• La Teoría de la
Panspermia señala que la vida llegó al planeta
a través de bacterias que viajaban en esos cuerpos
y que cayeron en la superficie e hicieron posible que se instalara
• Científicos mexicanos, encabezados por el Instituto
de Astronomía, han llevado este planteamiento un paso
adelante
• Los hallazgos afirman que el material terrestre expulsado
al espacio exterior tras grandes impactos, podría haber
alcanzado a otros planetas del Sistema Solar y haberles transferido
bacterias terrestres.
Hace 65 millones, al momento en que la Tierra
se encontraba en el llamado periodo del Cretáceo, los continentes
que ahora conocemos estaban más cerca unos de otros, pero se
alejaban, mientras el nivel de los mares crecía. Nuestro planeta
estaba poblado por grandes animales en cielo, tierra y mar. En particular,
los dinosaurios habían conseguido un sofisticado grado de adaptación
al medio, lo que propició la gran diversificación de
su especie.
En este periodo, aparecieron las plantas
angiospermas, que hoy constituyen la mayor parte de las especies vegetales
de la Tierra. Sin embargo, el impacto de un asteroide desencadenó
una extinción en masa. El cráter de Chicxulub, con un
diámetro de 180 kilómetros, localizado en la península
de Yucatán, rememora ese evento, que acabó con los dinosaurios.
El bólido viajaba a unos 70 mil kilómetros
por hora y tenía 10 kilómetros de diámetro. El
impacto liberó una gran cantidad de energía, dos millones
de veces mayor a la de la bomba más potente construida por
el ser humano (la Bomba del Zar).
El impacto de este tipo de cuerpos o cometas,
expulsa fragmentos de material terrestre, cual salpicaduras, como
si se arrojara una piedra al agua. Si la velocidad de expulsión
fue suficientemente grande, pudieron llegar a escapar de la fuerza
de atracción y emprender su viaje por el Sistema Solar.
La Teoría de la Panspermia señala
que la vida llegó a la Tierra a través de bacterias
en meteoritos que cayeron a su superficie. Sin embargo, es posible
llevar más allá esta hipótesis al considerar
que también la vida ha podido ser enviada al Sistema Solar,
e incluso fuera de éste, a través de la expulsión
de material biológico a bordo de fragmentos eyectados por un
gran impacto con el planeta.
Un equipo de astrónomos mexicanos,
encabezado por Mauricio Reyes y Carlos Chávez, del Instituto
de Astronomía (IA) de la UNAM (este último adscrito
hoy a la Universidad de Autónoma de Nuevo León), trabaja
en el tema, y mediante sofisticadas simulaciones por computadora,
analiza la posibilidad de que material terrestre expulsado al espacio
pueda haber impactado en la superficie de otros planetas y satélites
naturales del Sistema Solar, e incluso que pueda viajar fuera de éste.
El trabajo fue publicado en ICARUS, y también
participaron Héctor Aceves y Roberto Vázquez, del IA,
así como especialistas de la Universidad Autónoma de
Baja California y del Instituto de Estudios Avanzados de Baja California.
Investigaciones con resultados similares
ya habían sido realizadas por otros autores para analizar la
probabilidad de impacto de material terrestre en la Luna y Venus,
y su factible recaída en nuestro planeta.
Sin embargo, por primera vez, la UNAM ha
estudiado el caso de Marte y Júpiter, que hoy cobra relevancia
por las indagaciones recientes sobre la existencia de vida en el primero,
y dos de los satélites del segundo: Ganímedes y Europa.
Los estudios tienen en cuenta que la escala
de tiempo de supervivencia de las bacterias en condiciones extremas
puede ser de hasta 30 mil años, y analizan la probabilidad
del impacto de más de 100 mil fragmentos de material proveniente
de la Tierra, simulados por computadora, que incidirían sobre
estos cuerpos celestes antes de 30 mil años, y que serían
capaces de transferir vida en forma de bacterias.
Empero, la velocidad de expulsión
de la corteza terrestre debe ser mayor a la de escape de nuestro mundo,
es decir, la necesaria para vencer la fuerza de gravedad, que es de
algo más de 40 mil kilómetros por hora, unas 15 veces
la del Concorde.
Al considerar velocidades apenas superiores
a la de escape de la Tierra, los investigadores mexicanos encontraron
que después de viajar por el espacio interplanetario por miles
de años, casi el cinco por ciento de los cuerpos regresan al
planeta antes de 30 mil años; es decir, probablemente antes
de que se extinga la vida en ellos. Este hallazgo señala que
sería posible la persistencia de la vida, incluso si se produce
una gran colisión que esterilice a nuestro mundo.
Asimismo, el análisis demuestra que
es factible que material terrestre expulsado tras el impacto de cuerpos
de gran tamaño en la superficie de nuestro planeta, haya llegado
hasta otros cuerpos celestes del Sistema Solar, incluido el entorno
de Júpiter.
La viabilidad del material biológico
para desarrollarse al llegar a otro planeta depende de muchos factores.
El espacio es un lugar inhóspito para la vida: las bacterias
que emprendieran su viaje a bordo de una roca de origen terrestre
tendrían que ser altamente resistentes a cambios bruscos de
temperatura y, sobre todo, a las radiaciones UV y X, de las que nuestra
atmósfera nos protege, pero a la que estarían expuestas
en el espacio.
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