• El rector de
la UNAM refirió que de los 106 millones de jóvenes
de 15 a 24 años en la región, 22 millones no trabajan
ni estudian, y la mayoría pertenece a los sectores menos
favorecidos
• No podemos supeditar nuestras responsabilidades a estrategias
simplistas para tener un mejor desempeño en las clasificaciones
jerárquicas, establece la Declaratoria Final del Encuentro
“Las Universidades latinoamericanas ante los rankings
internacionales: impactos, alcances y límites”
Las instituciones de educación superior
en América Latina y el Caribe están lo suficientemente
maduras para emprender la construcción de una verdadera carretera
del conocimiento en la región, una auténtica autopista
para la movilidad de nuestros estudiantes, aseguró el rector
de la UNAM, José Narro Robles.
Al referirse a la situación que vive
la zona, Narro Robles advirtió que de los 106 millones de jóvenes
de 15 a 24 años que viven en América Latina, 22 millones
no trabajan ni estudian, y la mayoría de ellos pertenece a
los sectores menos favorecidos en lo económico, cultural y
social.
En la clausura del Encuentro “Las Universidades
latinoamericanas ante los rankings internacionales: impactos,
alcances y límites”, puso como ejemplo el Programa Erasmus,
que en Europa ha tenido mayor éxito por la identidad del continente,
y por abrir esas vías de comunicación.
En el panel “Las universidades latinoamericanas
ante los rankings”, reconoció que si bien en
escolarización América Latina ha mostrado una mejoría
sustancial en las últimas décadas de casi cuatro años
(entre 1970 y 2010), “no podemos esperar cuatro décadas
más para llegar a las cifras que en muchos países se
tiene, será una espera absurda”.
Por su parte, Rubén Eduardo Hallu,
rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina, consideró
que la atención en la educación de los jóvenes
es un tema central para América Latina, por lo que no habrá
una salida adecuada hacia nuestra región si no la otorgamos
nosotros mismos. No existen soluciones universales, y deben particularizarse
de acuerdo a cada país.
En tanto, Ignacio Mantilla, rector de la
Universidad Nacional de Colombia, expuso que los indicadores “ofrecen
panoramas complejos con múltiples aristas, donde la sobre simplificación
de los datos no refleja la variedad de las actividades de las instituciones”.
Además, agregó que la educación pública
debe ser el máximo instrumento de equidad social y tiene la
responsabilidad histórica de convertirse en el motor de la
integración latinoamericana.
En el panel Las universidades latinoamericanas
ante los rankings, Víctor Pérez Vera, rector de
la Universidad de Chile, dejó en claro que no se requiere de
estos instrumentos para saber que la instrucción en varias
instituciones no es óptima. “La cuna de las inequidades
está en la educación básica, ¿qué
sentido tiene que países desarrollados tengan las mejores universidades,
si implementan métodos de enseñanza equivocados?, cuestionó.
Declaratoria Final
En la Declaratoria Final del Encuentro, en
la que estuvieron 55 rectores de México y el resto de América
Latina, representantes de universidades y expertos, expusieron que
entender la importancia de las comparaciones y mediciones internacionales,
pero expresaron que no podemos supeditar nuestras “responsabilidades
a estrategias simplistas para tener un mejor desempeño en las
clasificaciones jerárquicas”.
Se busca, añadieron, establecer relaciones,
intercambios y mutuo enriquecimiento del trabajo académico
de las instituciones regionales, a través de la interacción
con casas de estudio del orbe, y que el trabajo y aportaciones se
hagan visibles, internacionalicen y conviertan en parámetros
de reflexión sobre la calidad.
Ante las limitaciones conceptuales y metodológicas
de los rankings como herramientas de evaluación, propusieron
a quienes realizan éstos, reconocer la diversidad institucional
y tomar en cuenta las diferentes misiones y metas de las universidades,
y proporcionar información precisa acerca de las fuentes empleadas
para la clasificación, así como sobre los datos generados
por cada fuente.
También, recomendaron a los organismos,
agencias y empresas productoras de esas mediciones, especificar los
contextos lingüísticos, culturales, económicos
e históricos sobre los sistemas nacionales de educación
superior, correspondientes a las instituciones clasificadas, y brindar
plena transparencia acerca de la metodología utilizada en la
creación del ranking correspondiente.
Una de limitaciones más importantes
de los indicadores es una concentración casi exclusiva en publicaciones
científicas en inglés, añadieron.
Asimismo, plantearon que tiene que ofrecerse
una explicación clara acerca de todos los elementos que intervienen
en la construcción de las mediciones.
Al respecto, sugirieron establecer procedimientos
para que cualquier error detectado tras la publicación de resultados,
y la inclusión de actividades y atributos como: innovación
en herramientas didácticas, horas de especialización
docente, número de profesores con posgrados o maestrías
en educación superior, y/o formación didáctica
avanzada, entre otras.
Además, informar de manera oportuna
sobre cualquier modificación en la metodología, la ponderación
de indicadores, la inclusión de nuevos datos, los cambios de
fuentes, así como cualquier otra alteración que implique
variantes en las posiciones ocupadas por las instituciones, atribuibles
a modificaciones de diseño.
Igualmente se recomendó a las instituciones
de educación superior de la región para que, en el marco
de la autonomía, generen y consoliden políticas y procesos
de transparencia, rendición de cuentas y acceso abierto a los
productos, recursos, materiales y servicios que se generan a través
de las funciones de docencia, investigación, difusión,
extensión, vinculación y servicio social, así
como a aquellos de los que las instituciones son depositarias.
Problemas metodológicos
En la sesión matutina llamada
Los rankings internacionales: problemas metodológicos,
moderada por José Franco, director General de Divulgación
de la Ciencia de la UNAM, y presidente de la Academia Mexicana de
Ciencias, Paul Wouters, de Leiden University (Países Bajos),
expresó que la ciencia de esas clasificaciones es deficiente.
No obstante, se han institucionalizado como
una forma de pensar, y eso lleva a su uso incorrecto. Los globales,
consideró, serán reemplazados por formas institucionalizadas
de mediciones estadísticas.
Jane Margaret Russell Barnard, del Instituto
de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información
de esta casa de estudios, explicó que los rankings
son posicionamientos, no propiamente evaluaciones.
En este punto, propuso elaborar más
estudios sobre el comportamiento de la ciencia en Latinoamérica;
crear un observatorio de esa actividad en nuestros países,
que incluya la producción total de calidad, tanto nacional
como internacional, y citas, así como implementar un sistema
para nuestras instituciones, que tome en cuenta las características
particulares de la región.
En tanto, la académica de la Universidad
de Buenos Aires, Hebe Irene Roig, señaló que la evaluación
es un eje estructurante de los sistemas educativos y de las políticas
de desarrollo de ciencia y educación. Ella se realiza de diversas
formas, cada una con diversas posibilidades, límites y dimensiones:
técnica, política, ética y psicológica.
Los rankings, consideró,
constituyen una forma de evaluación, pero también de
marketing. Aunque no sea su intención, su incidencia
en los medios de comunicación y la opinión pública
funciona como forma de publicidad para las instituciones que ocupan
los primeros puestos.
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