y de origen antropogénico.
Es uno de los principales investigadores a
nivel mundial de la química atmosférica. En 1974, como
investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT),
fue coautor, junto con Frank Sherwood Rowland (de la Universidad de
California en Irvine), del artículo original que predijo el adelgazamiento
de la capa de ozono como consecuencia de la emisión a la atmósfera
de los CFC’s.
Por esa labor ambos recibieron el Premio Nobel
de Química 1995, compartido con Paul Crutzen, del Instituto Max
Planck de Química en Maguncia, Alemania.
Invisible y vulnerable
¿Cómo es posible que los seres
humanos afectemos algo tan grande como todo el planeta?, cuestionó
el investigador de la Universidad de California en San Diego, ante una
imagen del globo terráqueo. La respuesta, añadió,
está en la atmósfera, que no se ve (sólo miramos
las nubes) y es muy delgada, como la cáscara de una manzana.
Además, es vulnerable y sus efectos
son globales. “Los movimientos de la atmósfera son tales
que, si emitimos un compuesto en la Ciudad de México y permanece
suficiente tiempo, en cuestión de meses se mezcla en todo el
hemisferio norte, y entre uno y dos años con el sur”, indicó.
Estudioso de las propiedades químicas
de las partículas atmosféricas que afectan la salud pública,
la calidad del aire, y que participan en el cambio climático,
reveló que la manera en cómo funciona el clima todavía
tiene varias incertidumbres, que son aprovechadas por grupos de interés
en Europa y Estados Unidos para desprestigiar la ciencia en la materia.
El 97 por ciento de quienes analizan estos
temas, creen que el cambio climático se debe a la actividad humana.
Hay consenso porque hay evidencias, detalló. Pero un tres por
ciento sostiene que no es por esa razón.
“Tenemos que regresar a la era de la
racionalidad, sobre todo en Estados Unidos y China, que tienen un gran
mercado económico y son los principales responsables de las emisiones”.
Si no se hace nada para reducirlas, el aumento
de la temperatura será de cuatro a seis grados Celsius a más
largo plazo, lo que causará daños al Ártico y al
Amazonas. “Somos siete mil millones de habitantes en el mundo,
y menos de una cuarta parte ha causado el problema”, alertó.
En resumen, Molina consideró que “tenemos
una responsabilidad ética muy importante, que va a acoplada a
una conveniencia económica, porque si no, nos va a salir mucho
más caro”, finalizó.
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