Boletín UNAM-DGCS-436
Ciudad Universitaria.
11:00 hrs. 14 de julio de 2012


Guillermo Rosales Cervantes

           

EL SISTEMA DEMOCRÁTICO MEXICANO PRIVILEGIA LA REPRESENTACIÓN, NO LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

• Se ha instaurado una democracia competitiva, donde se limita el espacio sólo a partidos políticos y a jornadas electorales

• La centralidad se desplaza hacia el mercado, por lo que el acto por excelencia es el consumo de propuestas, consideró Guillermo Rosales Cervantes, de la FCPyS de la UNAM

El sistema de gobierno en México se basa en postulados neoliberales, lo que ha hecho que la democracia instaurada sea de carácter competitiva, es decir, se privilegie la disputa y no la solidaridad entre sus miembros, planteó Guillermo Rosales Cervantes, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.

“La democracia practicada ya no se interesa tanto por la participación, pero sí por la representación. Esta cuestión de competencia funciona como un elemento de cohesión social, no de cooperación con los demás, sino de rivalización. La centralidad se desplazó hacia el mercado. El acto por excelencia es el consumo de propuestas que hacen los actores de la política”, abundó.

Dentro de esta lógica, limitar el espacio de participación no se considera una cuestión violenta, por el contrario, se banaliza. En un contexto de competencia, lo anterior “significa que fui mejor y que el otro no tuvo la capacidad para superarme”.

El problema, agregó, es que esta forma de concebir a la sociedad en el plano liberal, solamente otorga la relevancia al sujeto en sí mismo, y no al grupo al que pertenece. Por lo tanto, se puede considerar a este sistema como un programa de destrucción metódica de los colectivos, por lo que es difícil que la participación se incremente.

La demos perdida

Para Rosales Cervantes, uno de los entes de los que se vale nuestro sistema democrático para llevar a cabo su organización son los partidos políticos, donde de origen surgen para “ordenar” la participación.

“Es lo que se tenía contemplado, sin embargo, si uno analiza cómo se comporta un partido se puede dar cuenta que esa organización sirvió para un objetivo fundamental, que es despojar el mandato imperativo a la sociedad sobre el representante, porque este último está sumido en una lógica donde obedece y rinde cuentas sólo a la fracción del partido que lo coloca supuestamente en esa situación”.

Como ejemplo, citó al canadiense Crawford Brough Macpherson, quien señaló que “los partidos domestican a la democracia”, o el caso de Giovanni Sartori, quien apuntó que con ello, “la democracia aniquiló a su demos”.

Esta cuestión de crítica hacia los partidos, agregó Rosales, tendrá que llevar a varias preguntas, entre ellas, si éstos serán prescindibles para la organización de un sistema a futuro, o bien como ha ocurrido en otras instancias, si se adaptarán a nuevas condiciones de competencia política.

Participación fragmentaria

Para el internacionalista de la FCPyS y maestro en estudios latinoamericanos, egresado de la Universidad de Chile, los instrumentos actuales del sistema de gobierno no permiten realizar una participación ciudadana diferente, y sí una intervención fragmentaria.

“Esas condiciones ni siquiera incitan a que todo el conglomerado participe, sino solamente un sector que le puede convenir a los partidos para mantenerse”.

En su opinión, tanto los partidos políticos y las elecciones, como métodos de participación, conservan una dependencia vertical del Estado, por lo que se pretende provocar un ciudadano determinado que se adapte a este sistema de gobierno, y así obtener provecho.

“Estos elementos de participación tienen como característica dos condiciones. La primera, es su capacidad de absorción, se apropian de las demandas de los grupos para, de cierta manera, ensanchar los límites del sistema hasta un grado permisible; con esto se genera en los sectores una identificación con el Estado, a fin de lograr de forma “consensuada” el establecimiento de nuevos márgenes de acción y participación para no abandonar el modelo existente”.

La segunda, continuó, es la dilución de los problemas.  “En lugar de resolverse se diluyen en el tiempo, piénsese en el caso de las elecciones. Como existe un cúmulo de carencias que se supone solucionarán los candidatos, si son elegidos y forman parte del gobierno, no se resuelven, llega otra elección y se arrojan al olvido”, concluyó.

 

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Fotos


Guillermo Rosales Cervantes, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

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