• El tránsito a la vida urbana e industrializada,
así como la predominancia de valores económicos,
han hecho perder la significación humanizada de este sector,
consideró Juliana González Valenzuela, profesora
emérita de la FFyL de la UNAM
• En el país viven más de 10.1 millones de
personas adultas mayores; de ellas, alrededor de 18 mil tienen
100 años de edad o más, según cifras del
INEGI
• El 15 de junio se conmemora el Día Mundial contra
el Maltrato a las Personas Adultas Mayores
De los 10.1 millones de hombres y mujeres
mayores de 60 años de edad, que representan nueve por ciento
de la población total del país, poco más de siete
millones viven en la pobreza, y entre ellos, más de 800 mil
en la marginación extrema, según el Consejo Nacional
de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Asimismo, las cifras del Instituto Nacional
de Estadística y Geografía (INEGI) señalan que
de cada 100 adultos mayores, 26 tienen alguna discapacidad, además
de que la diabetes es la principal causa de ingreso hospitalario y
de muerte.
“Ésta es una crisis de civilización,
porque el progreso de la vida moderna vino a dislocar las estructuras
en que habíamos vivido, donde los viejos tenían siempre
un lugar relevante dentro de sus familias y comunidades, y ahora es
lo contrario, pues así como crece exponencialmente la población
de estas personas, decrece el respeto, el cuidado y la atención
que merecen”, señaló Juliana González Valenzuela,
profesora emérita de la Facultad de Filosofía y Letras
(FFyL) de la UNAM.
Si queremos rescatar un poco de humanismo
elemental, continuó, se tiene que respetarlos y protegerlos
en todas las modalidades, no sólo en la médica, que
indudablemente es la básica, sino también en el sitio
físico que se les otorga para habitar, y el lugar moral que
se les ha de conceder.
“Resulta éticamente inadmisible
el desplazamiento que sufren, porque ni las familias, o la sociedad,
tienen la manera de integrarlos a una vida digna y en humanizada.
Las ciudades, en especial, son inhóspitas, invivibles particularmente
para los adultos mayores, marginados en el mejor de los casos a los
asilos, o simplemente en las calles o suburbios”, abundó
en el marco del Día Mundial contra el Maltrato a las Personas
Adultas Mayores, que se conmemora este 15 de junio.
Según cifras del Instituto Nacional
de las Personas Adultas Mayores (INAPAM), tres millones considerados
en esta condición se hallan dentro de la Población Económicamente
Activa (PEA), pero de éstos, cerca de dos millones trabajan
en el sector informal, sin sueldo fijo, sin seguro ni prestaciones,
y sólo uno de cada cinco recibe una pensión.
Por ello, González Valenzuela calificó
como un signo de barbarie el hecho de que reciban, además,
maltrato, en primera instancia, por sus propios familiares.
“Esto no sucedió ni entre los
griegos o romanos, ya no hablemos del papel de los viejos en Mesoamérica,
donde hasta el día de hoy son significativamente respetados,
incluso consultados, reconocidos en su propia experiencia y madurez.
Claro está que no es el caso si está enfermo, senil
y pierde sus facultades, pero aún así, no debe desamparársele”,
insistió.
Mujer mayor
La problemática es aún más
compleja desde el punto de vista ético, si a esa condición
se añade la de ser mujer; entonces, sufre doble discriminación.
“A ellas se les dificulta mayormente ese desplazamiento y esa
falta de “espacio vital” donde vivir dignamente la última
etapa de su existencia”, señaló la doctora honoris
causa por la UNAM.
En México habitan cinco millones 375
mil mujeres mayores, según cifras del INEGI, de las que el
30 por ciento son jefas de familia, y poco más de 17 mil viven
aún con alguno de sus padres.
“Es un estado de vida señaladamente
insatisfactorio para una sociedad obsesionada por sobrevivir, y dentro
de la cual la población envejecida parece no tener lugar. Éstas
son las razones y los valores por los que instituciones de la trascendencia
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), luchan por
recuperar.
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