• La mitad de las 18 especies y seis subespecies endémicas
del país están amenazadas, y afectadas por contaminación
del agua e introducción de especies exóticas, alertó
Faustino Rodríguez Romero, del ICMyL de la UNAM
• En busca de ejemplares sanos con cualidades genéticas,
el biólogo muestrea poblaciones silvestres en Michoacán,
Guanajuato, Querétaro, Estado de México, Puebla y
Jalisco, para conservarlas y asesorar a comunidades locales
Hace algunas décadas era común
ir al Lago de Pátzcuaro o la Laguna de Yuriria para comer pescado
blanco y charales recién capturados en esas aguas de Michoacán
y Guanajuato.
La pesca y venta de las 18 especies y seis
subespecies del género Chirostoma, endémicas
de México, eran actividades tradicionales de las comunidades
indígenas locales, pero hoy, la mitad de los peces blancos y
charales está amenazada, y todos escasean en lagos, lagunas y
presas, por la contaminación de esos cuerpos de agua y la proliferación
de especies introducidas, como la lobina, que depreda a las nativas.
Para revertir esa situación, que amenaza
a esos organismos, así como a las comunidades humanas que dependían
del recurso para sobrevivir, Faustino Rodríguez Romero, con 40
años como investigador en el Instituto de Ciencias del Mar y
Limnología (ICMyL) de la UNAM, ha iniciado un estudio en busca
de ejemplares sanos que conserven cualidades genéticas, para
reproducirlos en sus comunidades locales.
“Este 2012 iniciamos un trabajo de campo
que contempla recorrer, en una primera etapa, 16 cuerpos de agua para
capturar peces y charales de todas las especies que sea todavía
posible encontrar, evaluar su salud genética y la calidad del
líquido en el que viven”, explicó el universitario.
Se contempla la toma de muestras de agua, sedimentos
y organismos, para hacer análisis de laboratorio, algunos in
situ, a fin de detallar las condiciones ambientales y genéticas
y elegir a los más aptos para su reproducción.
Especies ancestrales
El género Chirostoma es exclusivo
del país y está conformado por 18 especies distribuidas
principalmente en el altiplano, en Michoacán, Jalisco, Nayarit
y la cuenca de México.
Éstas, a su vez, se dividen en dos grupos:
los charales, de talla pequeña, de seis a 15 gramos y menos de
10 centímetros de longitud, y los peces blancos, entre 200 y
300 gramos, y 20 centímetros de largo, en promedio.
Desde tiempos prehispánicos, han representado
una importante tradición de pesca artesanal en las culturas indígenas;
entre los aztecas fueron un alimento indispensable para las comunidades
ribereñas de los lagos y lagunas.
“Además de su importancia biológica
y ecológica, han sido el sustento tradicional de comunidades
pobres del país, la mayoría de ellas indígenas.
Actualmente, con embarcaciones rudimentarias y redes en mal estado,
a veces los pescadores logran colectar media cubeta de peces en una
jornada de trabajo”, señaló el doctor en biología,
especialista en biotecnología acuícola y genética
de poblaciones.
Trabajo de campo
De los sitios de estudio, hasta ahora visitados,
seis están en Guanajuato: las lagunas de Yuriria y La Alberca,
el río de La Laja y las presas Jesús María, El
Gallinero y La Purísima; cinco en Michoacán: los lagos
de Pátzcuaro y Zirahuén, la Laguna de Cuitzeo y las presas
de Cointzio y Tepuxtepec, y cuatro en Querétaro: las presas Jalpan,
Zimapán, Santa Catarina y El Batán.
“Nos falta asistir, en el futuro inmediato,
a la Laguna de Zacapu, en Michoacán; el Lago de Chapala, en Jalisco,
y cuerpos de agua asociados a la región de la laguna de Alchichica,
en las tierras altas de Puebla. Más adelante, iremos al Estado
de México para analizar las presas Villa Victoria, Brockman,
Huapango, Trinidad Fabela, Danxhó, Requena e Ignacio Ramírez”,
añadió.
Hasta ahora, se ha encontrado que todos los
sitios están en mayor o menor grado contaminados, pues a ellos
llegan aguas negras y residuos industriales, además de especies
introducidas.
Para Rodríguez Romero, éste es
un proyecto de investigación ambicioso, pues busca conocer la
situación actual de las especies endémicas, colectarlas,
evaluar su salud genética en el laboratorio y reproducir las
mejor dotadas para criarlas en estanques, cercanos a lagos, lagunas
y presas.
“La última fase contempla la asesoría
a pescadores y productores de acuicultura, con el criterio de la genética
de la conservación. La idea es rescatar y preservar estos peces,
así como mejorar sus ecosistemas”, destacó.
Para su labor, el universitario cuenta con
dos colaboradores: Octavio Salazar García, biólogo, y
Modesto Lara Hernández, pasante de esa disciplina y tesista de
licenciatura con este proyecto.
A futuro, se planea desarrollar un laboratorio
de campo cerca de la Laguna de Yuriria. “Mi sueño es que
el proyecto crezca, tenga más colaboradores e investigadores
asociados, y que podamos concretar en esa zona la primera estación
de limnología de la UNAM en el Altiplano”, finalizó.
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