• Desde hace una década, se ha remarcado la asiduidad
de las ondas de calor en el Valle de México
• Se han contabilizado hasta 10 días continuos con
temperaturas de 30 grados o más; antes sólo se presentaban
dos o tres veces al año, señaló Elda Luyando
López, del CCA de la UNAM
Los capitalinos cuentan con una percepción
climática más aguda, porque estaban habituados a tener
un clima muy benévolo en la Ciudad de México, señaló
Elda Luyando López, del Centro de Ciencias de la Atmosfera
(CCA) de la UNAM.
Hace algunos años, subrayó,
los días calurosos, que rondan los 30 grados centígrados,
se presentaban con menor periodicidad. “Esta temperatura máxima
no ha aumentado sensiblemente en cuanto a rebasar un cierto umbral,
no es que antes tuviéramos 30 y ahora 34, la diferencia radica
en que no se presenta con la misma frecuencia”, indicó.
Antes, se tenían dos o tres veces
al año, generalmente de forma discontinua, ahora incluso se
han llegado a registrar 10 días seguidos; los capitalinos no
están acostumbrados a esa situación, señaló.
Además, “no es que decidamos resistirnos a la evidencia
del cambio climático, pero efectivamente se vive”.
La investigadora del CCA atribuyó
el incremento al efecto de la urbanización, aunque apuntó
que el calor se presenta con mayor intensidad por las mañanas.
“La diferencia entre el campo y la
metrópoli en esa parte del día es muy marcada, incluso
durante la época invernal (temporada de sequía) se tienen
diferencias que pueden alcanzar los ocho y nueve grados”, precisó.
Isla y Onda de calor
Para confirmar que transitamos por una Onda
de calor, se requiere hacer un registro diario, con ayuda de la técnica
del Percentil 95. “Si las temperaturas están excedidas
durante tres o más días, se habla de ese término,
que suele confundirse con el de Isla de calor, fenómeno provocado
por el hombre”, indicó.
Esta última contribuye a que una onda
sea más incómoda, de poco bienestar. La primera, que
se presenta preferentemente en invierno, es producto de la actividad
humana, y de la forma en cómo hemos deteriorado el ambiente,
por las construcciones sin áreas verdes ni cuerpos de agua.
La climatóloga universitaria subrayó
que las ondas suscitadas en los últimos 10 años se han
intensificado en frecuencia. “En la noche, el calor acumulado
por las edificaciones a lo largo del día no se disipa completamente,
y los interiores no alcanzan a enfriarse lo suficiente. Al día
siguiente, la mañana continúa calurosa en el momento
que el Sol sale de nuevo; en consecuencia, los habitantes no pueden
refrescarse ni descansar por la incomodidad”, concluyó.
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