• Treinta y dos estudiantes
de diversas carreras vivirán en el municipio de Chignahuapan
para instrumentar un modelo de atención integral para
tres pequeñas comunidades
• Con el fin de dar seguimiento a aspectos que tienen
que ver con la salud, producción, educación
e infraestructura, algunos de los pasantes harán residencias
de un año
Antes de partir a Chignahuapan, Puebla, Esther
Jiménez no sabía mucho del lugar, sólo que ahí
se fabrican esferas de Navidad y que en ese municipio vivirá
todo un año. “Al principio mi familia no lo entendió,
¿12 meses de servicio social?, ¿permanecer ahí
24 horas al día, siete jornadas a la semana?, les pareció
raro, pero pese a sus primeros reparos, al final terminaron como yo,
entusiasmados por el proyecto”.
A sus 23 años, está convencida
de que el servicio social, como se aplica en México, debe cambiar.
“Es increíble que alguien con estudios termine por sacar
fotocopias o como mandadero, y que no tenga oportunidad de aplicar
lo aprendido para, a partir de ello, promover cambios; por esta razón,
al enterarme de que, como estudiante de Pedagogía de la FES
Acatlán, podía ir a una comunidad y alfabetizar, decidí
que eso era lo mío”.
Esther, junto con 31 alumnos de distintas
disciplinas, es parte del llamado Modelo de Atención Integral
Comunitaria, un proyecto piloto propuesto por la UNAM e impulsado
por la Dirección General de Orientación y Servicios
Educativos (DGOSE), que busca sentar un precedente: demostrar que
es posible integrar equipos multidisciplinarios que, a partir del
trabajo en conjunto, den respuesta a necesidades reales de poblados
pequeños.
“Queremos que nuestra labor sea palpable
en el día a día de los habitantes y que no quede esto
en apenas una mención en los informes que año con año
dan las autoridades. Para ello, venimos pedagogas, psicólogos,
abogados, médicos, enfermeras, veterinarios, arquitectos, ingenieros
y trabajadores sociales... ¿Qué espero obtener de aquí
a 365 días? Ese aprendizaje que deja la experiencia y que el
estudio no enseña”.
Acolihuia, Acoculco y Pueblo Nuevo son las
comunidades donde los universitarios pasarán los siguientes
meses. Los tres se localizan a aproximadamente hora y media de la
cabecera municipal y se distinguen por sus vientos fríos, por
su dedicación a la actividad rural y forestal y, sobre todo,
por ser muy pequeños.
“Será una vida muy diferente,
pero vine preparada. Traje cinco maletas con todo lo que les cupo
y hubieran sido más si hubiera hecho caso a mi familia, ‘¿por
qué no llevas más suéteres?, ¿qué
tal otra cobija?’… Los que sí me traigo de ellos
son dos consejos, pues antes de salir de casa me dijeron: ‘siempre
confía en lo que aprendiste en la escuela’ y ‘pórtate
bien’. Les cumpliré en ambas cosas”.
Poblados pequeños, impacto grande
La llegada de los jóvenes a las comunidades
se dio sin grandes ceremonias, a lo mucho se les brindó, en
Acolihuia, una comida en un reducido galerón, el mismo donde,
de lunes a viernes, se prepara el almuerzo para quienes cursan la
primaria, como parte del programa estatal Desayunos Calientes.
“No hubo anuncio oficial, pero todos
nos enteramos de su arribo. Eso pasa en sitios tan chicos como éste,
nada se nos escapa”, comentó Sandra Macías, vecina
de aquel pueblo de apenas 455 habitantes.
“No sabemos a qué vienen, confiamos
en que sea para bien”, añadió la mujer, al tiempo
que miraba con curiosidad cómo los jóvenes descargaban
maleta tras maleta.
Al respecto, Claudia Navarrete, subdirectora
de Servicio Social de la DGOSE, señaló que la puesta
en marcha del proyecto cristaliza un trabajo durante mucho tiempo
planeado. “No se trata de venir a improvisar, sino de ofrecer
un plan bien articulado que fortalezca en la comunidad aspectos de
infraestructura, salud, producción y educación”.
Clases de lectoescritura, asesoría
legal, atención médica y consultas veterinarias son
tan sólo algunas de los servicios que se brindarán de
manera regular, “y si consideremos que esto se hará en
sitios donde no tan fácilmente se tiene acceso a este tipo
de apoyo, podemos imaginar el impacto que tendrá”.
Cada uno de los jóvenes participantes
tendrá una tarea específica y no todos permanecerán
un año; algunos se quedarán seis meses y otros irán
por lapsos de 15 días, cada tres meses.
La DGOSE, junto con la Secretaría
de Salud, tiene contemplado apoyarlos no sólo con la alimentación,
sino con una beca mensual, cuyo monto irá de acuerdo al tiempo
que pasen ya sea en Acolihuia, Acoculco o Pueblo Nuevo, mejor conocido
como Peñuelas por la gente del lugar. El municipio de Chignahupan
apoyará con alojamiento y transporte.
“Con los chicos de servicio social
haremos un diagnóstico de cada plan aplicado. La idea es evaluar
lo realizado para ver si este modelo se puede replicar en todo el
país. Si las cosas salen como se espera, el siguiente año
abarcaremos más comunidades poblanas y, probablemente, Tlaxcala”,
agregó Navarrete.
Lejos de casa
Un quiosco tan colorido como el de la ciudad
de Chignahuapan es difícil de encontrar. Es mudéjar
y sólo hay otro de estilo similar en Zacatecas; sin embargo,
es el único en México construido en alto, y esto sólo
se explica porque abajo hay una fuente con todo y surtidor. “Le
pusimos esto encima porque no queremos que cuando llueva el agua se
nos moje”, bromean los habitantes.
Fue en este icónico lugar donde los
jóvenes se tomaron las últimas fotografías de
grupo antes de partir a sus respectivas comunidades. “Nos comenzamos
a preparar meses atrás y aprendimos a conocernos, hice amistad
con muchos de ellos”, expuso Víctor Emanuel Sánchez,
estudiante de Veterinaria, quien añadió, “extrañaré
a algunos”.
El joven estará en Puebla durante
seis meses, en los cuales participará en campañas de
vacunación, esterilización y atención a ganado,
perros y gatos.
En el mismo caso está Viviana Meléndez
Maldonado, de 22 años y de Trabajo Social, a quien también
le sorprendió la peculiaridad del quiosco. “No imaginé
que hubiera algo así, pero es que tampoco hay mucha información
en Internet. Yo estaré seis meses en Pueblo Nuevo, y aunque
quise hacerme de datos sobre la localidad, nada más no pude,
lo más que conseguí fue su ubicación por Google
Maps”.
Para personas como Essia, de Enfermería,
lo más difícil será pasar tiempo lejos de sus
seres queridos, por lo que entre las primeras cosas que empacó
está un muñeco de peluche que su novio ganó para
ella en una maquinita de supermercado, “de esas en las que manejas
una garra a través de una palanquita”.
Quizá en vez de traer un juguete pudo
haber aprovechado ese espacio en la mochila y empacar dos suéteres
más, “pero es una manera de sentirse acompañada,
sobre todo para alguien como yo que viene de Veracruz y que se ha
acostumbrado a tener a la familia lejos”, expuso.
Sin embargo, pese a las nostalgias perceptibles
desde el primer día, Claudia Navarrete aclaró que los
jóvenes no estarán solos. “Vendremos a verlos
seguido; de hecho, se conformó una comisión de seguimiento
integrada por la DGOSE y un representante de Servicio Social de cada
escuela y facultad participante. Mensualmente nos reuniremos y viajaremos
a hacer evaluaciones”.
De esta manera, tendrán apoyo permanente
por parte de la UNAM y las autoridades locales; no obstante, Viviana
sabe que deben estar listos para cualquier eventualidad, por ello
tomó previsiones para casi cualquier contingencia.
“Traigo gorra para el Sol, copias del
material a utilizar, camisas, playeras, chamarra e incluso estoy consciente
de que quizá pase momentos difíciles al abordar temas
delicados, como el machismo. Me he mentalizado para afrontar adversidades
y quise anticiparme a todo escenario, aunque confieso que nunca imaginé
ver una fuente techada, y mucho menos para que no se moje el agua”.
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