• Luego del registro de actividad sísmica y una deformación
muy pequeña del edificio volcánico, se emplaza un
domo que después se destruye. Así ocurrió
en 28 ocasiones de 1996 a 2009, informó Ángel Gómez
Vázquez
• El estudiante del programa de posgrado en Ciencias de
la Tierra, del IGf de la UNAM, expuso que el promedio de volumen
emitido por cada uno de ellos es de cerca de un millón
de metros cúbicos; eso sería como vaciar el equivalente
a poco más de un Estadio Azteca totalmente lleno de agua
La formación de domos en el cráter
del volcán Popocatépetl podría ser cíclica,
aunque no periódica. Luego del registro de actividad sísmica
y una deformación mínima del cuerpo del coloso, se emplaza
un domo que después se destruye. Así ocurrió
en 28 ocasiones de 1996 a 2009, pero con duraciones diferentes de
estos episodios cíclicos según se desprende de la tesis
doctoral en desarrollo de Ángel Gómez Vázquez.
El estudiante del programa de posgrado en
Ciencias de la Tierra, con sede en el Instituto de Geofísica
(IGf) de la UNAM, explicó que en ese periodo se registró
una fase inicial con una tasa de emisión media de domos; un
segundo agrupamiento, donde su número se incrementó,
y una tercera etapa, en la que disminuyeron.
Además de cuantificar en 28 los cuerpos
de lava formados en el cráter en esos años, el universitario
ha determinado que el promedio de volumen emitido por cada uno de
ellos es de cerca de un millón de metros cúbicos.
En la tesis “Formación y destrucción
de domos en el volcán Popocatépetl para el periodo 1996
a 2009”, se establece que los tamaños de esos cuerpos
han sido variables: desde “apenas” 40 mil metros cúbicos,
hasta el más grande registrado, con una dimensión aproximada
de siete millones de metros cúbicos, formado entre el 18 y
el 20 de diciembre del 2000.
Este último no sólo es el mayor
que se ha formado, sino el que lo hizo más rápido. La
producción neta de lava entre 1996 y 2009 fue de cerca de 28
millones de metros cúbicos, abundó el especialista.
Después de décadas de estar
inactivo, el Popo comenzó a registrar actividad en 1994. Aproximadamente
un año y medio después, se formó el primer domo.
Se trata de cuerpos de lava, generalmente de alta viscosidad, que
tienen poca capacidad de fluir.
Este volcán cuenta con la particularidad
de tener un cráter, por lo que en el momento que se forman,
los domos quedan contenidos dentro de él; de otra manera, al
ser emitidos se derramarían.
En este caso, por sus características
físicas y químicas, estos últimos se enfrían,
y al hacerlo producen una especie de “sello” o tapón
parcial. Eso provoca un aumento de la presión interna que,
a su vez, puede producir explosiones capaces de lanzar fragmentos
sobre los flancos del cono volcánico, como las que se han registrado
desde 1996.
No son de gran magnitud y generalmente quedan
circunscritas a un radio aproximado de 500 a 800 metros alrededor
del cráter; por el contrario, las cenizas que emite pueden
viajar a distancias considerables, según la dirección
del viento.
Los domos pueden alcanzar una temperatura
cercana a los 900 grados centígrados, y su comportamiento se
caracteriza por su composición mineralógica, así
como por el contenido de volátiles, es decir, de gases como
el agua, dióxido de carbono y dióxido de azufre. Además
de cuantificar y medir esas estructuras, otro objetivo de la tesis
es determinar si los cambios morfológicos vinculados a la construcción
y destrucción de las mismas modifican el nivel de peligro.
Al respecto, Gómez Vázquez
recordó que antes de 1994 la cota media del fondo del cráter
era de cuatro mil 966 metros; para 2009, el piso medio del cráter
había subido alrededor de 130 metros; ello significa que ahora
se requiere menos volumen de lava para llenarlo. De ocurrir eso, aclaró,
se formarían flujos con roca y ceniza que pueden ser detectados
de inmediato. “Quizás las explosiones ya no estarían
contenidas por las barreras laterales y pudieran tener un mayor alcance”.
Asimismo, señaló que el fondo
se ha llenado con los restos de los propios domos. Éstos no
se desalojan por completo y se presenta un azolvamiento con los remanentes.
Por ello, existe la posibilidad de que se llene por completo, pero
depende de cómo evolucione la actividad, “que puede ser
muy cambiante”.
Además de cuantificar y describir
el volumen y forma de cada domo con base en fotografías de
la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y del Centro
Nacional para la Prevención de Desastres, el universitario
relacionará a esas estructuras con otros parámetros
geofísicos, como los sismos o las deformaciones que ocurren
en la estructura del volcán.
Si ascienden, explicó, los domos generan
una pequeña expansión en el cuerpo del Popocatépetl
en el rango de milímetros, que se mide con instrumentos láser.
En el momento que se destruyen, el volcán regresa a su tamaño
anterior, como una especie de globo que se infla y desinfla.
También, se hará una comparación
del comportamiento de emisión de lava con otros volcanes, como
el St. Helens, el Soufriere de Montserrat o el St. Vincent. Hasta
ahora, bajo la tutoría de Servando de la Cruz –uno de
los vulcanólogos mexicanos con mayor reconocimiento–,
Ángel Gómez ha encontrado que el Popo tiene un comportamiento
similar a otros estratovolcanes.
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