• Los efectos de la crisis mundial en la materia son más
evidentes en países que dependen de las importaciones para
satisfacer su demanda interna, con repercusiones más graves
en sectores más vulnerables como mujeres, niños, migrantes
y población rural, señaló Blanca Rubio, del
IIS de la UNAM
Ante el incremento generalizado de los precios
de los alimentos a nivel mundial, y los niveles de pobreza, sobrepeso
y obesidad en México, se requieren estrategias para impulsar
y consolidar el sector agropecuario, modificar los hábitos nutricionales
de la población y promover estilos saludables de vida, consideró
Blanca Rubio, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la
UNAM.
Los efectos son más evidentes en países
que requieren importar esos productos para satisfacer su demanda interna,
con repercusiones graves en sectores más vulnerables, como mujeres,
niños, migrantes y población rural.
Para afrontar la situación, México
debe impulsar la producción interna y evitar la importación;
ello es fundamental para garantizar la autosuficiencia y no depender
de la fluctuación de precios, dijo.
Si se les pagara a los productores un monto
rentable, implicaría garantizar la satisfacción de la
demanda de alimentos con la producción nacional; el gobierno
podría establecer precios subsidiados para la población,
y así sortear la especulación y el alza.
En la coyuntura mundial de elevación
de precios, las naciones que fortalezcan sus agriculturas serán
las que se posicionarán mejor. En tanto, las que no actúen
profundizarán su dependencia, y sus soberanías podrían
estar en entredicho, añadió.
Pobreza y malos hábitos
La exclusión y marginación, explicadas
por un esquema económico centrado en el mercado, generan desnutrición,
sobrepeso y obesidad, entre otros problemas de salud. El fenómeno
global de alzas generalizadas sólo los profundizó, dijo.
Además, las carencias de amplios sectores
poblacionales, que les impiden acceder a alimentos nutritivos, concurren
con un modelo que promueve el consumo de productos industrializados,
ricos en conservadores, aditivos y sodio, que provocan esos males. También
influyen aquéllos con alto contenido de carbohidratos, presentes
en harinas, y productos con azúcar, que llegan a ocasionar adicción.
Rubio refirió que el problema de la
obesidad es complejo, pues se combina la disminución de la capacidad
de compra de la sociedad marginal, con un modelo de consumo dirigido.
Se ha comprobado que la mayor parte de los apoyos que reciben las poblaciones
más pobres del país, que deberían destinarse a
la alimentación sana de los niños, son gastados en comida
chatarra, refirió.
Comer un cereal en la mañana equivale,
en términos de nutrientes, a ingerir un pan blanco con una taza
de azúcar, más la leche. En términos reales, los
menores consumen grandes cantidades de carbohidratos, lo que explicaría
el incremento de la obesidad infantil, explicó.
Regulación, indispensable
Recientemente, recordó, se informó
acerca del fracaso de los planes para reducir la obesidad. Los esfuerzos
de las instituciones de salud pública son loables, sin embargo,
implican nadar contra la corriente.
En general, estos programas consisten en recomendar
una dieta saludable y en convencer de los beneficios que implica reducir
de peso, pero no atacan la raíz del problema, sostuvo.
Para resolverlo, un elemento fundamental es
la regulación de las actividades de las empresas transnacionales,
para evitar la especulación y el alza de precios. Además,
desde la sociedad civil, debe pugnarse por erradicar la venta de productos
chatarra en las escuelas, y promover el consumo de sanos.
Hoy se debate la relación consumo de
maíz transgénico, alergias y resistencia a antibióticos.
En México no existe una reglamentación para etiquetar
las importaciones del grano modificado; ingresa de manera indiscriminada
al país y es utilizado para alimentar al ganado destinado al
consumo humano. Por ello, es necesario imponer una reglamentación
estricta al respecto, concluyó la universitaria.
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