• En todas las
áreas del conocimiento, lo más importante es lograr
el crecimiento cualitativo y contar con las masas críticas
que permitan crear los espacios de colaboración en áreas
de frontera entre distintas disciplinas, afirmó el integrante
del ICN, investido como investigador emérito por esta casa
de estudios
“La flexibilidad intelectual es fundamental
para hacer ciencia, nos permite movernos en un campo, según
la variedad de posibles conceptos que uno es capaz de manejar”,
sostuvo Marcos Rosenbaum Pitluck quien, con esa idea, encabezó
el proyecto que convirtió el Centro de Estudios Nucleares en
el actual Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM, una de
las instancias donde el conocimiento de frontera es trabajo cotidiano.
Titular de la entidad de 1976 a 1996, reflexiona
en retrospectiva. “En el instituto se indaga sobre física
nuclear, teoría de campos y gravitación, física
de altas energías, física de plasmas, computación
cuántica, química de radiaciones y radioquímica,
origen de la vida –uno de los dilemas más interesantes
que han preocupado al ser humano desde sus comienzos como tal-, así
como la implementación de tecnologías que usan radiación,
entre otros temas. Eso es lo actual, pero espero que en 20 años
lo actual sea otra cosa”, dijo sonriente.
Aumentar la masa crítica
Rosenbaum, investido como investigador emérito
por esta casa de estudios, destacó como nicho natural del ICN
a la UNAM, a la que considera más que una típica universidad.
“Por su estructura y desarrollo en facultades, institutos y
centros de investigación tiene, en muchos aspectos, componentes
propios de laboratorios nacionales y de lo que en otros lados conforman
los sistemas de universidades. Eso hay que capitalizarlo para lograr
la generación de escuelas propias de pensamiento en campos
cuyo desarrollo requiere de colaboraciones multidisciplinarias.
En todas las áreas del conocimiento,
lo más importante es lograr el crecimiento cualitativo y contar
con las masas críticas que permitan crear los espacios de colaboración
en áreas de frontera entre distintas disciplinas, tanto en
ciencias como en humanidades.
Entender las cosas
“Desde niño me gustaba entender
las cosas, pero no concentrarme en un detalle, al punto de trivialización”,
recordó el académico, que hacía experimentos
con su hasta hoy entrañable amigo Pablo Rudomín, otro
eminente científico que vivió en el mismo edificio que
Rosenbaum, en el centro histórico de la Ciudad de México.
Compañeros de juegos, compartieron una curiosidad que guió
las vidas de ambos hacia la ciencia.
Su amplio interés por varios temas
lo ha conservado hasta ahora. Quizá por ello ha explorado una
ruta académica que inició en la química y fisicoquímica
y se definió por la física teórica. Inicialmente,
estudió Ingeniería Química en la facultad del
ramo en la UNAM. Después, se fue a la Universidad de Michigan,
donde cursó maestría y doctorado en Ciencias Nucleares.
Al concluir, se mudó a California, donde estuvo ocho años
en el Centro de Estudios Avanzados de General Electric.
“Fue una experiencia interesante, porque
era un centro de investigación en ciencia básica, pero
vinculado a la industria. Me pareció que ello podría
serme útil al regresar a México y dedicar mi vida profesional
a la investigación en la Universidad Nacional. No me arrepiento”,
afirmó convencido.
Al conocer su interés por múltiples
temas, resulta natural su vocación. “La física
es una ciencia fundamentalmente reduccionista que pretende, como ideal,
poder describir todos los fenómenos con una teoría que
lo unifica todo, con la Teoría de Gran Unificada. Esta filosofía
ha sido muy exitosa con las tres fuerzas fundamentales de la física:
electromagnetismo, interacciones débiles e interacciones fuertes
(las del núcleo atómico). Pero la fuerza más
vieja que conocemos, la gravitación, no ha podido unificarse
con esas otras. No encaja, a pesar de que es la teoría más
bella de todas, porque es totalmente geométrica y el tiempo
no es absoluto”, reflexionó.
De dispersión de neutrones a geometría
no conmutativa
En sus primeros años de investigador
trabajó en la teoría de dispersión de neutrones,
que le permitió estudiar a nivel teórico la dinámica
de sistemas gaseosos, líquidos y sólidos.
Otras áreas son la gravitación
y la mecánica cuántica, en las que realizó una
formulación cuasi-probabilística, con la que participó
en un trabajo precursor sobre la aplicación del método
de cuantización de Weyl-Wigner-Groenewold-Moyal a la mecánica
cuántica estadística, un trabajo clásico de esa
área que, después de 35 años de su aparición,
aún es citado.
“La posibilidad de una unificación
entre los campos de la mecánica cuántica y la gravitación
puede significar una revolución en la matemática que
subyace a la física. Conceptos que tenemos grabados en nuestro
modo de pensar, en base a nuestras experiencias antropomórficas,
posiblemente tengan que cambiar. Por eso creo que lo más importante
es contar y cuidar en esta universidad la suficiente flexibilidad
intelectual de nuestros investigadores, y el ambiente para que aquélla
ocurra, pues no es un proceso automático”, acotó.
Actualmente, estudia un tipo de matemáticas
llamado geometría no conmutativa, que es con la que empezó
en su vida académica.
“Entonces me interesaba la teoría
de dispersión de neutrones, pero hay una cierta formulación
de la mecánica cuántica que permite representar en términos
de funciones, haciendo una deformación de su álgebra.
Y resulta que esa deformación se ha extendido a las actuales
teorías de deformación cuántica no-conmutativas
y ha generado toda una nueva línea de investigación”.
Aunque no se sabe cuál será
la teoría última de la física, en todas ellas
hay este concepto de no-conmutatividad. “Seguramente será
una componente de lo que pudiera ser la eventual Teoría de
Gran Unificación de la Física”, adelantó.
Rosenbaum tiene claro que no se sabe todavía
la utilidad práctica que tendrá este conocimiento fundamental,
“sin embargo, la historia de la ciencia nos deja bien claro
que en una universidad la motivación de su trabajo académico
nunca puede delimitarse a la utilidad práctica, a menos que
entendamos que para una sociedad que pretenda llamarse desarrollada
no hay cosa más práctica que el conocimiento y que las
aplicaciones utilitarias surgen a veces de las maneras menos pensadas.
“Creo, por ende, que la función
de la universidad es desarrollar esas masas críticas de investigadores
conducentes al establecimiento de escuelas propias de pensamiento,
así como contribuir a la creación de las interfases
de la cadena científico-tecnología que faciliten el
flujo del conocimiento, generado en su seno, hacia la sociedad en
general, y que hagan a nuestra ciencia sujeto y no sólo objeto
del desarrollo de México”, advirtió.
Para el logro de estas metas, sería
bueno recordar la famosa frase de lord Rutherford, premio Nobel en
Física: “Tenemos menos dinero, consecuentemente debemos
trabajar más duro”.
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