• Ecólogos generarán información
de la distribución, abundancia y efectos sobre la biodiversidad
de un zacate, un arbusto y una orquídea africana
Las plantas invasoras representan una de
las mayores amenazas para la diversidad vegetal en México,
pero no se cuenta con información suficiente de cuáles
plantas exóticas pueden ser consideradas dentro de esa categoría.
Para llenar este vacío, investigadores
del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM trabajan con ciertas
especies y analizan sus efectos en los hábitats donde crecen.
El proyecto ‘Distribución, abundancia
y efectos nocivos de tres especies de plantas invasoras’, surgió
a partir de un diagnóstico que, en colaboración con
el Instituto Nacional de Ecología, se hizo sobre la situación
de esos organismos en el país, dijo Karina Boege Paré,
investigadora del IE.
El actual proyecto se inició hace
casi un año con financiamiento de la Comisión Nacional
para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), y generará
información de la biodiversidad del zacate buffel (Cenchrus
ciliaris), del arbusto Tamarix ramosissima y de la orquídea
africana Oeceoclades maculata.
Catalogación
No todas las plantas exóticas son
invasoras. Para echar a andar el proyecto, los universitarios definieron
que una en esas condiciones es aquella que irrumpe en una comunidad
natural (no sólo un terreno baldío o la orilla de una
carretera, sino también la selva caducifolia, la selva alta
perennifolia o una zona específica como el Pedregal de San
Ángel) y, además, tiene efectos nocivos, ya sea para
la biodiversidad local, la economía o la salud humana.
En relación con una lista de 685 especies
de exóticas, es decir, que no son originarias del país,
Boege Paré y sus colaboradores consultaron a 67 expertos en
florística, y encontraron que 250 han sido observadas en al
menos una comunidad natural, lo que las define como invasoras (esta
información puede consultarse en www.unibio.unam.mx/invasoras/).
Cenchrus ciliaris
“De acuerdo con nuestro diagnóstico
nacional, el zacate buffel (Cenchrus ciliaris), el arbusto
Tamarix ramosissima y la orquídea africana Oeceoclades
maculata son tres de las especies con el grado más alto
de invasividad y diseminación en muchos estados”, informó
la investigadora.
El primero es muy utilizado como forraje
en la ganadería, sobre todo en zonas áridas del norte;
sin embargo, este pasto africano invade hábitats como el del
matorral xerófilo. Si crece mucho físicamente, evita
la llegada de otras especies; otro problema es que, si se seca, origina
grandes incendios.
“Estamos convencidos de que ocasiona
más problemas. Está diseminado a lo largo y ancho de
Sonora y en 23 estados más del país. Ahora tratamos
de observar qué pasa si hay mucho, cómo es la diversidad
vegetal cerca de él”, apuntó.
Su estudio, emprendido por los universitarios,
abarca el sistema carretero de Sonora, porque los censos se hacen
a lo largo de estas vías.
Tamarix ramosissima
Otra especie con la que trabajan Boege Paré
y sus colaboradores es el arbusto Tamarix ramosissima, que
se ha diseminado en las riberas de los ríos, principalmente
al norte del país. Aunque no se ha extendido a todo el territorio,
genera consecuencias muy graves en los lugares donde aparece, porque
consume mucha agua.
En Estados Unidos, donde representa un problema
complejo, se han diseñado programas transfronterizos para controlar
este arbusto, conocido también como pino salado, porque crece
en suelos muy salinos.
“Se conoce que seca el suelo de sus
alrededores, pero no se ha ido más allá, no se sabe
todavía qué consecuencias tiene en la biodiversidad
local”, reconoció.
Oeceoclades maculata
Por lo que se refiere a la orquídea
africana Oeceoclades maculata, algunos expertos “nos
la reportaron muy dentro de selvas tropicales húmedas, en todo
el sureste de México, y nos la describieron que formaba tapetes
dentro de la selva, lo que nos pareció muy grave.”
Entonces, Boege Paré y sus colaboradores
hicieron censos en Chiapas, Campeche, Tabasco, Veracruz y el sureste
de Quintana Roo, y comprobaron que, efectivamente, es muy abundante
y está por todos lados, aunque no forma los tapetes densos
que les habían descrito.
“No queremos aventurarnos a emitir
conclusiones, porque aún no terminamos de analizar los datos;
pero tampoco quisiéramos afirmar que esta orquídea no
parece representar ningún problema, porque lo que percibimos
visualmente nos indica que tal vez estemos en el inicio de un caso
de invasión. Si la planta continúa con su proliferación,
en unos años sí podría convertirse en un problema”,
apuntó.
Ahora bien, se tiene que demostrar que tiene
efectos negativos en la diversidad vegetal. “Quizá compita
físicamente con otras orquídeas terrestres por polinizadores
o por micorrizas (simbiosis entre un hongo y las raíces de
una planta); si en verdad crea en el suelo los tapetes densos de los
que se habla, puede ser un impedimento para que las especies de las
selvas se regeneren, pero hay que demostrarlo”, finalizó.
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