• Por sus secuelas, es la octava causa de años perdidos
de vida saludable en la mujer, señaló Francisco
Calzada Lemus, Coordinador del Programa de Maestría en
la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM
¿Qué pasa en la pareja si uno
de los miembros sufre un evento vascular cerebral (EVC)? La respuesta
no es sencilla. Por ello en la UNAM se realizó un estudio para
analizar cómo se comportan los cónyuges.
“¿Cómo lo expresan y
sienten, cuál es el apoyo que recibe cada uno y qué
los diferencia al enfrentar el problema?”, planteó Francisco
Calzada Lemus, Coordinador del Programa de Maestría en la Escuela
Nacional de Trabajo Social de la UNAM.
El investigador considera que son pocos los
estudios sobre la enfermedad en relación con la respuesta del
hombre o la mujer como pareja de un paciente con un EVC.
En su trabajo Las diferencias de afrontamiento
y soporte social entre cónyuges de pacientes que sufrieron
un accidente vascular cerebral, encontró que lo repentino
y sus graves secuelas físicas y cognitivas originan diversos
problemas en la familia, sean emocionales, psicológicos y,
principalmente, económicos.
Si la mujer es la que lo sufre, ¿quién
se encarga de su cuidado y del de los hijos, de la atención
y de la organización del hogar? Si el hombre es el paciente,
¿quién afronta la economía y qué estrategias
utiliza para el tratamiento?
Un aspecto que se analizó fue el sustento
social que la pareja tenía para la atención y cuidado
del paciente. “Nuestras hipótesis fueron que la mujer
ofrece mayor soporte social”, dijo el investigador.
La muestra fueron 37 parejas de igual número
de pacientes. La mayor parte fueron mujeres de entre 49 y 59 años,
cuyos cónyuges sufrieron un EVC en 2008 ó 2009.
El Programa Nacional de Salud 2007-2012 indica
que en México las enfermedades cerebrovasculares son la tercera
causa de muerte, y el 70 por ciento ocurre en mayores de 60 años.
“Aunque hubo solteros y viudos, obviamente
nos interesaba que en nuestra muestra hubiera casados o que vivieran
en unión libre, porque nuestro objeto de estudio fue la pareja”,
explicó Calzada.
Una razón de que haya más mujeres
es porque un EVC es más frecuente en hombres menores de 50
años que en ellas a la misma edad, pero por sus secuelas, es
la octava causa de años perdidos de vida saludable femenina.
“Esto podría ser un sesgo en
nuestra investigación, porque lo óptimo sería
que ambos géneros estuvieran a la par. Por tal motivo los resultados
no pueden considerarse representativos, aunque sí indicativos”,
dijo el investigador.
Un evento vascular cerebral puede ocurrir
si una arteria se obstruye y el flujo sanguíneo al cerebro
se interrumpe o se pierde de manera repentina, o bien, si la ruptura
de un vaso causa un derrame sanguíneo.
El EVC puede ser de tres tipos: trombótico,
si una arteria cerebral se bloquea por un coágulo; embólico,
si el coágulo se origina en alguna parte alejada del cerebro,
por ejemplo, el corazón, y hemorrágico (derrame cerebral),
causado por la ruptura y sangrado de un vaso. Los tres producen incapacidad.
Por la gravedad de las consecuencias es necesario
un tratamiento a largo plazo que incluya terapia física. Con
el cuidado adecuado, el paciente puede vivir muchos años e
incluso recobrar parte de su capacidad motora e intelectual.
Una persona con un EVC se deprime con facilidad,
porque se siente impotente. Si este estado no es atendido ni hay una
estimulación o motivación, la recuperación se
retrasa.
Se trata de un factor muy importante, incluso
más que el de la familia o el de los hijos, y a veces es tan
valioso como los medicamentos, dijo el también coordinador
del Laboratorio de Investigación Sociomédica del Instituto
Nacional de Neurología y Neurocirugía.
“Si el hombre no apapacha a su esposa
ni le hace sentir su apoyo moral y que está con ella, ésta
se sumirá en una profunda depresión y sus posibilidades
de recuperación se verán disminuidas. Algo similar ocurre
en el caso del hombre enfermo”.
El EVC es la tercera causa de muerte en hombres
y mujeres mayores de 60 años, y en estudios del Instituto Nacional
de Neurología y Neurocirugía realizados en 2005, se
encontró que el padecimiento se presenta con mayor frecuencia
entre los 40 y 59 años.
“Lamentablemente, la tendencia va en
aumento. Algunos factores asociados son presión alta, tabaquismo,
diabetes, problemas cardiacos y colesterol alto. Claro que también
tiene que ver el estilo de vida, como la alimentación y la
falta de ejercicio, el tipo de trabajo y, sobre todo, el estrés
causado por estos factores”.
Diferencias
A la pregunta de quién los cuida en
la hospitalización, la mayoría contestó que el
cónyuge, también responsable legal. Si el hombre es
el paciente, las respuestas de la mujer al enfrentar emocionalmente
la enfermedad fueron las siguientes.
“Sé que necesita más
de mí”, “qué más puedo hacer, me
resigné y ahora lucho”, “no me lo esperaba, pero
estoy en proceso de superarlo”, “he llorado mucho, pero
tengo fe y sé que soy fuerte”, “tengo confianza
en que se recuperará”.
Sobre cómo enfrentarán el problema,
dicen: “apoyarlo con mis hijos”, “busqué
soporte con la familia para atenderlo”, “tengo que moverme
para conseguir dinero para su tratamiento”, “organizarnos
en casa con la familia”.
Ante este escenario, el hombre respondió:
“no supe qué hacer, fue muy sorpresivo”, “no
lo entiendo, ella era muy sana”, “me afectó mucho,
desorganizó mi existencia”, “me siento culpable”,
“así es la vida, ¿qué le vamos hacer?”.
La reacción de ellos es: “no
puedo dejar de trabajar, la cuidan mis hijos”, “me es
imposible abandonar mi empleo, pedí apoyo a su parentela”,
“si su familia quiere, yo la cuido, pero que ellos se encarguen
de dar dinero a la casa”, “pedí que la pensionaran”,
“no puedo más”.
“En estas respuestas vemos claramente
las diferencias en cuanto a la forma de sentir y afrontar la enfermedad.
En la mujer siempre hay un elemento de lucha. Sus respuestas dan una
idea clara de cómo piensa y asume el problema”, dijo
Calzada.
Diferencias de afrontamiento
“No tengo a nadie que me complemente
tanto como mi esposo, me preocupa su recuperación, no quiero
perderlo”, “estoy molesta con él porque no pone
de su parte para mejorar, no hace caso de las indicaciones del doctor
y la enfermedad le cambió el carácter”, “antes
no era así conmigo, lo ayudo porque siento que es mi obligación,
y sé cómo hacerlo, de lo contrario me sentiría
mal conmigo misma”, suelen decir las mujeres.
Por su parte los hombres responden: “No
la entiendo, siempre está preocupada por sus hijos”,
“no quiere que le ayude en su aseo”, “quiere que
esté siempre con ella”, “no puedo cuidarla, me
confundo con los medicamentos que hay que darle”, “me
apoyo en mis hijos, yo sólo cumplo con que no falte comida
ni dinero”.
El investigador considera que es indudable
que en este tipo de situaciones hay una fuerte influencia de factores
sociales y culturales, en los que las mujeres manifiestan el apoyo
a su pareja en cualquier circunstancia.
El hombre, como socialmente se le atribuye
la jefatura del hogar y el soporte económico, delega en los
hijos o en algunos familiares el cuidado de su cónyuge.
Por otra parte, las redes sociales de apoyo
del esposo son más limitadas, por lo que este tipo de estudios
deben ser considerados desde una perspectiva de género.
“Es importante que el equipo multidisciplinario
involucrado en la atención del paciente con EVC considere las
estrategias de afrontamiento y soporte social e identifique las que
favorezcan la recuperación, tratamiento y adherencia terapéutica
y, al mismo tiempo, busque los factores que pongan en riesgo la recuperación
del paciente”, finalizó Calzada Lemus.
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